Los retos del Gobierno ante la opinión pública
(LeMexico) – ¿Cuáles son los principales retos que presenta el gobierno hoy en día? Existen múltiples, sin duda el avance de la tecnología y el pluralismo que se vive en la sociedad han generado un remolino de situaciones que influyen directamente sobre las acciones gubernamentales.
Han surgido muchos actores políticos y cada uno de ellos emite opiniones que interfieren de manera directa el quehacer político y esto también complica la capacidad de respuesta y atención por parte de los Gobiernos. Vivimos una época en la que hay un exceso de opiniones que generan demandas y, por tanto, se exigen soluciones para cada una.
Actualmente, las personas tenemos más foros y oportunidades para emitir nuestra opinión, la sociedad civil ha comenzado a organizarse de una manera más estructurada, generando el conocido “Tercer sector de la sociedad civil” que son todas estas asociaciones, organizaciones, fundaciones, etc. Estas están conformadas por personas que buscan alcanzar un fin específico, ya sea la no violencia, la lucha por los derechos de los grupos vulnerables, la protección a los animales, etc. Pero aunque hay mayor capacidad de organización, también existe menos conocimiento de las necesidades de la sociedad que usualmente se deja llevar por tendencias.
La influencia y el poder que han adquirido tanto la Sociedad Civil como el Tercer Sector y el exceso de demandas emitidas por ellos, ponen en duda la legitimidad del Gobierno, el problema es que esto ha derivado en un diálogo nulo entre las partes, dificultando enormemente la capacidad de conciliación y enfatizando la ineficiencia de e ineficacia del Gobierno para dar respuesta a estos conflictos.
Es importante reparar en un concepto, el de opinión pública. La opinión pública es aquella que se utiliza para hacer referencia a las diferentes formas de expresión que una comunidad. Puede tenerse respecto a los temas públicos, lo cual existe desde hace tiempo ya, siempre que se hable de la reacción o de la forma de pensar del pueblo ante determinados eventos políticos, sociales, económicos o culturales, estaremos hablando de opinión pública.
Sin embargo, no hay duda alguna de que la importancia que este concepto ha tomado en los últimos cincuenta años es mayor debido a que las nuevas tecnologías y la aparición del internet han facilitado y ampliado las formas de expresión pública ante todo tipo de eventos.
Aun así, los cambios que ha sufrido este concepto han sido sustanciales, pues al igual que la sociedad ha ido evolucionando y cambiando sus preceptos, las cosas en las que las personas confiaban antes han perdido credibilidad y seguidores.
Tal es el caso de los medios de comunicación tradicionales como la televisión y los periódicos que hace no más de 30 años gozaban de mayor legitimidad al representar al pueblo que los mismos gobernantes elegidos para tal propósito. Era tal el poder que ostentaban estos, que los políticos mostraban total sumisión ante ellos.
En este aspecto recuerdo el libro de Enrique Serna “El vendedor del silencio”, el cual nos da un vistazo a la vida del periodista Carlos Denegri y la íntima relación que guardaban los medios de comunicación y la política en México, siendo Carlos DeNegri uno de los hombres más influyentes en México y gozando incluso de más credibilidad que los políticos en turno. Él era capaz de crear o destruir la reputación de una persona en tan solo unas líneas.
Política y periodismo no eran esferas ajenas, más bien interdependientes. Una establecía una línea de conducta, la otra la publicaba en diarios o hablaba sobre ella en programas de radio o televisión y la hacía llegar a miles de personas y así influir directamente en sus opiniones y generar opinión pública que fuera benévola con el Gobierno y sus decisiones.
Sin embargo, con el tiempo, los adeptos a estos medios empezaron a perder la fe y la confianza en ellos, moviéndose en otra dirección a ritmo acelerado, prefiriendo cada vez nuevos medios de información y generación de opinión pública que sigue estando en contacto con la política, pero al parecer hoy avanzan a ritmos diferentes.
