Un año más de la caída del Muro de Berlín

Ante la pregunta de qué estaba haciendo en la época de la caída del Muro, recuerdo muy bien ir en cuarto año de primaria mientras mi padre veía la televisión. También recuerdo la canción de la extinta banda Pink Floyd: The Wall, después una serie de actos en cascada, los mítines en las principales ciudades rusas y la aceptación por parte Mijail Gorvachov ante la democratización de Polonia que encabezó Lech Walesa.

La noche del 9 de noviembre de 1989 fue derribado el Muro de Berlín, hace justamente 31 años de todo esto. Un muro que parecía una cárcel y tuvo como acción principal la división de la capital alemana durante la guerra fría.

El histórico Muro de Berlín era un símbolo, ya que no sólo dividía a toda Europa y era el símbolo de la división del mundo en dos polos: Estados Unidos, como el mundo capitalista, y la Unión soviética, representando los países orientales de cuño socialista.

Para 1949, después de la pacificación del país, el botín de guerra hizo que Alemania se dividiera en cuatro partes, tres de ellas conferidas a Francia, Inglaterra y Estados Unidos; una más, que pertenecía a la Unión Soviética. Era claro que los modelos y las formas económicas era distintas.

Alemania se había convertido en dos países separados: la República Federal de Alemania (Alemania Occidental), siguiendo el modelo capitalista de Reino Unido, Estados Unidos y Francia; y la comunista República Democrática Alemana (Alemania Oriental), en la órbita de la Unión Soviética, con un sistema de partido único y economía planificada. Siendo el lado soviético el lado del muro que representó un mayor número de restricciones políticas, sociales y de tránsito.

Antes de la reunificación, Alemania del Este ya había cambiado su moneda por el marco de Alemania occidental.

Miles se congregaron para derribar a martillazos uno de los muros más icónicos del siglo XX, marcando consigo la implosión de un sistema perverso, inoperante y criminal que perduró durante varias décadas bajo el más estricto poder del estado presente, el cual se llevó consigo a millones de vidas por delante, dato olvidado y hasta desconocido por las nuevas generaciones.

Una larga franja de 155 kilómetros partía en dos a Berlín, ciudad que sirvió de acopio para uno de los experimentos sociales más mórbidos del poder centralizado. A diferencia de otras grandes murallas alzadas para evitar que extraños entren, el fin de esta era que los propios no salgan. Y es que servía con la lógica procedimental de una cárcel de máxima seguridad, grandes torres con mercenarios en sus cúspides custodiando que ningún ser humano ose abandonar aquel “paraíso” socialista.

Este muro, o más bien sus protectores, se llevaron varias vidas por delante, aquellas de aventureros soñadores que buscaban algo tan desquiciado y absurdo como ¡la libertad! Las cifras oficiales rondan las 240 personas, quienes tuvieron las suficientes agallas para desafiar al bloque soviético y aventurarse a cruzar hacia el lado occidental. Pero el telón de acero que lo había soportado todo, no pudo con el peso de su propio fracaso político, económico, social y cultural, por lo que se terminó derrumbado un 9 de noviembre de 1989.

Pese a que, en ese entonces, y diría que hasta estos días, se ha tenido la creencia que la caída del muro representó el fin de las ideologías y el triunfo del mundo libre, me atrevo a decir que es una verdad a medias. Y eso es peor que una mentira, ya que, si bien marcó un gran triunfo para la libertad sobre la opresión estatal en gran mayoría del bloque soviético, también es cierto que correspondió a la admisión de la explotación global capitalista.

Finalmente, regresando a los hechos históricos fue hasta el 3 de octubre de 1990 la reunificación se hizo realidad y ese día dejó de existir formalmente la RDA.

Su caída posibilitó la reunificación alemana y fue precursora de la desaparición de la Unión Soviética y del final de la Guerra Fría. Yo apenas preparaba mi ingreso a la secundaria y escribía mi primer texto literario en la vida.

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