La sociedad de vida

Tabula Rasa

(LeMexico) – Hace no mucho, en 2019, surgió una nueva publicación en Francia Le Grand Continent, publicada por el Groupe d’études géopolitiques. Inicialmente en francés, hace un par de meses empezó a ser publicada también en español. Con la participación de muchos intelectuales de nuestro tiempo, la revista se propone “reconciliar el tiempo del tweet con el tiempo del libro”.

Si bien los artículos están enfocados en la sociedad francesa y en la Unión Europea, los contenidos son de gran interés general. Por ejemplo, en su columna de Milenio, Gil Gamés rescata un escrito reciente de Jaques Attali, un autor que yo llamaría de culto, en el sentido de que todo lo que escribe hay que leerlo.

Durante la universidad, tuve mi primer lectura de Attali con el libro Milenio, escrito en el lejano 1990. Ahí el autor empieza diciendo que “entramos en una periodo radicalmente nuevo: la historia se acelera, los bloques se disuelven, la democracia gana terreno, surgen nuevos actores y nuevas posturas…nos encaminamos hacia un mundo hiper industrial, en fuerte crecimiento, dominado por dos espacios rivales: el espacio europeo y el espacio del Pacífico. Dos espacios integrados donde las potencias económicas sustituirán a las potencias militares, ambas en decadencia. La economía mundial se animará por una demanda de objetos nuevos que cambiarán completamente nuestros modos de vida, y que yo llamo objetos nómadas, porque serán portátiles y permitirán cumplir lo esencial de las funciones de la vida sin tener ya lazo fijo”.

Aunque atina al decir que el espacio del Pacífico será predominante, falla porque señala que esa potencia sería Japón, mientras que el espacio europeo se consolidó pero no de la forma tan trascendente como prevía.

Lo que me parecía más fascinante era el hecho de abordar los objetos nómadas: música, comunicaciones, alimentos. No es que adelantara la llegada del Iphone o del Ipod ni del metaverso (ni en Volver al futuro lo lograron) pero sí vislumbra la tendencía hacía un nuevo siglo donde predomine la levedad, rapidez, exactitud, visibilidad y multiplicidad (sí, las Seis propuestas para el próximo milenio de Italo Calvino). A diez años del año 2000, Attali veía en el mercado y la democracia el futuro de la sociedad.

El porvenir se convierte en una constante dentro de la obra de Attali. Ya sea en Fraternidades: una nueva utopía o en Breve historia del futuro, las ideas vuelven una y otra vez: tras la caída de la URSS las tensiones se trasladaron entre dos aliados que se necesitan: la democracia y el mercado.

En Fraternidades pone conceptos como el bunker de los ricos, la explosión de la pobreza, la dictadura del mercado o la asfixia de la democracia. Sin duda, quien iba venciendo era el mercado.

En Breve historia del futuro, el 2050 no será muy diferente: el mercado y la democracia se expandirán por todos los países, al tiempo que las dictaduras desaparecerán, “pero la precariedad y la deslealtad serán habituales; el agua y la energía empezarán a escasear, y las condiciones de vida a las que estamos acostumbrados podrán verse amenazadas; las desigualdades y las frustraciones se agravarán; los conflictos se multiplicarán y empezarán a tener lugar grandes movimientos de población. Hacia el 2050, el mercado, que por naturaleza carece de fronteras, vencerá la democracia, institucionalmente circunscrita a un territorio”. Nuevamente mercado y democracia.

La gran crisis financiera de 2008, que terminó siendo económica, vino a reforzar el pesimismo de Attali sobre el predominio del mercado sobre la democracia. En ¿Y después de la crisis qué…? el mercado, en lugar de debilitarse, termina siendo fortalecido a expensas de la democracia. El discurso sobre las bondades de la democracia liberal se resquebrajó.

“La ideología, que sirve para asentar el poder de un grupo, no perdura si no tiene la capacidad de explicar a la gente el sentido de sus vidas, si no logra otorgar, aún a los que sufren, una razón para trabajar. Hoy en día, la ideología liberal tiene serias dificultades para hacer creer que el capitalismo beneficia a todos y no sólo una pequeña minoría”.

El rescate de los bancos significó una derrota para esa democracia liberal. ¿Acaso tenemos otra opción que no sea democracia y mercado? Para Attalí no la hay. En el escrito recién publicado, al cual hago referencia al inicio del presente artículo, “La sociedad de la vida” como concepto estratégico, la sociedad contemporánea enfrenta diferentes amenazas: crisis climática, hambruna mundial, escasez de materias primas estratégicas, una guerra nuclear con Rusia, otra pandemia, nueva crisis financiera, crisis política global. Todas las amenazas las hemos analizado en este espacio de una u otra forma.

En este entorno, la primera perjudicada por las amenazas mencionadas es la democracia, sobre la cual pesarán conductas “iliberales”, que no son más que la antesala del totalitarismo. Una democracia debilitada perderá los débiles controles que tiene ante un mercado globalizado, lo que llevará a un mundo en caos con el superpoder del mercado (en el entendido de que las amenazas no acaben con la vida y el orden).

Ante el escenario catastrófico, la solución la plantea Attali con la instauración de “la sociedad de la vida” bajo una premisa, “el mercado, como la democracia, sigue siendo un procedimiento insustituible”. No se trata de ver al mercado como ese ogro egoísta (lo contrario al “Ogro filantrópico” de Octavio Paz) que hoy está interesado en la ganancia por la ganacia misma, sino entender que “el mercado es la forma menos trágica de gestionar la escasez de bienes privados”.

Tampoco hay que ver a la democracia como el sistema que ha fracasado en llevar libertad e igualdad a las sociedades, porque “la democracia es la forma menos totalitaria de gestionar la escasez de bienes públicos”. Tenemos que empezar a gestionar el mercado y la democracia no solo en torno a las demandas presentes, sino pensando en las generaciones futuras.

Un primer paso sería estimular actividades no mercantiles: deportes, artes, culturam ocio. Actividades que generen identidad en torno a la sociedad misma. Orientar al mercado hacia actividades que generen bienestar futuro como la salud, la alimentación, la educación, las energías renovables, etc. Dejar atrás la “economía de la muerte”: energías fósiles como petróleo y carbón, así como la industria de los azúcares artificiales y otras similares de la industria alimentaria.

La propuesta que plantea Attalí para lograr lo anterior es “una economía de guerra al servicio de la sociedad de la vida”. Como sabemos, en épocas de guerra los países tienen que priorizar de forma distinta a los tiempos de paz.

En el caso de las economías, se da una reconversión industrial obligatoria para surtir de materiales a los elementos del ejército, así, si una empresa se dedicaba a crear ropa de moda, se ve obligada a fabricar uniformes militares. En este sentido, Attalí señala que “debemos transformar nuestro aparato industrial para producir a marchas forzadas los medios de la economía de la vida y reorientar los sectores de la economía de la muerte”. De manera equivalente, como si fueran tiempos de guerra, los gobiernos deberían obligar al mercado para que se enfoque en energías limpias o en lograr la autosuficiencia agroalimentaria.

Y como no hay democracia sin ciudadanos, bueno, corrijo porque Victoria Camps ha analizado este problema en su libro Democracia sin ciudadanos, como no debería haber democracia sin ciudadanos, hay que poner nuestra parte desde la sociedad porque como dice Attalí “si el sistema escolar va mal, se debe en gran medida a los padres, profesores y alumnos, y no solo a los presupuestos y programas; si el sistema de salud va mal, no solo es por la negligencia de los gobiernos sino por la falta de higiene, de práctica deportiva, de la desastrosa alimentación” .

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