Lecciones desde Cuba

Tabula Rasa

(LeMexico) – Pocos sucesos atrapan más el imaginario colectivo latinoamericano que la revolución cubana. Para unos, representaba el sueño de una sociedad más justa e igualitaria, mientras que para otros es el ejemplo del fracaso del comunismo, de la falta de libertades, de gente pobre y sin esperanza, de gobiernos ineficaces y corruptos. Lo cierto es que la revolución cubana ha sido el referente más polémico de todo el continente en 60 años que no da cabida más que al amor o al odio.

La simpatía que generó el movimiento armado tenía muchos motivos, porque como señala Eric Hobsbawm en ¡Viva la revolución!,la revolución cubana lo tenía todo: romance, heroísmo en las montañas, exlíderes estudiantiles con la generosidad desinteresada de su juventud (el mayor tenía apenas 30 años), unas gentes jubilosas, en un paraíso turístico tropical que palpitaba con ritmos de rumba”. 

Por si no fuera suficiente lo anterior, también tenía el hecho de que representaba la lucha bíblica de David contra Goliat, o por lo menos la historia del débil que no es aplastado por el fuerte. En palabras de Enrique Krauze en Redentores. Ideas y poder en América Latina, “aquellos años revolucionarios no pueden concebirse sin el antecedente del antiamericanismo en América Latina”. Ver al poderoso Estados Unidos no poder doblegar a la pequeña Cuba creaba simpatía en torno a la revolución.

Muchas otras cosas pasaron a lo largo de 60 años del triunfo de la revolución: la fallida invasión, la intervención de la CIA, la alianza con la URSS, la crisis de los misiles, la expansión de movimientos guerrilleros, etc. La permanencia del régimen cubano se debió sin duda a que supo capitalizar dos aspectos: el ideológico y el social. El primero se basó sobre todo en lemas como ¡Patria o muerte! ¡Hasta la victoria, siempre!, y en la icónica figura del Che Guevara qua pasó de ser el ideólogo que postulaba la creación del hombre nuevo dentro del socialismo, a ser una de las imágenes más vendidas en el mundo capitalista. 

El aspecto social se sustentaba en la transformación educativa en todos los niveles y en ampliar el sistema de asistencia sanitaria gratuita (el historiador Jorge Domínguez en el volumen 13 de Historia de América Latina, editado por Leslie Bethell, señala que ya existía el sistema). Por el contrario, en el terreno económico, la revolución cubana ha sido incapaz de llevar a cabo políticas de desarrollo y, de no ser por la ayuda de la URSS y luego de Venezuela, la situación sería más dramática. 

Desde 1960 los EU han optado, sin éxito, por utilizar un embargo comercial como la palanca para forzar la caída del régimen cubano. Desde entonces, la constante ha sido un endurecimiento de ambas partes, de los Estados Unidos con sus medidas económicas y Cuba con la radicalización del discurso. Los pocos momentos de distensión se dieron cuando los presidentes James Carter y Barack Obama relajan las presiones y entran en una suerte de cooperación. De hecho, Obama visitó Cuba en 2016 la misma semana que los Rolling Stones dieron un concierto gratuito en La Habana. Parecía que las hostilidades estaban por terminarse.

En su momento, Reagan, en plena Guerra Fría, dio marcha atrás a las políticas de Carter y lo mismo hizo después Trump con las medidas de Obama, las cuales fueron canceladas, y en cambio se tomaron acciones todavía más duras para prohibir los intercambios comerciales, turísticos y cualquier otra colaboración con Cuba. Como lo relata el exconsejero de seguridad nacional de los EU, John Bolton en su libro La habitación donde sucedió, Trump estaba obsesionado con derrocar a Venezuela y la emprendió contra el que consideraba uno de sus apoyos, Cuba. Es decir, ya no era una cuestión contra la revolución cubana, sino contra el régimen venezolano.

