Música y sociedad

Tabula Rasa

(LeMexico) – Por alguna ignota razón, a las personas les da por clasificar y hacer listados de todo lo que a nuestro juicio entra en la categoría de los mejores, o peores: restaurantes, ciudades, películas, jugadores, presidentes, etc. Y cada una de estas listas son objeto de discusiones, debates y sobre todo, controversias. Siempre habrá coincidencias y rechazos.

Quizá la persistencia de estos listados, nos dice Umberto Ecco en El vértigo de las listas, sea porque “la búsqueda de listas ha constituido una experiencia muy excitante, no tanto por lo que hemos podido incluir como por todo aquello que debemos excluir”. Es decir, termina siendo un juego donde la lista de descartados es más grande que la de seleccionados.

Lo anterior viene a correlación porque la semana pasada la revista Rolling Stone en su edición de Estados Unidos publicó un listado con las 500 canciones más grandiosas de la historia (aunque no se especifica, se toman como base canciones de los años 50). Para elaborar el listado se recurrió a la opinión de 250 artistas, músicos y productores. Este es un nuevo listado que actualiza el elaborado en 2004 fueron 172 personas las que participaron con su opinión. Lo primero que uno pudiera pensar es que es un asunto frívolo y banal, cuando la sociedad pasa por múltiples problemas. Sin embargo, no necesariamente es así.

Veamos. La música es una alfombra máquina que nos lleva de paseo a distintos lugares. Nos puede trasladar a las salas de música, conciertos, estadios, fiestas familiares, etc. La música sirve para relajarnos con un buen soneto o llenarnos de energía y hacernos bailar, cantar, soñar. Algunas canciones nos llevan a etapas donde la vida nos parecía tan fácil, cuando con compartíamos fiestas con los amigos. Ciertas canciones irán para siempre acompañada del recuerdo de una persona en especial y otras también nos recordarán etapas de tristeza.

Incluso, nos dice Juan Rogelio Ramírez Paredes en el artículo Música y sociedad: la preferencia musical como base de la identidad social, que “las identidades sociomusicales poseen características específicas en su sentido de pertenencia, grado de compromiso, relación con la alteridad, presentación pública, memoria histórica, espacios sociales y prácticas colectivas que denotan una clara definición identitaria”. Así, qué mejor ejemplo que los mexicanos cantando a José Alfredo Jiménez.

La música nos acompaña a todas partes: en la casa, en el transporte, en los elevadores. También se hace presente en la mayor parte de las películas, y no solamente para los musicales, convirtiéndose la música en un actor más. Por ejemplo, una escena de lo más común, una mujer nadando en el mar, al agregarle música en tonos graves, empieza a generar un ambiente de que algo malo está por suceder, como lo podemos ver y sentir en la película Tiburón. O como en Psicosis, donde los agudos sonidos de cuerdas vuelven más impactante e inolvidable la famosa escena del asesinato en la ducha. Ejemplos como los anteriores sobran.

Pero la presencia e importancia de la música no es nueva. Si bien hoy la música es considerada un asunto menor, y sobre todo una cuestión comercial, eso no implica que así haya sido siempre. Platón en La República ya hablaba de la importancia de la música cuando apunta que “la educación musical es de suma importancia a causa de que el ritmo y la armonía son lo que más penetra en el interior del alma y la afecta más vigorosamente, trayendo consigo la gracia, y crea gracia si la persona está debidamente educada”. Es decir, la música no era solo diversión o entretenimiento como lo es hoy, sino que era considerada como algo fundamental para el desarrollo de las personas.

Otro aspecto importante es que la música tiende a ser un reflejo de su sociedad, de sus tiempos y temores. Si bien “todos escuchamos la música según nuestras personales condiciones” como nos lo dice Aaron Copland en Cómo escuchar música (fenomenal libro si es que alguien quiere entender la estructura de la música, el acomodo de las orquestas sinfónicas en el escenario, etc), la música no deja de ser, como lo explica Jacques Attali en Ruidos. Ensayo sobre la economía política de la música, “una realidad social, cultural e histórica”. No existe música fuera de la sociedad. Por lo tanto, es posible aceptar que la música es un lenguaje social especial. En este sentido no hay música buena o mala bajo el rasero social (a diferencia de los criterios musicales como el ritmo, melodía, armonía y timbre, donde sí se pueden establecer diferencia).

