Circo, maroma y teatro

(LeMexico) – Empezó la temporada de reflexión electoral o veda electoral. A partir del 3 de junio y hasta el 6 de junio los candidatos y partidos políticos tienen prohibido hacer cualquier tipo de proselitismo. Esta semana vivimos cierres de campaña en diferentes puntos de la ciudad, se cerraron vialidades, foros públicos, parques y monumentos, todo en medio de una feroz carrera por la victoria electoral en la cual se disputan más de 15,000 cargos de elección popular. 

Y bueno, en esta temporada de reflexión hay mucho que reflexionar ciertamente, habrá que reflexionar qué candidato es el más guapo, el más irreverente, el que más veces apareció en redes sociales, el que hizo más canciones, el que subió más TikToks o el que pegó más carteles con su rostro en las calles. Son un montón de cosas las que hay que reflexionar, quién es el candidato más popular, el que hizo más circo, el que mentó más madres, pero ni se nos ocurra pensar en el que tuvo más propuestas, más plataformas para el diálogo o la inclusión o aquel que presento una estrategia de desarrollo para su comunidad porque de eso hubo, la verdad, muy poco. 

Lo que sí hubo fueron candidatos asesinados al por mayor, autoridades de los distintos niveles de Gobierno emitiendo sus opiniones en un claro intento por inclinar la balanza de un lado o del otro, muchos chismes, berrinches y alianzas que en otros tiempos jamás hubiéramos imaginado. Estamos en un momento de cambios con respecto a las fuerzas y los actores políticos, el tablero se está moviendo y casi nadie sabe nada porque lo único que vemos es un circo mediático en el que los actores políticos se han vuelto payasos y han devaluado el valor real que tienen las contiendas electorales en el futuro del país. Nos han convencido de que nuestro voto vale tan poco que da igual si votas por uno o por otro, pues al final todos hacen payasadas y ya no sabes si el menos peor existe o de plano estamos por la calle de la amargura

Toda esta reflexión surge de una pregunta que un familiar que votará por primera vez me hizo: “No sé por quién votar ¿podrías ayudarme a saber por quién votar?” Mi respuesta natural fue decirle que verificara las propuestas de los candidatos de su comunidad e identificara aquellas que fuesen más afines a sus intereses, su visión a futuro y el proyecto de país que le gustaría tener. Acto seguido, él no tenía idea de quiénes eran sus candidatos, alguno de ellos sólo brillaba por sus apariciones en redes sociales. Otra de las cosas que le llamaron la atención es que había demasiados chapulines, pues sólo veía candidatos que ya había visto antes y que pertenecían a un partido pero ahora portaban la camiseta de otro, no había caras nuevas, las propuestas parecían un copia y pega o las respuestas que uno da durante una entrevista de trabajo para quedar bien con el empleador. “¿Cómo puedo saber que sí valen la pena?” Me preguntó y yo no supe qué decir, sólo que no nos quedaba nada más que confiar en los procesos, en las instituciones y en la democracia. 

¿Pero en realidad podemos confiar en estos elementos, tenemos pruebas de que confiar funciona? En la página que la UNAM y la Facultad de Ciencias Políticas crearon con el fin de promover un voto informado (votoinformado.unam.mx) hay una encuesta en la página principal que dice: ¿Qué tan satisfecho(a) o insatisfecho(a) está usted con la democracia que tenemos hoy en México? Y la respuesta en general que dieron los candidatos de los diferentes partidos fue: algo insatisfecho, muy insatisfecho. En la gráfica lo que más llama la atención son los colores naranja y rojo que corresponden a estas respuestas. 

Ya en algún otro artículo hablaba sobre los niveles de democracia, es decir, la democracia como un concepto que está en constante evolución y que sigue desarrollándose, llegando a la conclusión de que es posible alcanzar un mayor nivel de democracia y democratización o un retroceso en los mismos. México es un país con una democracia en transición que puede retroceder en cualquier momento y llevarnos a modelos ideológicos arcaicos y frenar nuestro desarrollo. De todo esto habla Leonardo Morlino en su libro “Cambios hacia la democracia. Actores, estructuras, procesos” .

En fin, volviendo al tema de las campañas, decepciona saber que solamente estamos navegando entre candidatos que llevan años en la política y es difícil creer en sus propuestas que están hechas muy a “modo” para insertarse en la agenda de temas actuales dentro de la sociedad, además que las caras nuevas de la política, aquellos que podrían darle un giro a la escena y un toque fresco a las propuestas, están más preocupados en obtener likes y vistas en sus redes sociales, creyendo que eso se traduce directamente en votos. 

Entonces tenemos candidatos con propuestas obsoletas, tenemos candidatos muy modernos pero sin propuestas y tenemos candidatos que no están satisfechos con nuestra democracia pero que al parecer tampoco están dispuestos a hacer mucho para mejorarla. Tenemos campañas en las que la competencia no es para ver quién es la mejor opción para nosotros como pueblo, sino quién es el más popular y el que ocupara una posición de poder durante los siguientes años, lo cual no significa necesariamente algo bueno para la ciudadanía. Tuvimos durante estos meses un montón de circo, maroma y teatro a nivel nacional pero no tuvimos algo que nos hiciera pensar que las cosas en verdad podrían cambiar y que el rumbo del país podría redirigirse hacía una democracia real y una evolución favorable. 

Existen muchos temas urgentes que deben ser considerados dentro de la agenda política y que al parecer tendrán que esperar porque no nos queda claro, en primer lugar, si a los contendientes por los puestos de elección popular les interesa y en segundo lugar si están preparados para tratarlos.

En más de una ocasión he hablado de la importancia que tiene el salir a votar y creer que el hacerlo es el mayor compromiso ciudadano que tenemos con nuestro país, ¿pero cómo podemos tomarlo en serio si las personas que van a representarnos lo hacen ver como un juego y una nimiedad? Nos hacen creer que nuestro voto no vale tanto. Al menos para nosotros no debería ser importante pero a ellos les conviene mucho.

Es como un capítulo de “El precio de la historia” en el que vamos a vender un objeto del cual ignoramos su altísimo valor y el comprador nos hace creer que en realidad no vale tanto pero que a él podría funcionarle un poco más que a nosotros y sacarle algún beneficio. Nosotros ignoramos lo invaluable que es nuestro voto y ellos saben muy bien que lo necesitan para poder ganar, todo esto se tradujo en campañas electorales vergonzosas. 

Así que en esta veda electoral convendría reflexionar más sobre aquello que no vimos en estos meses, sobre aquello que nos importa pero no vimos reflejado en sus videos de TikTok, sus canciones pegadizas y su increíblemente contaminante cantidad de propaganda, reflexionar sobre lo que nos gustaría ver y cambiar en nuestra comunidad y saber si existe dentro de los aspirantes alguno que nos pueda acercar más a ese objetivo y, sobre todo, dejar de conformarnos con el menos peor y empezar a exigir únicamente lo mejor.

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