Importancia de la estructura por edades de la población mexicana, en la campaña de vacunación del COVID-19

(LeMexico) – Desde el pasado mes de diciembre, ha iniciado en el país la campaña de vacunación frente al COVID-19. Este nuevo capítulo en el combate a la pandemia abre naturalmente perspectivas esperanzadoras ante la devastación económica, social y de salud que ha provocado, pero también puede representar una alternativa de renovación para mantener o reemplazar las estrategias, mecanismos de intervención, actores y políticas de comunicación, entre otras muchas opciones, que deben ser valoradas por el Gobierno de México, como directo responsable de la instrumentación e implantación de la lucha contra la pandemia y sus efectos.

La llegada de las vacunas a México ha ocurrido en un contexto complejo y difícil, que entraña una lucha global por el acceso a ellas. No está por demás insistir en el hecho de que, como en otros casos, los ganadores son, por lo general, aquellos países que invierten recursos en la investigación básica; los que son sedes de la industria farmacéutica a la que cuidan y protegen, así como aquellos que invierten en la sociedad del conocimiento, de tal manera que, el acceso a las vacunas genera tensiones y asimetrías entre el norte y el sur, el oriente y occidente.

Sería ingenuo negar esta serie de circunstancias. Sin embargo, precisamente por tratarse de un asunto de alta responsabilidad del estado, de seguridad nacional, es que el tema debe considerarse en distintos planos de la realidad: lo internacional, lo nacional e inclusive lo local, tal y como ha venido ocurriendo con la adopción de estrategias de vacunación a nivel de los municipios y las alcaldías.

No parece haber claridad en la hoja de ruta que sigue el gobierno para la aplicación de las vacunas, o por lo menos no ha sido suficientemente explícita, tratándose de un asunto de incuestionable interés general. Con excepción de las personas mayores de sesenta años, como el grupo con el que se da inicio a este proceso, no se han generado más elementos para sustentar y dar forma permanente a la campaña de vacunación. Desde luego que es irrefutable la prioridad de la población adulta mayor, no sólo por su importancia numérica, sino también por las distintas vulnerabilidades que pueden tener en relación con la presencia de comorbilidades y discapacidad; acceso a servicios de salud; condiciones de ingreso y bienestar social, etcétera. Por este conjunto de razones y otras análogas es que hay consenso entre gobiernos y organismos como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS), de que es indubitable arrancar la vacunación protegiendo a este sector.

El gobierno mexicano ha sido muy enfático al considerar la aplicación de las vacunas a toda la población, como parte sustantiva del derecho a la salud y que en eso basa su estrategia. Qué bueno que así sea. Sin embargo, quizá debido a coyunturas específicas, se ha incorporado en las primeras etapas de la vacunación a otros grupos tales como profesores, funcionarios de las brigadas de vacunación y mujeres embarazadas, entre otros. Al margen de estas situaciones excepcionales, el arranque de la campaña se ha hecho con base en la conformación de grupos etarios decenales, en el que una vez concluido el grupo de 60 años y más, seguirá el grupo de 50 a 59 años; luego el de 40 a 49; 30 a 39 el de 20 a 29, 10 a 19 y finalmente la población infantil. 

Aquí cabe destacar algunos aspectos importantes. Esta conformación de grupos decenales tiene como base la clasificación clásica de los grupos quinquenales utilizada en el análisis demográfico, simplemente que, en lugar de agrupar cada 5 edades, se agrupa cada 10. En el análisis demográfico de manera convencional se considera a las personas de 60 años y más en un solo grupo hasta la última edad registrada. Es lo que se llama el “grupo abierto”. También se debe destacar que aun cuando el esfuerzo de la vacunación está dirigido a la población mayor de edad (adultos jóvenes, maduros y mayores), en un futuro la población infantil y juvenil tendrá que ser vacunada, toda vez que se integren a las pruebas de fase tres de las distintas vacunas.

En medio de toda esta discusión, el objetivo de este trabajo es analizar la estrategia de la vacunación en México, en relación con la estructura por edad de su población. Dicho análisis permitirá identificar la magnitud del esfuerzo de vacunación que se requiere para una población del tamaño de la mexicana, así como determinadas características inherentes a cada grupo de edad que deberán ser observadas para desarrollar dicha estrategia.

