¿La consulta fracasó?

(LeMexico) – El proceso de democratización de México ha sido largo y más aburrido que espectacular. De hecho, desde la reforma electoral de 1977 impulsada por Don Jesús Reyes Heroles no hemos dejado de cambiar las reglas electorales. Tenemos 45 años cambiando el marco jurídico electoral y, al parecer, lo vamos a seguir haciendo.

Es difícil que alguien sostenga que actualmente no vivimos en un régimen democrático. La democracia que hoy disfrutamos es el resultado cualitativo que se ha logrado, entre otras cosas, gracias a la velocidad de tortuga con que hemos avanzado en esta ruta. Sin embargo, la duración y la velocidad de nuestro tránsito hacen poco perceptibles los cambios que hemos logrado y acumulado poco a poco. Es fácil perder la dimensión de lo alcanzado y dar por sentado que siempre hemos estado igual.

Hace años ni los partidos le creían al PRI. Por esa razón en 1976 le hicieron el vacío al PRI en el proceso electoral de ese año se negaron a presentar candidato a la presidencia de la República. Hoy partidos y ciudadanos confían en las elecciones como el único camino para formar gobiernos y todos se pelean por participar, solos o en alianzas, según sus cuentas y posibilidades. Este escenario de real competencia política propicia acuerdos antes inimaginables, como el del PAN con el PRI que muy probablemente presenten en la elección del 24 un mismo candidato a la presidencia, como ya lo hicieron en el 21 en algunas gubernaturas y municipios.

En 1976 el Partido Comunista estaba proscrito y sus integrantes eran perseguidos. Hoy gobierna el país una formación política de izquierda, con un programa diferente al de los últimos 30 años. El debate público ha sido inédito, permanente e intenso, pero la polarización se ha dado dentro de los cauces institucionales y cada actor ha utilizado los medios que tiene a su alcance. Hay pasiones, pero no se han desbordado. Todavía.

La consulta popular del pasado 1 de agosto de 2021 es parte de este gradual y lento proceso democrático que hemos impulsado desde hace 45 años. Lo relevante es que por primera vez en nuestra historia política se haya realizado una consulta popular dentro del marco jurídico formal que hemos construido. Con todos los asegunes del caso, el 1 de agosto se inauguró el ejercicio de la democracia participativa en el país.

Claro que hubiera sido espectacular el dramatismo si se hubiera suscitado un intenso debate público sobre los temas de fondo de la consulta, si la población se hubiera volcado a las urnas y si los resultados hubieran sido vinculantes. No fue así. Pero 7 millones de ciudadanos inauguraron la ampliación de nuestra vida democrática, que ahora cuenta con nuevas herramientas para encauzar la batalla política, para bien y para mal.

La consulta no fracasó. Es un acontecimiento sustantivo de la ruta democrática que hemos iniciado desde 1977. Lo que pasa es que nuestro proceso democrático ha sido largo, lento y más bien aburrido. Y como diría el clásico, aún hay más.

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