Desde la butaca: El Padrino

Tabula Rasa

(LeMexico) – Esta semana es de cine. Gilles Lipovetsky y Jean Serrov, en La pantalla global, nos cuentan que el cine ejerce “una de sus grandes funciones sociales. Nutriendo con sus relatos la necesidad humana de otros mundos, crea vínculos entre las personas, cumple su especificidad original, que era reunir en una misma sala a personas diversas que levantan la mirada hacia la misma pantalla”. El cine nos une en la distancia y en el tiempo.

El domingo se cerró el ciclo de premiaciones a lo mejor del cine 2021-2022, con la ceremonia del Óscar. Al ver las nominadas, uno se pregunta ¿cuál de estas películas seguirá siendo recordada dentro de 50 años? La pregunta viene a colación porque justo este mes se están cumpliendo 50 años del estreno de El Padrino, la que Stanley Kubrick consideraba posiblemente la mejor película jamás filmada, según confesara en alguna entrevista. Siempre en el top de cualquier listado a lo mejor del cine, El Padrino no deja de estar presente para muchas generaciones.

A diferencia del Ciudadano Kane, la mejor película de todos los tiempos para los críticos por sus aportaciones narrativas, uso de cámaras, etc, El Padrino es una referencia popular pese a ser una película sobre mafiosos. Tan es así que hay un antes y después, cuando por ejemplo nos enteramos que de los 1.700 títulos de películas sobre mafia que tienen registrada la principal base de datos cinematográfica de Internet, solo un centenar son anteriores a 1972, el año de su estreno.

La historia detrás de la filmación de la película merece un relato aparte. Desde que el director Francis Ford Coppola era un novato que no quería dirigirla y al final excedió el presupuesto e impuso su voluntad para que actuaran el entonces desconocido Al Pacino y un grandioso pero problemático Marlon Brando (para muchos el mejor actor de la historia), hasta las amenazas de la mafia para que no se filmara la película, tal y como lo cuenta Peter Bart en El secreto de los filmes que triunfaron. Dice Fernando Savater en su libro Misterio, emoción y riesgo (donde recorre toda su nostalgia cinematográfica), que “todas las grandes obras literarias o cinematográficas son a fin de cuentas documentos sociales, políticos, psicológicos… siempre observados o absorbidos de lo que sucede en el mundo, nunca inventados”. Bajo esta premisa, la insólita actualidad de El Padrino, novela de Mario Puzzo publicada en 1969, cuya acción está ambientada entre los años 1945 y 1955, se da porque, en el fondo, las motivaciones y reacciones de los personajes son una constante en el tiempo.

El Padrino es recordada por una gran cantidad de frases célebres que ya forman parte del imaginario popular y nos sirven para entender la realidad política. En este sentido, al igual que grandes obras filosóficas, pero sin llegar a crear categorías analíticas, de los diálogos se desprenden elementos de entendimientos porque al hablar de la importancia del cine, nos dicen Manuel Alcántara y Santiago Mariani en La política va al cine, “se refiere a la penetración y la influencia por parte de la política en la realidad social y a la imposibilidad de entender esta realidad sin las formas en que el cine la interpreta, la presenta y la (re-significa)”. El cine como un ciclo de representación de la vida misma y de su reinterpretación a partir de su exposición.

Ahora bien, El Padrino ha dejado una huella perdurable y genera un constante análisis desde muchas áreas del conocimiento. Desde la primera escena cuando Bonasera dice “Creo en América” pero solicita la ayuda del mafioso para encontrar la justicia que el sistema legal le niega, entendemos que existen fuerzas poderosas que ejercen funciones de juez y policía que van más allá de las autoridades legales. Y que al sentirse excluidos por el sistema, las personas acuden a los poderosos, aún y cuando sean delincuentes, o mafiosos en la película. Así, la respetabilidad de Vito Corleone, el padrino, le viene porque lo consideran una persona justa.

No olvidemos que Vito Corleone recorrió un largo camino para llegar a ser el Don. De hecho, la novela inicia con una cita de Balzac, “detrás de toda gran fortuna, existe un crimen”, y la carrera criminal de Corleone inicia con un crimen (tal y como lo narra la novela y lo retoma Coppola para El Padrino II, cinta aún más soberbia) donde lo importante era el negocio, así como lo expresa Tessio cuando le dice a Tom Hagen, “dile a Michael que eran solo negocios”. Así, se borran las líneas de la amistad y la traición, y como El Príncipe, se vuelve una cosa amoral, donde lo que importa es el objetivo: para Maquiavelo era la preservación del principado, en El Padrino, son los negocios.