En el cuadro 1 se muestran los datos relativos al esfuerzo que se habrá de emprender con la campaña de vacunación en México, tomando como base para el análisis la información del Censo de Población y Vivienda 2020 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Según los datos del censo recientemente publicados, la población total del país asciende a 126,014,024 habitantes. Sin embargo, para efectos de la campaña de vacunación, dicha población nos muestra un total de 125,740, 638 personas que deberán recibir la vacuna contra el COVID-19. La diferencia, como puede verse también en el cuadro, resulta del saldo de los no especificados que registró el censo, y que son un total de 273,386 personas. Se trata, sin duda, de un reto de vacunación impresionante, ya que, cabe recordar, México es el país que ocupa el lugar 11 a nivel mundial, por el tamaño de su población.

CUADRO 1

Población total por grupos de edad

GPOS. EDADMUJERESHOMBRESTOTAL%
0–910,281,17110,530,57320,811,74416.6%
10–1910,733,82011,016,41021,750,23017.3%
20–2910,387,80810,027,28820,415,09616.2%
30–399,581,8478,859,25618,441,10314.7%
40–498,571,3517,874,64816,445,99913.1%
50–596,708,3516,025,13912,733,49010.1%
60 y más8,139,0947,003,88215,142,97612.0%
Total*64,403,44261,337,196125,740,638100.0%
Fuente: INEGI. Censo de Población y Vivienda 2020
*No incluyen 273,386 no especificados

A partir de estos datos, es posible hacer algunas reflexiones sobre cada uno de los grupos de edad y sus repercusiones en la propia campaña. Como se sabe ésta dio inicio con la inoculación de la cohorte de adultos mayores, que suman 15,142,976 personas y representan el 12% del total del esfuerzo del proceso de vacunación. Este es el grupo etario con mayor aumento en el número de sus miembros en los años recientes.

Durante la última década, el grupo de los adultos mayores es el que tiene el crecimiento relativo más rápido. Mientras que la población de México en su conjunto creció en el mismo período a un ritmo de 1.2% promedio anual, el grupo de mayores de 60 lo hizo a un ritmo de 4.2%. En el mismo tenor, para destacar la importancia del análisis de la estructura por edades, en este grupo es frecuente establecer otros puntos de corte a los 65 o hasta 85 años y más. Esta elección tiene que ver con la presencia de fenómenos que afectan a esos grupos, como algunas patologías o condiciones de discapacidad, entre otros, en los que la edad es un factor determinante. En este contexto, la vacunación contribuye a reducir los niveles de morbilidad y mortalidad en los intervalos de edad de crecimiento más dinámico.

CUADRO 2

Tasa de crecimiento promedio anual 2010-2020 de la población de 60 años y más, y de 65 años y más.

Población de 60 años y másPoblación de 65 años y más
20102020Tasa de crecimiento20102020Tasa de crecimiento
10,055,37915,142,9764.29%6,938,91310,321,9144.15%
Fuente: INEGI. Censo de Población y Vivienda 2010 y Censo de Población y Vivienda 2020.

En el otro extremo y de acuerdo a su tamaño relativo, se puede ver que los grupos que representan a las poblaciones infantil y adolescente forman parte sustancial de todo el esfuerzo de vacunación, con el 16.6% y el 17.3%, respectivamente. No obstante que existe consenso entre países en el sentido de postergar en ellos las acciones de vacunación, esta decisión tiene implicaciones concretas en el caso de México.

De acuerdo con el informe Muertes por COVID-19 en México, del Senado de la República, la mortalidad atribuible a COVID-19 por sexo en el país, representaba un 66% de muertes de hombres. Sin embargo, en los grupos de edad 10 a 19 años, se observó que, al corte del 7 de julio del 2020, habían fallecido 123 menores de 19 años, así como 64 menores de 4 años, a pesar de señalamientos que insistían acerca del escaso impacto de la enfermedad entre la población joven.

Otro ángulo para reflexionar sobre los efectos de la pandemia y ahora la campaña de vacunación, es el debate que se ha generado en relación con el análisis del exceso de mortalidad y sus efectos diferenciados, según grupos de edad. De acuerdo con la información proporcionada por el Gobierno Federal, durante el período que abarcan las semanas epidemiológicas 1 a 39, del 1 de enero al 26 de septiembre de 2020, el total de exceso de mortalidad por todas las causas en el país, fue de 193,170 muertes. De ese total, el porcentaje de exceso por grandes grupos de edad, se distribuyó de esta manera: 18.4% de exceso de mortalidad entre la población de 20 a 44 años; 62.6% entre la población de 45 a 64 años; y 33% entre la población de 65 años y más.

