Pirinola electoral

Tabula Rasa

(LeMexico) – Recién el Instituto Nacional Electoral publicó los resultados oficiales de la elección del pasado fin de semana en México para elegir a diputados federales.

Un primer dato nos arroja que se tuvo una participación del 52.6% de la ciudadanía, lo que coloca a 2021 como la segunda elección intermedia con mayor porcentaje de participación desde 1997 cuando salió a votar el 57.6% de los electores. En contraparte, los resultados de las elecciones a medio sexenio en los años 2003, 2008 y 2015, los porcentajes de participación electoral fueron de 41.1%, 44.6% y 47.7% respectivamente.

Una interpretación puede ser que 1997 fue una excepcionalidad y que debemos considerar a 2003 como el año base para el cálculo, y que a partir de ahí se ha crecido un 3% y ahora se incrementó un 5%. Cabría esperar que dentro de la normalidad democrática las cifras de participación se estabilizarán en cerca del 50%

Cabe señalar que cuando se maneja el dato de que las últimas elecciones (no importa el año en que se celebren) y se dice “han sido las mas concurridas en la historia” se hace referencia al número de electores participaron, los cuales año con año van creciendo de la misma forma en que crece la población. Por eso la forma adecuada de comparar diferentes elecciones no es por el número de votos sino por el porcentaje de la población registrada para votar.

También se debe señalar que no se deben comparar elecciones intermedias, como la de este año, con las que eligen al presidente de la República, porque estas elecciones siempre tienen mayor participación. Este comportamiento diferenciado no debe pensarse como algo único, como otra expresión de la falsa “excepcionalidad mexicana”, sino que es algo común en todos los países democráticos.

Otro dato importante es la forma en que se han dado los resultados electorales en las elecciones intermedias. En 1997 el PRI siendo el partido en la Presidencia de la Republica, obtuvo el 48.6%, perdiendo la mayoría absoluta por sí solo. En 2003, gobernando el PAN a nivel federal, los votantes favorecieron a ese partido como mayoritario, pero con el 30.7% de la votación. Para 2009, nuevamente con el PAN en el poder, el partido en el poder fue desplazado como primera fuerza en la Cámara de Diputados al obtener el PRI la mayoría relativa con el 36.6%. El PRI ganaría la presidencia en 2012 y en 2015 ganaría la mayoría relativa con el 30.6%. 

Como podemos ver, de 5 elecciones federales intermedias, sólo en una, la de 2009, el partido en el poder no obtiene la mayoría. Otra observación, en ninguna de las elecciones anteriores un partido político logra por sí mismo la mayoría calificada, esto es, más del 50% de los votos. Cabe señalar que el porcentaje de votos no necesariamente se traduce en diputaciones, sino que puede haber algunas variaciones. 

Podemos observar que se repitió la tendencia de que el partido en el poder obtiene la mayoría en la elección intermedia. Los porcentajes de votación de manera individual, sin considerar las alianzas arrojan que Morena logra el 13.4%, un 7.8% para el PAN, un 7.0% para Movimiento Ciudadano (MC), un 5.5% para el PRI, un 2.7% para el PES, un 2% para el PVEM, un 2.4% para Fuerza México, un 1.7% para Redes Sociales Progresistas, un 1.1% para el PT y un 0.5% para el PRD. A los anteriores porcentajes, exceptuando los partidos con registro más reciente, quienes por ley no pueden asociarse en su primera elección federal, tenemos que la alianza PAN, PRI y PRD se llevó el 25.7%, mientras que la alianza Morena, PT, PVEM obtiene el 26.1%.

Segundo, si sumamos los porcentajes de votación de Morena con los de la alianza con el PT y el PVEM, se obtiene el 39.5%, el segundo rango más alto desde 1997 y muy cercano a lo que obtuvo el PRI como oposición en 2009. Con este resultado, tenemos que en las de las últimas 5 elecciones intermedias, el partido en el poder obtiene una mayoría relativa. El total del bloque oficial, sumando los porcentajes en solitario y en alianza, se obtiene el 42.6%, mientras que el bloque opositor sumó 39.5%. En este caso, el 7% de los votos obtenidos por MC (y de paso el PVEM por su constante cambio de socios electorales) lo convierten en un partido importante porque tiene posibilidades de coalición y posibilidades de chantaje a la hora de votar en el Congreso. A reserva de ver la traducción de votos obtenidos en escaños otorgados, el MC crece como fiel de la balanza.

