Después de la tempestad llega la calma

(LeMexico) – Y pasaron las elecciones, hubo resultados diversos.  MORENA ganó 10 de 15 gubernaturas pero perdió 9 de 16 alcaldías en la CDMX, aun así mantiene la mayoría en la cámara de diputados, aunque con menos ventaja en relación a las elecciones del 2018. Como era de esperarse, todo esto tuvo su buena dosis de memes en las redes, desde la ciudad dividida en una nueva guerra fría chilanga, hasta memes con la cara consternada de algún ganador con la leyenda “tu cara cuando te das cuenta que tendrás que trabajar”. Sin duda, todo este derroche de imaginación y humor ayudan a calmar un poco los ánimos después de una turbulenta temporada electoral, desde las campañas hasta la elección, ¿pero en verdad llegó la calma? 

Después de la primera mitad de una administración bastante complicada, pleitos del Ejecutivo con los organismos autónomos, reformas constitucionales, una pandemia, asesinatos de activistas y candidatos y derrumbes, llegó el Día D, en el cual los mexicanos a través del voto decidirían el rumbo del país y evaluarían el desempeño de los gobernantes después de la elección del 2018, en la cual ganó “la esperanza” y se hizo gala del espíritu democrático de los mexicanos. 

El resultado es polarización y desinterés, una elección en la que sólo participó poco más del 50% de las personas inscritas en el padrón electoral no es todavía el reflejo de una democracia consolidada. De todas formas, esta elección dejó ver que los ciudadanos sí evalúan, o al menos eso quiero pensar, el desempeño de los gobernantes, pues la oposición ganó terreno y muchos candidatos que estaban en proceso de reelección no lo lograron. ¿Por qué? Porque la gente no está contenta con los resultados y eso lo plasma en las urnas

Pero ahora empieza otra carrera, y es que desde hace ya algunas décadas los actores políticos viven por y para las elecciones. Para nosotros como ciudadanos puede parecer que aún falta mucho para la siguiente elección y no es momento de pensar en ella, pero para los partidos y próximos candidatos empieza la carrera hacia la próxima elección, así que todo lo que se diga o se haga a partir de ahora sumará o restará en esta carrera.

La herramienta más usada durante la última administración dentro esta carrera electoral ha sido la polarización, las declaraciones de los representantes del partido en el poder no dejan de hacer alusión a las diferencias entre los mexicanos de manera negativa. El Presidente ha hablado sobre la polarización de la CDMX en más de 3 ocasiones en La Mañanera y ha habido declaraciones muy desafortunadas que condenan la ambición y el aspiracionismo de aquellos “privilegiados”.

La redes sociales, que son el generador de opinión pública por excelencia en esta era digital, con todos los memes y publicaciones dejan ver el impacto que estas declaraciones han tenido entre las personas. Nos encontramos con más frecuencia con peleas y discursos de odio en ellas. Parece ser que el disenso ya no está permitido, que estás conmigo o contra mía y esa es la mayor amenaza para nuestra democracia

Lo he dicho ya en otros artículos, explotar los elementos más negativos de nuestra cultura y apoyar eso es una de las peores decisiones que podemos tomar. Es como la metáfora de que México es una cubeta de cangrejos, siempre que uno intenta salir de ella, los demás lo jalan de vuelta al fondo. Seguir enalteciendo esta satanización contra aquello que es considerado “diferente desde un solo punto de vista, además de que no es motivo para enorgullecernos, está afectando severamente la construcción de nuestra convivencia y nuestros lazos como sociedad.

Así que me pregunto nuevamente ¿en verdad llega la calma? Al parecer no, entre las emociones y las pasiones que desatan hoy en día el defender un punto de vista y con la facilidad con la que esos discursos de odio pueden reproducirse en redes sociales, las brechas sociales pueden acentuarse aún más, de igual forma la violencia y la unilateralidad. Celebrar las diferencias ya no se vuelve una idea romántica o una frase trillada, sino una necesidad para una sociedad a la que constantemente se pretende dividir, que tal vez es cada vez más consciente de las fallas pero que se desenvuelve dentro de un sistema en el que disentir está mal. 

Por otro lado, la falta de diálogo o el exceso de discusiones acaloradas también pueden generar desinterés entre los ciudadanos, que en medio de tiempos tan complicados como los que vivimos ahora, lo menos que quieren o necesitan es pensar en lo que dijo tal o cual político o lo que está pasando en redes sociales. Además, también existe la tradición de que la política nos es completamente ajena y de nada sirve hacer o decir, pues todo siempre se mantiene igual. 

Así que al parecer todavía nos falta mucho para llegar a la calma, cuando podamos opinar diferente y las temporadas electorales no sean motivo de peleas y discusiones; cuando no haya candidatos asesinados; cuando no haya activistas asesinados porque disienten con  los grupos de poder; cuando instituciones y autoridades trabajen en equipo y no se pretenda institucionalizar un solo punto de vista y los ciudadanos participen con la seguridad y confianza de que su voz cuenta y no todo es una “ficción democrática”,  entonces estaremos más cerca de estar en calma. Mientras tanto, todavía queda mucho camino por recorrer y bastante por reflexionar.

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