Una enfermedad llamada inflación

Tabula Rasa

(LeMexico) – Para quienes nacieron en México y Latinoamérica en los años 50 o más atrás, padecieron una pesadilla compartida: la inflación. En los años 80 se vivieron los años en que se juntaron los problemas a nivel macroeconómico con un gobierno ahogado por el pago de la deuda externa y a nivel microeconómico, a nivel familiar, por la continua alza de precios que hacía imposible el pago de alimentos o servicios.

La inflación no es otra cosa más que el alza de precios por encima de lo que crecen los ingresos. Es el reflejo de la expresión común de que cada día la vida es más cara y que el dinero ya no alcanza. Si bien todos los productos sufren aumentos, la inflación se mide solamente con algunos de los bienes y servicios que son identificados como básicos y con mayor impacto en las familias. Por ejemplo, no es lo mismo que suba el precio del huevo, las tortillas o el jitomate que el de una sandwichera. Cuando se tienen niveles altos, como dicen Milton y Rose Friedman en Libertad de elegir:

“La inflación es una enfermedad, peligrosa y a veces fatal, que si no se remedia a tiempo, puede destruir una sociedad”.

Aunque se tenga identificado que la inflación es perniciosa para la economía, no es posible eliminarla, ni deseable por los siguientes motivos. Los economistas tienen identificados dos tipos de inflación, tal y como nos lo dicen Paul Samuelson y William Nordhous en el clásico libro Economía, los cuales son: “inflación de demanda cuando hay demasiado gasto en búsqueda de demasiados pocos bienes, e inflación de costos cuando los costos empujan a los precios hacia arriba”.

La inflación de demanda ocurre cuando hay mucho dinero en el mercado y es mayor que la cantidad de bienes y servicios existentes. Supongamos que de repente la gente gana hoy más dinero que ayer y quiere gastar su dinero en un producto específico. Como hay mucha demanda de ese producto, y la gente, al tener mayores ingresos, puede pagar más por el mismo, termina provocando de manera involuntaria que los precios se vayan elevando.

La inflación de costos viene cuando existe escasez de los bienes. Supongamos que hubo alguna sequía y la cosecha de maíz se redujo a la mitad, o una tormenta de nieve detiene la producción de combustibles. Al escasear el maíz o el combustible, la gente estará dispuesta a pagar más por considerarlo indispensable y las empresas, encantadas de la vida, subirán sus precios.

Aunque suena mal que los precios suban, en realidad no es un problema para las economías porque es natural que ya sea por demanda de un producto o por aumento de costos, los bienes sufran variaciones en sus precios. Hasta cierto punto, una baja inflación es deseable porque mantiene a la economía en movimiento, siempre y cuando sea en pocos productos y dure poco tiempo.

Si hay mayor demanda de bienes, las empresas buscarán producir más y, para lograrlo, necesitarán de ampliar la producción, lo que a su vez requerirá de mano de obra. Hasta aquí no hay mayor problema, crece la economía, crece la demanda, lo que lleva a aumentar la producción, con lo que también aumenta el empleo.

El problema viene cuando el crecimiento de precios se extiende a toda la economía de forma permanente. Al ir aumentando los precios, la gente no podrá pagar por los mismos, por lo que al reducirse la demanda, las empresas se verán obligadas a disminuir la producción, lo que a su vez llevará a una parte de la población al desempleo.

Para poder detener un crecimiento demasiado rápido o estimular a la economía, el papel de los gobiernos es central. Lo tradicional es aumentando el gasto público, ya sea mediante una mayor recaudación fiscal o pidiendo prestado, es decir, incrementando la deuda. Pero también mucho tiene que ver el papel de los bancos centrales.

El dinero no es gratis, tiene un costo financiero. Lo que hacen los bancos centrales es ir aumentando o disminuyendo las tasas de interés. Si lo que se quiere es que la economía crezca, normalmente bajan las tasas de interés (hacen el dinero más barato) para que la gente acuda a los créditos y de esta forma pueda financiar nuevos negocios o ampliar los mismos. A la inversa, si la inflación está creciendo porque el dinero en el mercado es mayor que la producción de bienes, lo que proceden es a subir las tasas de interés para que la gente en vez de gastar ahorre.

Hoy nos encontramos a las puertas de un momento delicado por el crecimiento de la inflación. Como la inflación no es un asunto exclusivo de los países en vías de desarrollo, hoy vemos que en naciones cuya inflación fluctuaba entre el 2% y el 4% anual, como Estados Unidos, Inglaterra, la Unión Europea, e incluso México, ahora contemplan una inflación entre el 6 y el 8%. Para los países occidentales esto es un escándalo mayúsculo porque esa inflación no se había visto en décadas. Para México es una pesadilla porque recuerda los años 80, cuando la inflación era imparable y el país se precipitaba a sus peores años de crecimiento económico (no por nada se le llama la década perdida).

