Un mundo en llamas
Tabula Rasa
(LeMexico) – Desde siempre, la naturaleza ha sido cambiante. En su constante evolución ha arrasado con climas, animales, plantas. Ninguna especia viva ha permanecido por siempre y sólo los minerales y rocas son testigos de las transformaciones. Sin embargo, las mutaciones se han realizado con lentitud a lo largo de 4,500 millones de años. Hoy los seres humanos han acelerado procesos milenarios.
Es noción común hablar del cambio climático. El cine nos ha dado muestra de ello. Lo mismo podemos citar ese clásico de principios de los años 70, Cuando el destino nos alcance, o del cine de desastres de los años 2000, El día después de mañana, o esa exquisita reflexión con Wall-E, o películas más serias con planteamientos científicos y filosóficos como Interestelar de Christopher Nolan o Los niños del hombre de Alfonso Cuarón. El hilo conductor de las películas es que la tierra se ha transformado, escasean los alimentos y se viven situaciones verdaderamente apocalípticas. Como es de esperarse, sólo Wall-E de Disney tiene un mensaje esperanzador.
En la 16ª edición del Informe de Riesgos Globales 2021, presentado por el Foro Económico Mundial, basado en una serie de encuestas a nivel mundial donde se van apuntando los elementos que, para la percepción pública, serán los riesgos a afrontar en el futuro. Dicho informe presenta tres periodos para los riesgos percibidos: los de corto plazo que se esperan sucendan en un lapso entre 0 y 2 años; los que se sitúan en un mediano plazo entre 3 y 5 años; y finalmente los que se consideran a largo plazo entre 5 y 10 años. Se presentaron 35 variables divididas en cinco grandes temáticas: económicas, ambientales, geopolíticas, sociales y tecnológicas.
Por riesgo global se entiende un evento o condición incierta que, si ocurre, puede causar un impacto negativo significativo para varios países o industrias en los próximos 10 años, mientras que los riesgos ambientales son: la pérdida de biodiversidad y colapso de los ecosistemas; el fracaso de la acción contra el cambio climático; los eventos climáticos extremos; el daño ambiental causado por el hombre; la presencia de grandes desastres naturales y una crisis de recursos naturales.
Ahora bien, identificando los riesgos para el corto plazo, tenemos que después de la aparición de enfermedades infecciosas, el desempleo y una crisis de las formas actuales de vida, aparece el riesgo ambiental con algún algún tipo de evento climático extremo para el 52.7%. de los encuestados. Como riesgos a mediano plazo, se perciben principalmente en el ámbito económico (una explosión de la burbuja de activos en las grandes economías y una futura inestabilidad en los precios de bienes y servicios). De los riesgos a largo plazo que se perciben como los más probables, aparece en tercer lugar el relacionado con el medio ambiente como es la pérdida de la biodiversidad con el 51.2%.
Por otra parte, se les pidió a los encuestados que evaluaran la probabilidad del riesgo global individual que pudieran ocurrir en el transcurso de los próximos diez años, lo cual arrojó que los tres principales riesgos que ven para sus personas, todos del ámbito ambiental, son: los eventos climáticos extremos, el fracaso de la acción contra el cambio climático y el daño ambiental causado por el hombre. También se considera con alta probabilidad un fracaso de la acción contra el cambio climático.
En pocas palabras, el informe señala que el cambio climático de los últimos años es similar a lo sucedido en cientos de miles de años atrás. En términos generales, se señala que las temperaturas en el mundo aumentaron un 1.1 grados a partir de la época de la revolución industrial. En los próximos años estaremos llegando al 1.5 grados de calentamiento global, lo cual representará mayores olas de calor y temporadas de frío más cortas.
Por ejemplo, las olas de calor que solían darse una cada diez años, aumentaría a 2.5 por cada diez años. Si llegáramos a aumentar al 2.0 grados se estarían llegando a umbrales de tolerancia crítica en salud y alimentos. Por desgracia, los modelos contemplan llegar a un aumento de la temperatura de 3 y hasta 4 grados.
Lo anterior significa, de acuerdo con el IPCC que las consecuencias seran: regiones altas con lluvías más intensas e inundaciones y sequías; regiones subtropicales con grandes sequías; la subida del nivel del mar que inundará las zonas costeras bajas (la NASA acaba de señalar que en este escenario desaparecerían Acapulco, Manzanillo y Los Cabos); un mayor deshielo, especialmente en el ártico y un aumento del calor en las zonas urbanas.
Lo dramático del cambio climático nos lo recuerda en un entrevista en The Guardian, Simon Lewis, profesor de Ciencia del Cambio Global de la Universidad del Colegio de Londres, al señalar “lo que debemos tener en cuenta es que todos vivimos en lugares que se han construido durante décadas y siglos para hacer frente a un clima determinado. Lo realmente aterrador de la crisis climática es que cada logro de cada sociedad humana en la Tierra ocurrió bajo un clima que ya no existe”. Estrictamente es como si nos hubiéramos cambiado a otro vecindario con un clima más extremo.
Por más que lo queramos no hay otros datos. El IPCC señala que la humanidad ha logrado en un par de cientos de años lo que la naturaleza se toma cientos de miles de años. Pero, si se empiezan a aplicar políticas de forma global se puede, por lo pronto, detener el deterioro ambiental y, a partir de ahí, intentar revertir los daños.
El Acuerdo de París, ese compromiso a nivel mundial para detener el calentamiento global a 1.5 grados, es insuficiente. Entre la salida temporal de los Estados Unidos y la falta de compromiso de China y Rusia, el calentamiento sigue creciendo. De hecho el informe Tendencias Globales 2040 del Consejo Nacional de Inteligencia de los Estados Unidos señala que incluso si empezara a dar resultados el Acuerdo de París, la próxima década, los efectos negativos se verán incrementados.
Existe un consenso de que se deben reducir la emisión de gases contaminantes y dejar de utilizar carbón y petróleo (todavía hay quien decide construir nuevas refinerías). De hecho, António Guterres, Secretario General de la ONU, dijo que para 2030 los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) deberán eliminar el uso del carbón con fines energéticos y el resto del mundo para el 2040.
Mientras, China, uno de los países más contaminantes, ha anunciado mayores compromisos y tener emisiones cero de carbono en 2060, la mayor responsabilidad queda en Estados Unidos que ha puesto la meta en 2050 al igual que la Unión Europea. Por cierto, el Climate Action Tracker, un organismo independiente que analiza científicamente los avances del Acuerdo de París, apunta que las acciones de México son insuficientes y que más bien llevarían al país a un calentamiento entre 2 y 3 grados.
En noviembre se llevará a cabo una cumbre climática auspiciada por la ONU en Glasglow, Escocia, con el objetivo de impulsar las acciones para detener el calentamiento global. Para eso se requerirá de un verdadero compromiso de los países de dejar la miopía de lo inmediato (en tiempo y espacio) y optar verdaderamente por un futuro compartido. Si no lo hacen por un sentido económico (tiene un costo la conversión de energías sucias a energías limpias), deberían hacerlo por cuestiones de seguridad.
Como nos recuerda Laurence Freedman en su libro La guerra futura, cuando señala que en la Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos en 2015 se resalta que el cambio climático ya era “una urgente amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos, un peligro que no solo no para de crecer, sino que está contribuyendo a aumentar el número de desastres naturales, el volumen de refugiados y la cantidad de conflictos relacionados con el acceso a los recursos más básicos como la comida y el agua”. De no hacerse nada, a finales de siglo tendremos un mundo en llamas.