Biden: Más que un Premio de Consolación

Ha habido múltiples reacciones en redes sociales referentes a que el Presidente electo de Estados Unidos es un eufemismo de Trump. En realidad, Biden es un veterano político demócrata que ha transitado de posiciones segregacionistas, a encabezar batallas para eliminar la discriminación y, actualmente, encabezar la primera fórmula en la historia de ese país, que incluía como vicepresidenta a una muy competente mujer de color. Es por eso que hubo, en las recientes elecciones, apoyo total de los líderes de las comunidades afroamericanas, de las latinas y de los sectores más progresistas.

Biden es fundamentalmente un tipo decente, cuya principal misión es restablecer el orden institucional roto por Trump, el principal riesgo de la democracia más antigua del mundo, pero también avanzar en la agenda progresista. El triunfo de Biden es una buena noticia para quienes creemos que el Estado debe regular la provisión de los servicios de salud, combatir el cambio climático, invertir en infraestructura, promover la educación superior gratuita, gravar a las personas de mayores ingresos y garantizar derechos como el matrimonio igualitario y la interrupción legal del embarazo.

Tampoco se trata de pecar de ingenuidad. En el tema migratorio seguramente avanzará la regularización de los jóvenes que llegaron como niños a ese país, terminará el acoso sistemático a las comunidades de migrantes, así como los discursos racistas, pero difícilmente se alcanzará una buena reforma migratoria, que ofrezca seguridad a millones personas, la mayoría de origen mexicano, que se mudaron a ese país para mejorar su calidad de vida. Prevalecerá el enfoque de seguridad en la frontera y las presiones para que el narcotráfico se controle desde México, sin que los vecinos asuman su responsabilidad por el tráfico interno y el de armas. Con todo, eso será mejor que quien pone a los mexicanos como el enemigo de su narrativa.

Incluso la política comercial, en la que con Trump se alcanzó un buen acuerdo, puede mejorar con un gobierno que no se va empeñar en hacer de cada tema una batalla que termine en los mecanismos de resolución del tratado, sino que pueda dialogarse y llegar a acuerdos entre estados-nación. La verdad es que los gobiernos mexicanos, particularmente el de López Obrador, fueron exitosos en contener a Trump, llevar la fiesta en paz y alcanzar acuerdos. La prudencia ofreció resultados, pero hasta hace muy poco teníamos una amenaza real y frontal de un arancel para todas las exportaciones mexicanas.

Con Biden, se presenta la oportunidad de construir una ruta de cooperación comercial sin sobresaltos, tampoco vamos a alcanzar un proceso de integración tipo europeo, con movilidad de personas y fondos de desarrollo, pero sí tendremos la confianza de una integración comercial cierta, que genere motores de crecimiento a largo plazo para ciertos sectores y regiones económicas del país. Era lo que teníamos antes de Trump, pero ahora con la posibilidad de avanzar con cooperación en el mayor contenido regional para nuestros productos.

Biden es más que el premio de consolación por librarnos de Trump. Es una posibilidad real de avanzar en la cooperación multilateral, en el tema de COVID en el corto plazo, pero también en otros, ambientales, alimentarios, de salud, de innovación, que fueron congelados por la idea de la supremacía norteamericana. Estados Unidos regresará a la Organización Mundial de la Salud y al Acuerdo de París en materia ambiental, también a una política económica más realista y estable.

Seguramente su política ante la región que nos importa, en Centroamérica, en Venezuela, será mucho más sensata. México no será su prioridad, pero es clara nuestra importancia mutua y las señales para llevar a buen puerto la infinidad de temas en común. Existen elementos para ver con optimismo el cambio de gobierno en el país vecino, muchos y muy claros. No solamente porque se van a restaurar el estado normal de las cosas, sino porque desde Washington existirá interés por buscar soluciones a los grandes problemas globales. Sin ingenuidad, hay razones para el optimismo.

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