Nos encontramos con una inflación que proviene de dos fuentes distintas. Por un lado, la pandemia. Como es sabido, la pandemia trajo consigo el cierre de muchas empresas con el consiguiente crecimiento del desempleo. En algunos países, principalmente en  Estados Unidos, la respuesta fue ir bajando las tasas de interés a la par de ir dando dinero a la gente que se iba quedando sin trabajo. En esos momentos, la inflación no se disparó debido a que, a pesar de que el consumo disminuyó en algunas áreas, en otros hubo un crecimiento.

La pandemia trajo un cambio en los hábitos de consumo de la gente, como los señala Paul Krugman en un reciente artículo, El año de la infamia de la inflación, donde señala que “la gente ha cambiado su consumo de experiencias a cosas, es decir, han gastado menos en servicios y mucho más en bienes”. Por ejemplo, disminuyeron los viajes y el turismo, pero creció la demanda de escritorios, computadoras, equipos de gimnasio, etc.

Cuando más o menos se iba saliendo de la crisis de la pandemia, llega la guerra en Ucrania y todo se descompuso. Con una economía globalizada y con cierres y aperturas en los países de forma asincrónica, empezó a haber escasez de algunos productos. Luego se juntó con la crisis ocasionada por el encallamiento de un buque en el Canal de Suez, que anticipaba mayores problemas en el transporte y en toda la cadena de distribución. Ahora, se junta con todos los bienes que han dejado de exportar Ucrania (uno de los principales productores de aceite de girasol y el 6º mundial de maíz) y Rusia, que han elevado los precios a nivel mundial.

La primera interpretación de las causas de la actual inflación señalan que en Estados Unidos aumentó el dinero circulante, gracias a los multimillonarios subsidios en los seguros de desempleo, que incluso han provocado que mucha gente haya preferido renunciar a su trabajo y optar por el subsidio, en el entendido de que así obtienen más ingresos que con sus salarios (además, sin hacer nada). Esta visión demasiado localista impide ver que la inflación es, como mencionamos anteriormente, un problema global.

Ahora vienen las medidas para detener la inflación, y no hay una receta segura. Como dice Jamie Martin en Hay inflación en EE. UU. y la manera de solucionarla podría afectar al mundo, artículo publicado en el NY Times esta semana, más vale tener cuidado, porque en los años 70, la FED (el banco central de EU) subió la tasa de interés al 20% para contener la inflación en los EU, pero eso provocó que las deudas externas en dólares de los países latinoamericanos subiera exponencialmente y ocasionara la tristemente recordada década perdida. Bajar la inflación en EU por el camino de las tasas de interés repercutiría en mayor inflación en el resto del mundo, lo que terminaría por encarecer los bienes y aumentar el desempleo interno.

Joseph Stiglitz es de esta opinión cuando dice en el artículo Una respuesta equilibrada a la inflación, que:

“Un aumento importante y generalizado de las tasas de interés es una cura peor que la enfermedad. No deberíamos atacar un problema del lado de la oferta reduciendo la demanda y aumentando el desempleo. Eso amortiguará la inflación si se lo lleva demasiado lejos, pero también arruinará la vida de la gente”.

Hay quienes abogan por el control de precios. Samuelson y Nordhous mencionan que “en Escandinavia y países bajos se han utilizado ampliamente controles de precios y salarios en tiempos de paz. Aunque a veces han sido eficientes al corto plazo a más largo plazo dichos controles, o bien acaban estallando, o bien han perdido su eficacia por desuso”. La historia cuenta que tampoco es una solución.

Ante la enfermedad de la inflación, los gobiernos deberán echar mano de la imaginación para lograr una cura rápida que tenga en cuenta todos los factores. El problema es que no hay mucho tiempo antes de que la enfermedad se siga agravando. Algunos países buscarán reducir el dinero circulante elevando las tasas de interés, otros buscarán una especie de control de precios, pero al parecer todos dependen de lo mismo, de un rápido término de la guerra en Ucrania para empezar a reorganizar la economía global

Milton y Rose Friedman en Libertad de elegir

La inflación se produce cuando la cantidad de dinero aumenta más rápidamente que la de bienes y servicios.

Una vez que la enfermedad de la inflación se encuentra en estado avanzado, su eliminación tarda mucho tiempo y tiene consecuencias secundarias desagradables. Es sencillo encontrar un remedio inflación y, sin embargo, su puesta en práctica es difícil. Del mismo modo que un aumento excesivo en la cantidad de dinero es la única causa importante de la inflación, la reducción de la tasa de crecimiento de la oferta monetaria es el único remedio para eliminarla. El problema radica en tener la fuerza política para tomar las medidas necesarias.

Las consecuencias iniciales secundarias de una tasa de menor crecimiento de la oferta monetaria son desagradables: una expansión económica más lenta, durante un periodo, un índice de desempleo más elevado, y sin que por algún tiempo la inflación disminuya

Paul Samuelson y William Nordhous

Hay dos tipos de inflación. Inflación de demanda cuando hay demasiado gasto en búsqueda de demasiados pocos bienes, e inflación de costos cuando los costos empujan a los precios hacia arriba.

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