Los motivos de la guerra

Tabula Rasa

(LeMexico) – Nuestras generaciones son, mayoritariamente, hijas de tiempos de paz. Aunque nos ha tocado ver algunas guerras, éstas han sido en regiones demasiado distantes a nosotros o, cuando han involucrado a alguna de las grandes potencias, las demás no han intervenido en sentido contrario. Así podemos recordar la guerra de Vietnam, la guerra del Golfo, la guerra de los Balcanes, la guerra de Afganistán, etc. Lo más cercano a un conflicto entre potencias lo conocemos por los libros de historia.

En sus 21 lecciones para el siglo XXI, Yuval Noah Harari menciona en un capítulo de que “por desgracia, aunque las guerras sigan siendo un negocio improductivo en el siglo XXI, esto no nos da una garantía absoluta de paz. Jamás debemos subestimar la estupidez humana. Tanto en el plano personal como en el colectivo, los humanos son propensos a dedicarse actividades autodestructivas”. Esta semana ha cobrado actualidad su pesimismo. Décadas de mantenimiento de la paz en Europa pueden venirse abajo.

Ya lo vislumbraba Donald Kagan, el autor de un libro imprescindible para estos tiempos que estamos viviendo: Sobre las causas de la guerra y la preservación de la paz, (publicado en 1995), cuando nadie sabía de la existencia de Putin: “Tampoco las actuales dificultades de Rusia deben entregarnos hasta el punto de no apreciar su fuerza intrínseca en pedirnos ver, con certeza, que emergerá, más tarde o más temprano, en la escena mundial con una gran potencia con deseos de objetivos propios, no necesariamente compatibles con los de otras naciones o con el status quo”. La cuestión Rusa, al igual que la China, era cuestión de tiempo.

Han sido distintos los pretextos expuestos por Rusia para invadir Ucrania, aunque sin abordar los verdaderos motivos. Desde el apoyo a fuerzas independientes prorusas porque “sufren persecución y genocidio”, hasta la de hacerlo por convicción moral para la “desmilitarización y desnazificación” de Ucrania. Los motivos más realistas son cuando Vladimir Putin ha aludido el temor de que en caso de que Ucrania forme parte de la OTAN, la seguridad de Rusia se vea comprometida, eso aunado (y es una interpretación mía) a la deshonra de que otro país europeo que fuera una república perteneciente a la extinta URSS, se una con los viejos enemigos. Ahora bien, la rápida incursión rusa bien pueden encontrar resistencia si no toman en cuanta lo que dice MacMillan:

“Donde tanto individuos como grupos luchan por miedo a un peligro inminente, a lo que pueda pasar en el futuro, incluso si no han sido atacados. Y también luchan para defender aquello que les es querido: posesiones, patria y familia”.

Más allá de la validez de los motivos que llevaron a Rusia a la invasión de Ucrania, lo cierto es que, a lo largo de la historia, las guerras han estado presentes y sus motivos han sido muy variados: desde los dioses del Olimpo que juegan con los humanos e incitan a que Paris rapte a Elena y ocasione la Guerra de Troya, a las ambiciones de Macbeth y Ricardo III que narra Willian Shakespeare; de las causas religiosas que llevaron a Ricardo I a dejar Inglaterra y embarcarse en las Cruzadas a la guerra entre Estados Unidos y España impulsada por la prensa manipuladora de William Randolph Hearst. Ya sea que tomemos casos reales o ficticios, la única constante es, como señala la gran historiadora, Margaret MacMillan, en su libro La guerra. Cómo nos han marcado los conflictos, “los soldados mueren, los barcos se hunden, la ciudades, pequeñas y grandes, son saqueadas y los civiles sufren, siempre”.

Siguiendo a MacMillan, en el análisis de los motivos que pueden llevar a la guerra señala que “los seres humanos inician guerras por lo que Hobbes llamaba nimiedades: una palabra, una sonrisa, una opinión distinta, o cualquier otro signo de menosprecio, ya sea directamente de su persona o por reflejo en sus afines, amigos, nación, profesión o nombre”. Pero los anteriores no son los únicos motivos, ya que más adelante señala que “vemos que existen muchas razones distintas para la guerra en diferentes momentos y lugares. Secuestros, romances, religión, luchas gimnásticas, conquista, imperialismo, asesinatos o farsas. Aún así, hay algunos motivos que reaparecen una y otra vez: la codicia, la autodefensa y los sentimientos e ideas”. Para ponerlo en otros términos, podemos buscar los motivos de la guerra en los celos o en la envidia, en la pasiones mismas de las personas, pero al final hay un sentido colectivo.

