¿La cultura de la cancelación que vela contra las injusticias será la verdadera discriminación?
La cultura de la cancelación es propagada por el alcance de Internet, redes y contenido al ser herramientas poderosas, pero de destrucción masiva. ¿Será que estas herramientas están en las manos correctas?
Comencemos con el caso más reciente y sonado del tema: Emmanuel Cafferty de 47 años, de padres migrantes mexicanos, recién asignado a la inspección de redes subterráneas de gas y electricidad de San Diego, California, perdió su empleo en una tarde de regreso a casa, del trabajo que había iniciado apenas hace seis meses atrás. Iba en la camioneta que la compañía le proporcionó para realizar sus funciones, con el vidrio y el brazo izquierdo hacía fuera del vehículo, distraídamente juntaba el dedo pulgar con el anular, chasqueando los dedos, un automovilista mal interpreto su seña como símbolo de supremacía blanca y lo evidenció en redes por medio de una foto que procuró mostrara clara y ampliamente el logo de la compañía.
Cabe aclarar que una semana previa a éste acontecimiento, ocurría la trágica muerte de George Floyd en Minneapolis, esto desencadenó la ola antirracista y más grande y mediática que haya existido en la unión americana, se entiende que todos nos encontrábamos susceptibles y no sólo por el caso Floyd, la pandemia ha sacado el lado tanto bueno como el malo de la humanidad, y una de las cualidades negativas que más ha salido a flote en estos días es la intolerancia.
Si ponemos los dedos en la forma en que Cafferty lo hacía, podemos constar que es algo indefenso, tal vez para calmar la ansiedad o cuándo tenemos prisa y no queremos que se nos olvide algo, ¡es un simple gesto! Pues bien, de acuerdo a La liga contra la difamación, en el 2017, la seña que se interpretó como un OK por parte de Emmanuel ??, fue adoptado por supremacistas blancos, racistas en foros de internet.
Así que el automovilista que iba a lado de Cafferty se tomó la libertad de tomarle foto haciendo la seña, subirlo a su Twitter haciendo mención de la compañía SDG&D, empleadora de Emmanuel y ofenderlo al tenerlo a la par en un semáforo en rojo. Dos horas más tarde de este incidente, Cafferty recibió una llamada de su supervisor donde le decía que lo estaban acusando de racista y que sería despedido sin goce de sueldo por la mala imagen que le dada a la compañía, acudieron a su casa compañeros suyos para quitarle la computadora y camioneta. Seis semanas después de su despido, Emmanuel ha llamado a sus antiguos jefes, ha enviado solicitudes de empleo y nadie ha querido contratarlo después de ser acusado de racista; lo primero que hacen los analistas de recursos humanos es poner tu nombre en Google para obtener toda la información posible y existente en internet de ti, para Emmanuel Cafferty es irreal, puesto que no sabe cómo va a solventar sus gastos y los de su familia si nadie quiere contratarle, él mismo no se considera blanco como para adoptar la actitud de la que se le acusa, su piel es trigueña, moreno, como solemos ser los latinos.
El hombre, blanco que subió la foto aceptó ante la NBC estadounidense que probablemente exageró al subir la foto y que su intención no era que despidieran a Emmanuel, borró la foto original y hasta su cuenta, demasiado tarde pues el despido ocurrió en horas, sus hashtags y menciones se expandieron como pólvora hasta llegar a quienes toman las decisiones de la compañía SDG&D, técnicamente canceló a Emmanuel Cafferty, podría decirse que es él quién terminó siendo discriminado por blancos al cumplir su versión del sueño americano.
La cultura de la cancelación comenzó hace algunos años como forma de llamar la atención ante injusticia y actos que atenten contra el medio ambiente. Con el auge de redes se expandió sobre todos los actos que parecen injustos ante alguna perspectiva o transgreden cierta susceptibilidad de algún grupo en específico de la sociedad. En las redes se suben videos o fotos en evidencia de dichos actos, con menciones de las empresas involucradas y de organismos públicos reguladores de los mismos, se puede potenciar el alcance mencionando también influencers y figuras públicas que harán viral el contenido de “denuncia”.