Aludir a la obra más famosa de Maquiavelo no es casualidad, es quizá la reflexión más inmediata y natural. De hecho, para Fernando Barrientos del Monte, en Maquiavelo en el cine. Mito y distorsión de la imagen del poder, señala que las similitudes entre El Príncipe y El Padrino son la equivalencia de las épocas por las “turbulentas controversias políticas, conspiraciones y tradiciones personales”.

El poder de Don Corleone se basaba en su “capacidad” para negociar. Quizá la frase más famosa sea la de “le haré una oferta que no puede rechazar”, donde se obliga por las buenas o por las malas a aceptar un trato en específico. Que el productor de cine Jack Woltz, al rechazar la oferta de Don Corleone, descubre aterrado que amanece la cabeza de un caballo pura sangre en su cama, no es más que la visibilidad de otra máxima de Maquiavelo: el Príncipe debe ser temido. De tal forma que el terror hace que no rechace su oferta, así “la crueldad puede ser útil si no se vuelve a usar”, como lo dice Maquiavelo.

Pero no solo es Maquiavelo, también encontramos rasgos de otros filósofos. Sollozzo busca a Don Corleone porque tiene amigos políticos poderosos, porque sabe que no cobra los servicios sino que pide que recuerden que les hizo un favor (como lo dejaría más claro un joven Vito Corleone en El Padrino II). Francesco Giuicciardini, en Aforismo políticos y civiles, habla de la importancia de los amigos, “no perdáis la ocasión de hacerlos cuando sea posible pues los hombres enfrentándose a menudo, y los amigos sirven”. Al igual que Baltazar Gracián, en Oráculo. Manual y arte de la prudencia, reconoce que “todo amigo es bueno y sabio para el amigo”.

En el actuar de Don Corleone, los amigos están para ayudarse, y hacerse favores entre sí. Michael dice que “mi padre no es diferente a cualquier hombre poderoso o cualquier hombre con poder, como un presidente o senador”. Los clásicos de la filosofía política, como hemos mencionado en otras entregas, lo son porque ayudan a entender el mundo, incluso en tiempos tan convulsos como los actuales. Por ejemplo, cuando Thomas Hobbes, en el Leviatán, dice que el gobernante debe “hacer cualquier cosa que considere necesario, ya sea por anticipado, para conservar la paz y la seguridad”, es algo que aplica Don Corleone, al llegar a un acuerdo con las 5 familias, aún a costa de un eventual debilitamiento y olvidarse de querer vengar la muerte de su hijo Sonny.

La guerra entre familias mafiosas o entre países es el último recurso, porque como lo explica Sollozzo: “la sangre es muy cara”. El accionar de Don Corleone, y luego de su hijo y futuro Don, Michael, no se alejan mucho de lo que otros han dicho. Por ejemplo, Fadrique Furió Ceriol, en El Concejo y los consejeros del príncipe, dice que se debe instalar un Consejo de paz “para mirar con quien romper guerra, con quien hacer alianza, con quién conservar amistad” y un Consejo de guerra para “no solo defendernos sino fatigar y vencer al enemigo”.

Al acercarse el inevitable enfrentamiento con las otras familias, lo que significará entrar en guerra, Michael prescinde de los consejos de su Consigliere, su hermano Tom, porque lo considera bueno para tiempos de paz, pero para tiempos de guerra se necesita otra persona. En este punto, recuerda a Cicerón en Sobre los deberes, cuando apunta que “al emprender la guerra déjese bien claro que únicamente se busca la paz”, aunque sin olvidar lo que señala Maquiavelo de que “El príncipe debe estar preparado para la guerra”. Los Corleone aceptan la paz, de hecho saben que nunca es permanente, mientras se preparan para arrancar una guerra.

En fin, la riqueza conceptual de El Padrino es mucha, de la forma en que le cine es un medio para expresar emociones. Habrá películas realizadas solo para entretener, habrá otras a las cuales admirar por sus proezas técnicas y tecnológicas, y siempre habrá espacio para aquellas que cuentan historias que buscan desentrañar lo que hay dentro de las personas o dentro de las sociedades. El cine es, pues, el maravilloso mundo donde todo es posible.

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