El boletín agrega que, durante el mismo período analizado, un total de 78,449 muertes fueron confirmadas por el virus SARS CoV-2, lo que representa el 40.6% del exceso de mortalidad. Lo relevante en este punto es que en el porcentaje restante no ha sido determinada la presencia del virus. Sin embargo, es muy probable que tenga relación directa o indirectamente con la enfermedad y, sobre todo, una importante prevalencia en la población menor de 60 años. Finalmente, en el contexto de la mortalidad por edad, destaca lo señalado en una entrevista periodística por parte de Hugo López-Gatell en el sentido de que la edad promedio de los fallecimientos a casusa de la pandemia era de 55 años.

Este exceso de mortalidad se explica fundamentalmente por la presencia de comorbilidades en las edades centrales de la estructura de la población, principalmente los grupos 20-44 y 45-59, así como por la tasa de participación de estas edades en la población económicamente activa. Dichas condiciones fueron reconocidas como fuertes determinantes del crecimiento exponencial de la pandemia, en los momentos más álgidos de ella, entre los meses de mayo y agosto del 2020, y que arroja alta mortalidad hasta el momento.

Esta es otra perspectiva de las implicaciones concretas que en México tiene la estrategia seguida por parte de las autoridades. A pesar de la evidencia de los datos (como la edad promedio de los fallecimientos a los 55 años), en México esta acción ha sido orientada por priorizar la vacunación en los mayores de 60 años, como ocurre con otros países. Al respecto, cabe preguntar por qué no se ha presentado un cambio de enfoque en las estrategias, sustentado en el perfil poblacional y que atienda a la situación de los daños a la salud que se observa por grupos de edad como:  diabetes, obesidad, hipertensión, uso de sustancias, etcétera; así como a sus condiciones de movilidad y desplazamiento derivadas de su actividad económica.

Este enfoque alternativo en las acciones, permitiría identificar el peso relativo de las distintas morbilidades preexistentes y su verdadero impacto por edad y sexo. Esta propuesta tiene sentido si consideramos (de acuerdo con las propias cifras oficiales que señalan una sobremortalidad del 62% a partir de los 45 años y hasta los 64), que se trata de un intervalo de edades muy amplio en el que las tasas de prevalencia de las comorbilidades naturalmente varían. Otro argumento en favor de un enfoque alternativo es que, en el contexto de las cifras censales, la población de 20 a 59 años que será vacunada, asciende a un gran total de 68,035,688 personas y representa el 54.1% del esfuerzo de vacunación. Actuar aplicando vacunas en estos rangos de edades, contribuiría de manera muy importante al abatimiento de las tasas de mortalidad, tanto general, como específicas por edades.

Un último aspecto a considerar en este análisis, se refiere a las estimaciones sobre las personas que han recibido vacuna en fechas recientes, correspondientes al grupo de 60 años y más, así como a las del grupo de 50 a 59, cuya vacunación ya inició. En ambos casos existen diferencias ostensibles entre las cantidades reportadas por el gobierno federal, y el total de habitantes, de acuerdo con el censo de población.

En el primer caso y en cifras oficiales, han recibido al menos primera dosis 11,103, 825 adultos mayores, mientras que el total de ese grupo de población en el censo asciende a 15,142,976; la diferencia es de 4,039, 151 personas en términos absolutos, y en términos relativos representa el 27% de personas no vacunadas. En el caso del grupo de 50 a 59, en cifras oficiales, la meta es vacunar a 9,128,769 individuos. Para este grupo, los datos censales señalan un total de 12,733,490 personas. Es decir, se presume que en términos absolutos 3,604,721 no recibirán vacuna, lo que representa una diferencia del 28% del total de este grupo de edad, con respecto de los individuos censados.

Se debe destacar la importancia de estas diferencias, debido a que muestran que casi 3 de cada 10 personas que debieron recibir vacuna no accedieron a ella y no se ha dado una explicación clara y sostenible del por qué ocurre esto. Al respecto, existen informaciones extraoficiales que señalan que esa cifra representa a las personas cuya decisión es no vacunarse por distintas razones asociadas a posibles daños a la salud.

En este contexto, es urgente una estrategia de comunicación e información por parte del gobierno federal, sustentada en varios tipos de mensajes tales como los relativos a destacar los beneficios colectivos de una mayor extensión de las vacunas y de la falta de evidencias científicas sólidas sobre los posibles daños colaterales. Esto representa otra de las implicaciones concretas de la vacunación en el país para evitar que en los próximos grupos de edad, que comprenden aún a millones de personas, sigan presentando déficits de cobertura como los alcanzados hasta ahora, de alrededor del 30% en el total de la vacunación.

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