Tal es el caso de la escritora J. K. Rowling quién en los últimos meses se ha visto envuelta en varios intentos por ser cancelada por quienes eran sus fans y colegas que se suman al circo mediático. Su fatal crimen hasta el momento ha sido defender sus ideas.
Opinó respecto a un texto que hablaba de personas menstruantes, Rowling dijo: si el sexo biológico no es real, la realidad que viven globalmente las mujeres queda borrada. Yo conozco y amo a personas trans, pero borrar el concepto de sexo biológico elimina la capacidad de muchas personas de analizar el significado de sus vidas. Decir la verdad no es discurso de odio.
Esto le valió la etiqueta de transfobica, intolerante, escritores de su grupo editorial han salido dejando sentidas cartas en contra de las declaraciones de la británica e inclusive, parte del elenco de la saga, de manera más respetuosa que los escritores y prensa, han declarado no coincidir con la postura de Rowling. Para esta escritora millonaria el efecto de la cancelación no será devastadora como lo es para Emmanuel, sin embargo, todo el odio para ella de hasta quiénes fueron sus fans sin duda tendrá repercusiones que quizás no sean visibles a la luz pública.
Sin duda alguna Rowling hirió la susceptibilidad de la comunidad transexual ya de por si vulnerable día a día, denigrada por ciudadanos comunes y corrientes, gobiernos e instituciones que no están al alcancé público, es decir, denigran desde el anonimato.
Pero se nos olvida que la escritora es benefactora también de un grupo vulnerable que son los niños huérfanos, cambió su clasificación de billonaria a millonaria por donar su fortuna a su fundación Lumus que se encarga de acoger a estos niños, darles comida, techo y educación mientras se les encuentra un hogar permanente. Este hecho al igual que otros actos de caridad no son vistos por el dedo inquisitivo de las masas. Rowling junto con otros 150 periodistas, escritores, intelectuales y académicos entre ellos el célebre lingüista Noam Chomsky, Andrew Salomón periodista, la feminista Gloria Steinem, la economista trans, Deirdre McCloskey, firmaron y publicaron en el 2016 en Harper’s Magazine un texto titulado: Una carta sobre la justicia y el debate abierto.
El libre intercambio de informaciones e ideas, fuerza vital de una sociedad liberal, se vuelve cada día más restringido… Si bien esperábamos esto de la derecha radical, la censura también se está esparciendo ampliamente en nuestra cultura: una intolerancia a las visiones opuestas, una moda del señalamiento público y el ostracismo, y la tendencia a disolver cuestiones políticas complejas en una certeza moral cegadora.
Y con justa razón manifiesta lo que las figuras públicas y no, somos susceptibles hoy en día: el ser removidos de nuestro trabajo, funciones, puesto y de la misma opinión al ser cancelados por alguien o quienes no están de acuerdo con nuestra ideología, alguna palabra, frase o pensamiento puede ser tomada como ataque, el origen de cualquier conflicto y hasta guerra son las diferencias y, seamos honestos, nosotros mismos somos los que marcamos esas diferencias, cada vez hay nuevas clasificaciones tomando el color de piel, nivel económico, gustos de consumo, poder adquisitivo, lo que comemos, en fin, un sin número de divisiones que nos ponemos alentados por la cultura, política y religión.
Como sociedad tenemos mucho por aprender y concientizar, ver más allá del calor del momento, visualizar el alcance de nuestras acciones y ser realmente críticos en la gravedad de lo que creemos es una ofensa para nosotros, tal vez estemos malinterpretando, tal vez y como siempre, hay dos versiones en un cuento y sólo estamos escuchando una, tal vez la magnitud del acto y la intención no sea el dañar a nadie y por el contrario, al nosotros levantar el dedo acusador provocamos grandes destrozos al tener poca tolerancia hacía nuestros semejantes; que esta pausa global que tenemos sea para volvernos conscientes en todo sentido.