Aún faltando el conteo final e impugnaciones a nivel estatal y municipal, podemos contabilizar que de las 15 gubernaturas en disputa, Morena gana en 11 de ellas, 1 MC, 1 el PVEM y 2 el PAN. De estas 15 gubernaturas en disputa, sólo en 3 repitió el partido que estaba en el poder, en las restantes 12 hubo alternancia. De las capitales en juego, Morena, de forma solitaria o en alianza con otros partidos, se perfila para ganar Tijuana y Culiacán. PAN, PRI y PRD solos o en alianza con otros partidos llevan delantera en Toluca, Querétaro, Puebla, Morelia, Guanajuato, Cuernavaca y Hermosillo. MC se quedaría con Monterrey y Guadalajara.

Lo que sucedió en las elecciones es como en el tradicional juego de la pirinola, donde todos ganan o todos pierden al mismo tiempo. No fue un juego de suma cero donde lo que gana uno de los participantes lo pierde el otro. Si queremos ver el lado negativo de las elecciones, a nivel federal Morena y sus aliados pasarán de 334 diputados se calcula, que Morena pasará a 279 diputados, perdiendo con esto la mayoría calificada (una anomalía de acuerdo a los datos que mencioné al inicio de este artículo).

En lo que corresponde a las gubernaturas, quienes pierden son la oposición, especialmente el PRI que en las 8 que compitió para refrendar el poder, en todas perdió, mientras que el PAN pierde dos y el PRD una. En ambos tipos de elecciones, quienes pierden son los partidos políticos porque ninguno de ellos es capaz de consolidarse como una fuerza electoral sin formar alianzas. Esto nos acerca más a un sistema de partidos parlamentario.

Los ganadores de las elecciones fueron Morena, porque logra obtener la mayoría relativa de forma individual y la mayoría absoluta en asociación con el PT y el PVEM. Gana Morena al obtener, hasta el momento, 11 de las 15 gubernaturas en disputa, una más si contamos la del PVEM en San Luis Potosí. Gana el presidente porque Morena crece en presencia territorial al obtener triunfos en las gubernaturas de estados del norte de la república, curiosamente, los de la costa del pacífico, se cae el mito del norte conservador y derechista.

Gana también la alianza opositora PAN, PRI y PRD porque recuperan porcentajes de votación, que se traducirán en escaños, con respecto a 2018 y le quitaron a Morena y aliados la posibilidad de reformar la constitución por sí solos. Gana la alianza opositora en las principales capitales en disputa y logran arrebatarle la mayoría de las alcaldías en la Ciudad de México a Morena, lo que no pasaba desde 1997. Además, gana al recuperar parte de la zona conurbada del Estado de México. Gana MC al obtener un par de gubernaturas.

Pero hay más ganadores. Gana el INE por hacer lo que siempre ha hecho y que se estaba poniendo en duda, dar certidumbre al proceso electoral. Ganan las personas que participaron en la instalación y conteo de votos. Ganan las mujeres porque con los requisitos para paridad en las candidaturas a gobiernos estatales impuestos por el INE, habrá más mujeres gobernando. 

Pero sobre todo, la pirinola electoral arroja que el verdadero ganador fue la ciudadanía. Esa que el discurso electoral se empeña en decir que no existe y que lo que hay es el pueblo, esa que unos califican como ignorantes y otros como influenciados por una campaña negativa. Ganó esa ciudadanía que se inconforma con los gobiernos que no funcionan, con los gobiernos que prometieron mucho y que fueron incapaces de realizar.

Gana esa ciudadanía que cada vez más opta por las alternancias en el poder cuando siente que los gobiernos no cumplen con sus trabajos. Gana la ciudadanía, porque el verdadero mensaje a los partidos y al gobierno es que deben entender que si no hacen bien las cosas, sin ningún miramiento, los van a despedir, porque como señala el genial Italo Calvino en La jornada de un escrutador, la ciudadanía ha “aprendido que los cambios en política se producen por caminos largos y complicados, y que no era cosa de esperárselo de un día para otro, por un giro de la fortuna”. 

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