Historiadores como Kagan también han analizado los motivos de la guerra, expresando en coincidencia con Tucídides en que “los pueblos van a la guerra por razones de honor, temor e interés… Estos tres motivos resultan los más esclarecedores para entender las causas de la guerra a través de la historia”. A lo largo de su estudio, Kagan aborda las razones de cuatro guerras que cambiaron el destino del mundo y una crisis que casi conduce a otra guerra, basándose en los tres motivos antes señalados.

Simplificando al máximo lo postulado por Kagan, podemos decir que La Guerra del Peloponeso entre 431-404 a.c. fue motivada por el temor de Esparta de que el poderío militar de Atenas creciera tanto que los hiciera invencibles. La Segunda Guerra Púnica de 208-201 a.c., fue motivada como consecuencia de la derrota de Cartago y el juramento de un joven Aníbal a su padre de que por honor vengaría la derrota. El interés del Imperio Alemán para constituirse en la mayor potencia europea llevó al continente a la Primera Guerra Mundial de 1914-1918, mientras que salvar la honra perdida por los Tratados de Versalles llevaron a la Segunda Guerra Mundial de 1939 a 1945. La Crisis de los Misiles en Cuba en 1962 fue un juego de vencidas de la URSS para imponer condiciones de equilibrio disuasivo en torno a las capacidades nucleares.

Incluso, llevando los motivos a otros escenarios, Dominique Moïsi en La geopolítica de las emociones habla de que se pueden distinguir tres emociones primordiales que dominan a las sociedades: el miedo, la esperanza y la humillación. A partir de estas emociones es que se van tomando acciones. En este sentido, se puede interpretar que si un país, para tomar el caso actual, que ve cómo su antiguo imperio ha sido mermado, actuará con base en una emoción de humillación.

Ya sean los motivos de la codicia, la autodefensa y los sentimientos e ideas, o los motivos de honor, temor e interés, lo cierto es que la guerra ha sido una constante en la historia para la cual solo se tienen dos opciones, de acuerdo con Kagan, “o se busca evitar la crisis trabajando para por preservar la paz y así se actúa de manera realista mientras que hay tiempo, o se elude la responsabilidad hasta que no hay otra opción que la guerra”. Queda claro en estos momentos que Rusia se ha preparado para la guerra, lo que no sabemos si también lo estarán los países europeos.

Por un momento, el mundo parecía seguir una ruta hacía la vida en paz, tal y como lo señala Steven Pinker en su monumental libro Los Ángeles que llevamos dentro. El declive de la violencia y sus implicaciones. En él habla de cómo el proceso de civilización a lo largo de los siglos había disminuido la violencia, y con ello las muertes asociadas a dicho fenómeno, y que esto se ve más claro cuando “la tendencia moral duradera del siglo XX fue un humanismo con aversión a la violencia que se originó en la ilustración”. En este sentido, con el pasar de los siglos, a partir de la Segunda Guerra Mundial el mundo cambió, por lo que “tras medio milenio de guerra de dinastías, de religión, de soberanía, de nacionalismo y de ideologías, de las muchas guerras pequeñas y de las pocas guerras horrendas, los datos dan a entender que quizá, por fin, estamos aprendiendo.”

Ese optimismo y esa fe en que las sociedades herederas de la ilustración han aprendido a evitar la guerra se topan con una realidad como lo señala Kagan cuando dice que “durante los dos últimos siglos, los optimistas y los pesimistas han pronosticado el fin de la guerra, con diferentes argumentos. Se han equivocado. Al creer y desear el progreso, olvidan que la guerra ha formado parte persistente de la experiencia humana desde antes del nacimiento de la civilización”.

Es por eso que los últimos acontecimientos nos acercan más a la estupidez humana de la que hablaba Harari. Por tal razón, la historia nos demuestra que por mucho que prevalezcan las buenas intenciones, al final siempre habrá algún motivo para la guerra, y seguiremos cantando una y otra vez la canción de Bob Dylan, Blowing in the wind: “Cuántas veces deben volar las balas de cañón, antes de ser prohibidas para siempre… Cuántas muertes serán necesarias, antes de que él (el ser humano) se de cuenta, de que ha muerto demasiada gente. La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento”.

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