¿Eres pobre porque eres menos inteligente o porque eres pobre eres menos inteligente?

(LeMexico) – Una nueva rama de la neurociencia plantea y responde esta pregunta que relaciona a la pobreza con la inteligencia.

Los pagos mensuales en EU ayudarán a millones de niños sacándolos de la pobreza, los científicos creen que este estímulo económico cambiará no sólo su situación económica, sino su cerebro.

Para Marx, hay dos clases sociales: la burguesía (dueños de los medios de producción) y el proletariado (clase trabajadora). En la revolución industrial, la estratificación de las clases sociales trajo términos de uso común en los países industrializados modernos, abriendo el campo para tres clases sociales: clase alta, clase media y clase baja.

En términos nacionales, lamentablemente la clase baja, media y alta no corresponden a títulos universitarios o grados de estudios, como podemos tener un Doctor en Filosofía siendo taxista, como vemos llegar al vecino que se dedica al comercio informal en su camioneta del año.

Las clases sociales corresponden más al “bien vivir, situar en medidas monetarias la separación de los estratos sociales sería muy difícil. La OCDE define a la clase media como a las personas que reciben ingresos de entre 75% y 200% del ingreso nacional mediano.

El ingreso medio al mes de una pareja en el país es de 7,128 pesos, por lo que la clase media oscila entre los $5,346 y $14,256 (según la metodología de OCDE).

Tener ingresos iguales o mayores a los $14,257 corresponden a la clase alta y menores a $5,346 ubican a la clase baja. Aclarado este punto, el estudio delinea correlaciones entre la pobreza y el progreso académico, que devienen en circunstancias médicas y de estabilidad emocional.

Al menos 15 años de estudio respaldan que los niños criados en circunstancias precarias padecen alguna deficiencia sutil en su cerebro a los que pertenecen a familias con más oportunidades: la superficie de la capa exterior del cerebro es más pequeña que el resto, las zonas encargadas del lenguaje, el control de impulsos, la memoria y el aprendizaje son afectadas notablemente.

Los estudios descartan estas características como innatas o heredadas, son totalmente producto de las condiciones y circunstancias en las que se desarrollaron los niños.

Un estudio que está llevándose a cabo en la Universidad de Columbia desde el 2018 llamado “Baby’s First Years” (los primeros años del bebé) pretende determinar la afectación directa de la pobreza en el desarrollo saludable del cerebro.

Kimberly Noble, una neurocientífica y pediatra encargada del proyecto, afirma que en el departamento «Ninguno de cree que el ingreso es la única respuesta». Además agregó: «estamos yendo más allá de la correlación para comprobar si la reducción de pobreza tiene un impacto directo en el desarrollo cognitivo, emocional y cerebral de los niños».

La investigación sigue de cerca 1000 madres con bebés recién nacidos en situación de pobreza en la ciudad de Nueva York, Nueva Orleans, el área metropolitana de Minneapolis-Saint Paul y Omaha, Nebraska.

Todos los meses reciben en una tarjeta de débido 20 o 333 dólares para que las usen como necesiten. El seguimiento cognitivo y neuronal se hace durante años con la herramienta no invasiva EEG móvil: un gorro de 20 electrodos que mide los patrones de ondas.

Este estudio está enfocado directamente al estatus financiero, laboral y personal de las madres: si usan servicios de niñeras, guarderías; niveles de estrés y hormonas así como la manera en la que el dinero afecta o beneficia a la familia y, en algunos casos, se tiene un registro de cómo gastan los recursos.

En un primer momento se pensó la investigación para niños de entre uno a 3 años con visitas domiciliarias. Antes de la pandemia se recabaron dos tercios de datos de niños, el estudio fue ampliado a los cuatro años y seguirán el año siguiente, cuando las visitas sean permitidas.

Martha Farah, neurocientífica cognitiva de la Universidad de Pensilvania y directora del Centro de Neurociencia y Sociedad que estudia la pobreza y el cerebro, afirmó que “Baby’s Firts Years” es «un emprendimiento audaz que pretende demostrar el vínculo causal entre la reducción de la pobreza y el desarrollo cerebral, sin duda es uno de los primeros o el primero en su tipo».

James Heckman, economista ganador del Premio Nobel que trabaja en la Universidad de Chicago y estudia la desigualdad y la movilidad social, afirmó que esto no podría apuntar a generar políticas públicas, pero sin duda “hay una huella de una vida económica mejor“.

Hay una diatriba que se disputa en este estudio: ¿un programa de cuidadoras benefician el cerebro del niño o directamente a la madre al tener más tiempo para trabajar?

Noble afirma que el programa “Baby’s Firts Years” probará el vínculo entre los ingresos y el desarrollo cerebral.

La neurociencia ha reformado la manera de ver las políticas públicas: por los estudios del cerebro que comprueban su desarrollo hasta los 20 años, se aprobó la reforma al código de justicia de menores.

En Ucrania, los estudios de niños en orfanatos desde los 60’s hasta los 90’s cambiaron las políticas de institucionalización y cuidado de crianza, ya que se demostró el grave daño al coeficiente intelectual del niño, la obstaculización en el desarrollo psicológico en los niños institucionalizados, pues castiga el desarrollo del cerebro amortiguando la actividad eléctrica y reduciendo el tamaño del cerebro.

«Para los psicólogos, neurólogos y pedagogos -afirma Noble- las diferencias cerebrales hay que detectarlas antes que las conductuales». Es de vital importancia considerar estos datos para mayor comprensión de la relación entre la pobreza con el desarrollo de circuitos cerebrales específicos. Esto ayudaría a crear política con una base científica.

Los contextos precarios en el que son criados los niños influyen directamente en su desarrollo cerebral. Dejando eso en claro, el estudio pretende centralizar y aterrizar los datos en el estudio de la implementación de políticas públicas de beneficio social, como dar ayudas a madres solteras o familias con pocos ingresos.

Es importante reconocer que el hecho de tener una estabilidad económica, permite una estabilidad emocional para poder brindar calidad de vida a un recién nacido: mejor comida, mejor atención médica, mejor vivienda y, sobre todo, una mejor y mayor atención de los padres.

El Consejo Nacional de Población (Conapo) estima 21,000 embarazos en adolescentes debido al confinamiento y advirtió que por la actual epidemia de COVID-19 que llevó a un confinamiento total, puede aumentar a 21,575 embarazos en adolescentes entre 2020 y 2021.

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