Cuando se desintegró la URSS, Cuba reactivó el turismo como una medida económica. A principios de los años 90’s el país recibía cerca de 350 mil personas al año. Para 2018, se recibieron 4.7 millones y, aunque hubo una disminución en 2019, las cifras seguían arriba de los 4.3 millones de turistas. Con los turistas llegaron los dólares, los euros y hasta personas con estudios universitarios abandonaban sus trabajos para entrar de guía de turistas y obtener más dinero vía las propinas. Con la pandemia, Cuba recibió en 2020 a poco más de un millón de turistas, lo que impactó directamente en los empleos del sector más dinámico. Es por demás señalar que al principio de la revolución se pensaba que el camino del desarrollo estaba en el campo, pero las políticas agrarias en Cuba han sido, por decirlo de manera sutil, un fracaso

La fama del sistema de salud pública ha sido tal que ha permitido vender servicios de médicos cubanos en diferentes partes del mundo (quedándose el gobierno con buena parte del dinero). Incluso se acaban de ir de México 97 médicos y enfermeras. Sin embargo, al interior del país las cosas son distintas, la falta de recursos en la isla ha impactado en el mantenimiento de los hospitales y sobre todo en el abasto de medicinas.

Si bien existe la posibilidad de adquirir medicamento por fuera del sistema oficial, los precios en el mercado negro lo hacen inalcanzable para la mayoría de las personas. Esta situación se ha agravado a partir del incremento de casos de coronavirus. Peor aún, al principio, Cuba era un ejemplo de contención de la pandemia, pero los últimos datos señalan que se han triplicado en el último mes el número de muertes por COVID.

Sin ingresos, sin medicinas, con la comida cada vez más racionada, no es de extrañar que el pasado domingo se produjeran una serie de movilizaciones inéditas a nivel nacional. Lo que inició en una pequeña ciudad alejada de La Habana, gracias a la rápida viralización de los videos a través de las redes sociales animó a sectores ciudadanos a salir a protestar en más de 60 ciudades en todo el país. Una masa espontánea diría Elías Canetti en su monumental estudio Masa y poder, o un movimiento social en red diría Manuel Castells en Redes de indignación y esperanza

La reacción del gobierno ha sido la misma que se tiene desde los tiempos del dictador Batista: disolver las manifestaciones por la fuerza, arrestar a lo más que se pueda de manifestantes acusándolos de provocar hechos delictivos, ignorar las demandas y acusar injerencia estadounidense, y, como símbolo de la modernidad, suspender el uso del internet. Días después, el actual presidente Díaz-Canel (es raro decir que no sea alguien apellidado Castro) hacía un llamado “a todos los revolucionarios del país, a todos los comunistas, a que salgan a las calles y vayan a los lugares donde vayan a ocurrir estas provocaciones“. Desde la visión oficial, todo es en blanco y negro, y quienes protestan lo hacen influenciados por los EU. No existe la autocrítica.

Sin duda que el embargo/bloqueo ha tenido repercusiones. De acuerdo con un informe de Cuba en la ONU en mayo pasado, señala que por dichas acciones “se han perdido 9 mil 157,2 millones de dólares”. En informe de Oxfam-mayo de 2021, Derecho a vivir sin bloqueo. Impactos de las sanciones de Estados Unidos en la población cubana y la vida de las mujeres, se apunta correctamente a que las acciones son vistas en EU desde el punto de vista político, sin importar el impacto en las familias cubanas. Lo cierto es que si en 60 años esas medidas no han logrado cambiar al régimen, es señal de que no funcionan. Mantener la misma política seguirá dando los mismos resultados: fortalecerá el discurso cubano de que la culpa de los males internos es de los EU y los verdaderos perjudicados seguirán siendo las personas. Es absurdo que aún exista ese embargo/bloqueo.

Pero hay algo que están omitiendo los defensores del régimen cubano, dentro y fuera de la isla. Las protestas no solo eran en torno a las medicinas y los alimentos, sino que se extendieron a eso que de repente exigen las sociedades: libertad. Libertad política, libertad económica, libertad para viajar, etc. Este elemento es fundamental. A la juventud cubana le siguen hablando de una revolución que sucedió hace más de 60 años cuando ya pueden compararse con el mundo a través de sus celulares. 

Quizá vale la pena recordar que un joven abogado escribió hace cerca de 70 años que antes de la dictadura de Batista “Había una vez una República. Tenía su Constitución, sus leyes, sus libertades; todo el mundo podía reunirse, asociarse, hablar y escribir con entera libertad. Existía una opinión pública respetada y acatada y todos los problemas de interés colectivo eran discutidos libremente. (El pueblo) estaba orgulloso de su amor a la libertad y vivía engreído de que ella sería respetada como cosa sagrada”. Ese joven que exaltaba la libertad política era Fidel Castro en su alegato La historia me absolverá.

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