Regresemos al listado de las 500 canciones más grandiosas y veamos qué tanto refleja a la sociedad. En 2004, predominaban las canciones de los años 60 y 70. Es más, dentro de las primeras 50, las canciones más recientes eran Smells like teen spirit de Nirvana y One de U2 de 1991. Es decir, la elección de temas reflejan una nostalgia de que los tiempos (musicales) pasados eran mejor que los presentes. Recordemos que eran los temerosos años posteriores al ataque a las Torres Gemelas.

Para el listado aparecido en estos días, la canción más reciente, dentro de las primeras 50, es Alright de Kendrick Lamar de 2015. Otro punto interesante es que el listado incluye canciones de todo tipo de género en los Estados Unidos: rock, el rhythm and blues, el soul, el hip hop, el house, el techno, el heavy metal y el country, y que en esta ocasión se incluyen 7 canciones “latinas”, incluyendo dentro de las primeras 50 a Daddy Yankee con Gasolina, considerada la pionera del reggaetón.

Junto con la música latina, llama la atención que se considere como las dos primeras canciones más grandiosas a Respect, de Aretha Franklin, un tema que ha tomado como bandera el movimiento feminista, y a Fight the power de Public Enemy, una canción considerada lema de la lucha por los derechos de los afroamericanos,. Aunque las canciones no son recientes, han recobrado el significado e importancia dentro de los tiempos de Me too y de Black lives matters.

La presencia del tan criticado reggaetón nos habla de su impacto, más allá de lo musical. “Los lamentos por la decadencia del gusto musical no son mucho más reciente que la contradictoria experiencia que puso a la humanidad en el umbral de una época histórica; que la música representa al mismo tiempo la inmediata manifestación del deseo y la solicitud de su aplacamiento” nos dice el filósofo Theodor W. Adornoen su libro Disonancias. Introducción a la sociología de la música. Así que, la música la debemos de ver más allá de nuestros gustos musicales y abordarla desde el entendimiento social.

Lo único cierto es que, como señala Ramírez Paredes, “la música tiene sexo, edad, clase social, etc., pero los gustos no se derivan sólo de nuestras identidades sociales, también son parte de su proceso de construcción. En ese sentido, es hasta posible dividir una sociedad musicalmente, aunque puedan usarse criterios distintos para ello”. Por consiguiente, la música no solo es un gusto personal o colectivo, sino que es una expresión más de la identidad de una sociedad de las épocas vividas.

Si bien en México no se ha elaborado un listado similar para ver los cambios en cuanto a los gustos musicales a lo largo de los años, donde, como en los EU, algunas canciones fueran revaloradas y otras desechadas, sí podemos hacer una primera aproximación de la sociedad. Por ejemplo, los conservadores años 60 consideraban rebelde a la juventud que escuchaba el rock and roll de Enrique Guzmán.

Los años posteriores al 68 nos trajeron canciones de protesta y a los Three Souls in mi Mind (los precursores del TRI). En los 70 predominaba la música impuesta por la televisión y los programas de Raúl Velasco enfocada en la balada. Los 80 trajo una liberación con la aparición del rock en tu idioma, y así nos podemos llegar hasta esta época y preguntarnos el por qué del impacto del reggaetón.

Finalmente, en este constante proceso de construcción y deconstrucción de la música y sus significados, nos dice Bob Stanley en Yeah! Yeah! Yeah! La historia del pop moderno que “la música, como en el siglo XIX, antes de Edison, no está encerrada en los discos, sino que flota en el ambiente. Toda la era del pop moderno está al alcance de quien lo quiera disfrutar, hurtar, difundir, recopilar y antologizar: un rompecabezas infinito de piezas intercambiables a disposición de las generaciones venideras” y cada generación va armando este rompecabezas de acuerdo con su tiempo y circunstancia, y en cada listado vemos reflejada el momento que vive nuestra sociedad.

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