Mujeres trabajadoras: las grandes perdedoras en la pandemia

(LeMexico) – Me parece que no está presente, al menos no lo suficientemente en la opinión pública, el hecho de que de los empleos perdidos por la pandemia, 7 de cada 10, hayan sido de mujeres.

Se trata de un fenómeno global, alrededor de 13 millones de mujeres perdieron su trabajo en el mundo, aunque es también, desafortunadamente, un efecto esperado. Las mujeres tienen empleos más precarios y se encargan de la mayoría de la labores domésticas, que evidentemente se incrementaron a raíz de la pandemia.

La CEPAL señala en un estudio reciente la sobre carga de trabajo no remunerados y el de cuidados como un factor que explica la salida de las mujeres del mercado laboral durante la pandemia. Las mujeres en México destinan 38 horas más a la semana que los hombres al trabajo doméstico, mientras que los hombres dedicados al hogar sólo destinan 38 horas a estas actividades.

Se trata de un fenómeno, en parte estructural, ya que el empoderamiento laboral de la mujer en México es un proceso que avanza lentamente.

De acuerdo con Teresa Incháustegui, conocida especialista en género, las mujeres con mayor preparación en el país acceden a puestos ejecutivos con remuneraciones 50% inferiores a las de los hombres. Pero también responde a las características de la crisis actual, ya que afecta a sectores que emplean más mujeres, como el turismo. Quintana Roo es el estado con mayor aumento en la desocupación), el de la educación, y a los pequeños y micro negocios de servicios, de los que las mujeres son normalmente propietarias.

Los empleos se comienzan a recuperar, pero las pérdidas laborales implican un retroceso con respecto a lo alcanzado y obligan a plantear la manera de facilitar la recuperación del empleo femenil y mejorar de manera permanente su perfil. Tenemos que estar atentos para que no disminuya la cantidad de mujeres que retornan a la educación presencial, como ha sucedido en otros países.

Todo esto tiene muchas explicaciones estructurales, como la cultural, en donde un dato abrumador arroja que el 53% de los mexicanos está de acuerdo con la frase “cuando una madre trabaja por un salario, los hijos sufren“, según la reciente Encuesta Mundial de Valores. Para lograr cambios culturales el manual dicta que se requiere de reformas institucionales que cambien los incentivos y favorezcan nuevas actitudes y valores.

En el corto plazo es importante asegurar un buen retorno a la educación presencial, que nunca se interrumpió por completo en varias naciones, acelerar la reactivación en sectores en los que participan mujeres de manera mayoritaria y promover que se mantengan prácticas que las favorecen y que se han crecido durante la pandemia, como el teletrabajo. Ahora, el tema es combatir las causas estructurales de la todavía débil participación femenina en el ámbito laboral, en este caso, por cierto, podemos aprender de lo logrado en la esfera política.

Tenemos que comenzar por combatir en serio la violencia y el acoso en el trabajo, por asegurarnos que toda empresa incluya a mujeres en sus órganos de dirección y desarrolle un programa de inclusión, de conciliación trabajo-familia, con horarios adecuados y facilidades para la movilidad, así de como de capacitación de los varones en las nuevas masculinidades.

Las empresas tendrían que ser transparentes en su información salarial, para poder conocer y poder reducir la brecha entre hombres y mujeres. Se debe de fomentar la participación laboral de las mujeres en otras industrias, menos vulnerables a los choques económicos y mejor remuneradas, por ejemplo promover aumentar su formación la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas.

El incrementar el salario mínimo, como se hace en México, hasta alcanzar un nivel que realmente regule el mercado laboral, sirve para apoyar los empleos más precarios, que en mayor medida los obtienen la mujeres. La pandemia puede ser una buena oportunidad para aceptar que las brechas de género en el ámbito laboral son incluso mayores que en otros ámbitos y que, incluso, como vemos ahora, puede tener retrocesos. Urge construir instituciones que regulen el ámbito laboral en favor de las mujeres, ya que todavía, a estas alturas, persisten la visiones patriarcales con respecto a la productividad.

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