Estrategia de México ante coronavirus no es plausible con esas cifras

México tiene el tercer lugar en defunciones a nivel mundial y el cuarto en tasa de mortalidad en América Latina, por detrás de Perú, Chile y Brasil, con más de 500,000 de mexicanos contagiados.

Es un hecho que no cuadran las cifras ni el optimismo del gobierno federal con el sentir de la población. Hay pequeñas manifestaciones exigiendo más oxígeno, más camas, tratamientos contra el cáncer, inmunosupresores, personal médico pidiendo protección, gobernadores estatales pidiendo se dejen las obras pausadas y se prioricen hospitales y la capacitación para nuevo personal médico. Todo esto contra el repetitivo y trillado discurso presidencial: nunca nadie se ha quedado sin tratamiento, hay camas suficientes. Por si fuera poco, en la semana, Andrés Manuel López Obrador, se disgustó contra algunos medios por evidenciar las cifras de muertos: es lamentable… pues sí, esa es la noticia y la realidad. ¿De qué quiere que hablemos?

El promedio de las muertes en agosto por COVID-19 son 650 por día, la declaración inicial del Subsecretario de salud, Hugo López Gatell, fue: se podía hablar de éxito en la estrategia de las autoridades por haber logrado la meta que se propusieron, que nadie se muera por no recibir atención médica y la curva nomás no baja y no baja. La noticia de la priorización de México para recibir la vacuna podría ser contraproducente, ya que se aligerarían las medidas de seguridad (más).

El medio BBC Mundo habló con el experto mexicano en política latinoamericana, profesor de la Universidad Johns Hopkins de Estados Unidos, Francisco González, sobre estos temas y la forma en que México ha manejado la pandemia, en su criterio experto y conocedor la calificación es muy deficiente, ya que no hay disminución real ni comprobable:

“Hay que diferenciar lo que pasa en las Américas de lo que pasó en regiones como Europa. En América Latina, en efecto, ese pico aparentemente no llega y no da paso a un descenso claro en las tasas de infección y mortalidad. Un motivo es que, en nuestra región, la mayoría de población vive en condiciones socio-económicas precarias y la desigualdad es mucho mayor que en Europa, Japón o Corea del Sur. Esto obliga a salir a trabajar para ganar dinero a mucha gente que, aparentemente, entiende el riesgo de que puede contagiarse si sale de casa.”

Otro de los factores clave y en el cual ni Obrador ni Gatell tienen injerencia, es en las altas tasas de hipertensión, obesidad y diabetes. La población que tiene ya alguno de estos padecimientos tiene tres veces más probabilidad de fallecer por COVID-19. El último de los puntos que considera el profesor González ha sido los que determinan que la curva no descienda, son los años que el sistema de salud pública no ha tenido inversión, debido a la crisis financiera que arrastramos desde los años 80.

Con todos estos elementos, el politólogo declara: a México, como a Brasil y Estados Unidos, les está yendo igual de mal por la ausencia de un liderazgo político efectivo que inicia en los propios presidentes. Cuando López Obrador, Trump o Bolsonaro se burlaron de la pandemia y la menospreciaron, cuando siguen enviando mensajes contradictorios sobre la virulencia de la misma… no es posible que la sociedad responda y haga lo que se requiere durante la epidemia.

Es tan fácil como preguntarse “¿Está usando cubrebocas el líder?”.

Tanto Andrés Manuel López Obrador como Trump y Bolsonaro se rehúsan, y aquí es como los padres con sus hijos: los ciudadanos actúan y aprenden por ejemplo de lo que ven. El liderazgo empieza por la conducta del líder.

Parte de la estrategia del gobierno federal, como el de otros países es alargar la pandemia, los más que se pueda, justamente por no tener una infraestructura de salud pública suficiente para atender los problemas de salud y menos los de la pandemia. El profesor considera que es un pésimo movimiento. A la pandemia se le debe acorralar y terminar con ella lo más pronto posible, de lo contrario terminará fuera de control… y ya lo está haciendo la pandemia sin fin.

Así que esa idea no solo no es efectiva, sino que es una justificación patética en lugar de hacer lo que hicieron otros como Corea del Sur, Japón o Canadá, donde lo tienen controlado y nadie dice que se ha ganado la batalla o que se ha domado la epidemia, como en México, porque saben que puede haber mutaciones del virus.

Sólo basta con analizar por la máxima universal no puedes exigir algo que tu no haces. Ahí tenemos al presidente en sus conferencias y actos públicos sin cubrebocas, repartiendo algunos abrazos y besos en pleno pico de la pandemia. Sus acciones no son ejemplares, confunden a la población, la cual, por cierto, tiene el líder que merece, alguien a quien ya no le importa seguir desvirtuando el poder de la palabra… y el hombre se hizo verbo. Somos lo que decimos, lo que pensamos, pues esas palabras e ideas se manifiestan en actos y, con el presidente mexicano del nunca, yo tengo otros datos, su palabra no pasa a ser más que falacias y promesas que todos solapamos, aceptamos y replicamos.

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