La Derecha Obsoleta

(LeMexico) – A propósito del crecimiento de los gobiernos de izquierda en el continente, el politólogo peruano Alberto Vergara, en el diario El País, sostiene el argumento de que la derecha se ha quedado en el pasado. El tema no es fundamentalmente que la izquierda haya ganado el debate, sino que la derecha no entendió la voluntad de cambiar de una población en la que persisten carencias muy graves. La derecha se mantiene en el discurso del anticomunismo, la desregulación económica, los valores tradicionales y la idea que de los logros personales están basados en un asunto meramente individual, y no en la complejidad de las estructuras sociales.

La desigualdad importa. No es solamente cuestión de combatir la pobreza, de generar empleo o de mejorar marginalmente el acceso a cierto tipo de satisfacciones. De hecho, el punto central es cómo lograr disminuir la desigualdad. Si es por medio de transferencias, de servicios públicos, de educación, de mayor competencia, etc. Lo que no es posible es que el crecimiento económico no sea incluyente o asumir que la riqueza a la que pueden acceder las personas se deba exclusivamente a su esfuerzo o mérito. El fomentar el emprendimiento y liberalizar mercados no es una salida para combatir la desigualdad económica y social.

La discriminación y la exclusión afectan la condición económica de las personas. Las brechas de género, el racismo, el clasismo y la homofobia son factores que determinan o afectan de manera importante la calidad de vida y la condición económica de las personas. Las agendas de género, la interrupción legal del embarazo, las cuotas, las legislaciones en contra de la discriminación racial, el reconocimiento a los distintos tipos de familias, la construcción y adecuación de espacios públicos y transporte accesible son fundamentales para reducir la desigualdad y construir una sociedad justa.

El ingreso tiene que ser gravado de manera progresiva. Los impuestos deben ser sencillos, su labor fundamental es generar recursos para el estado y deben de ser diseñados para afectar lo menos posible la actividad económica. Pero también deben de servir como mecanismos de contención contra la desigualdad. No es válido que grandes empresas y multimillonarios utilicen sus capacidades para pagar tasas marginales efectivas menores que el resto de la población. Tampoco lo es que la propiedad no sea gravada a estándares internacionales, de manera progresiva. De hecho, es necesario establecer un piso mínimo de impuestos a empresas con altos ingresos, gravámenes a las herencias y al patrimonio de los multimillonarios.

No se está planteando un modelo comunista, tampoco el fin del capitalismo. Pero sí, otro enfoque del mismo, es decir, la generación de riqueza sujeta las restricciones ambientales, la correcta operación de los mercados y el libre comercio son necesarios para satisfacer las demandas de los ciudadanos. Pero el mercado tiene límites para lograr los objetivos públicos, como reducir la desigualdad y potenciar derechos, como el acceso a la salud, la educación, el empleo o la vivienda. Para ello, se requiere de una regulación estatal fuerte y sofisticada. Un balance estado-mercado, en donde el Estado anteponga las condiciones de regulación del mercado para satisfacer las necesidades básicas de la población y reducir las brechas de desigualdad.

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