Hoy en día, el exceso de opinión representa un obstáculo para la gobernabilidad, pues parece ser que se ha vuelto el actor principal de la actividad política en todo el mundo, estableciendo los puntos a tratar en la agenda, los temas en torno a los cuales se generan políticas públicas y aquello que vale la pena ser discutido o considerado por el Gobierno. El exceso de opiniones entorpece el quehacer político y la falta de innovación por parte del Gobierno para poder generar respuestas a estas demandas lo vuelven obsoleto.
La opinión pública tiene la capacidad de crear y modificar leyes y las leyes son capaces de crear y modificar la opinión pública. La ley y el derecho están sujetos en la actualidad a los movimientos que genera la opinión pública, lo cual influye directa y fuertemente en la capacidad de gobernar. Un ejemplo de esto es el movimiento feminista que ha cobrado fuerza en México y todo el mundo y que ha orillado al Gobierno a adoptar nuevas posturas en cuanto a un sinfín de situaciones que antes no se discutían. Por ejemplo, las candidaturas de algunos miembros de los partidos políticos.
Esto ha impactado fuertemente en la Administración Pública que ha dejado de manejarse como el brazo ejecutor del Estado. Ha dejado de asumirse como un ente público y, desde hace varios años ya, ha sucumbido a una forma de organización y resolución corporativista, dirigiéndose como una empresa y tratando a los ciudadanos como clientes/consumidores de ¿un bien y servicio, respondiendo más a un tema de vanidad y una sensación de poder mal dirigida. Esto, porque las personas han perdido de vista que no sólo somos consumidores, sino ciudadanos con responsabilidades y obligaciones que deben ser atendidas, sin importar cuán alto alcemos la voz o cuánto dinero haya en el banco.
De igual modo llegamos a un punto en el que el pluralismo y el exceso de opinión y de actores políticos desatan una crisis de identidad, pues la sociedad ya no se conoce, ya no sabe aquello que es bueno ni siquiera conoce aquello que le pertenece y la razón de ser de ella misma. La decadencia de los valores, la crisis por la que atraviesa la sociedad ética y moralmente y la necesidad de integrar los valores de aquello que es bueno, con aquello que es correcto es un tema fundamental para el Gobierno.
Es necesario escuchar al pueblo y con base en eso generar leyes y normas que representen lo mejor para el colectivo, no sólo los ciudadanos en el sentido estrictamente legal, sino de toda la sociedad, retomando el carácter público y el interés general como premisa principal para su quehacer y dejando de lado políticas corporativistas.
Los cambios constantes a los que está sometida la sociedad, merman desde lo profundo su manera de entenderse y organizarse. Ante estos cambios, es necesario adoptar nuevas medidas y crear normatividades acordes al contexto. Gobierno y Administración Pública deben adoptar nuevas formas de organización y administración, deben permanecer un paso delante de los problemas y conflictos sociales para no perder la capacidad de respuesta.
Pero esto implica también reconocer las deficiencias y limitaciones que tienen para la solución de las problemáticas a las que se enfrentan. Este autoconocimiento puede implicar la apertura de espacios y la delegación de tareas a otros sectores como la Sociedad Civil y las ONG pero sin perder el objetivo principal que es el interés y bienestar general, pero principalmente sin perder el control (Drucker, 1992).
En México, uno de los problemas principales es lo anticuado de sus sistemas de administración y gubernamentales que parece ser se quedaron atrapados hace ya varias décadas y no están en consonancia con las necesidades ni del mundo ni de la sociedad actual. Perdiendo legitimidad y entorpeciendo el desarrollo nacional, porque el que un gobierno y sus métodos no avancen, no significa que la sociedad no lo haga.
México no tiene proyección, hace falta más visión hacia el futuro. Es necesario pensar más a largo plazo, en la prevención y no en la corrección. Hace falta también gente más preparada, atender a la Administración Pública como una ciencia de vital importancia, tener personal capacitado y tomadores de decisiones preparados para enfrentar los retos, no sólo los actuales, sino también los del futuro.
La pandemia que vivimos actualmente, dentro de todo, creo que tendrá sus beneficios para la actualización de los métodos y sistemas del Gobierno, porque el cambio se volvió no sólo deseable, sino necesario y cualquiera que se quede atrás corre el riesgo de desaparecer.