Nuestro sistema de salud ante el COVID-19

Ante la epidemia de COVID-19 que prácticamente ha llegado a todos los países del mundo, amenazando los sistemas de salud de los países más avanzados y, con mayor razón, de los países en vías de desarrollo, el acceso a servicios de salud para tratar otras enfermedades diferentes a COVID-19 o para ofrecer otros servicios médicos queda mermado por la capacidad hospitalaria y la disponibilidad del personal de salud.

Este panorama pone a la población que no requiere atención médica por COVID-19, pero sí por otra enfermedad, padecimiento o necesidad de algún servicio médico u hospitalario, en riesgo de no poder acceder a estos, y, por lo tanto, de no acceder a la salud en tanto derecho humano fundamental.

Aunque ningún país en el mundo estaba preparado para hacer frente a la enfermedad COVID-19, también ha quedado en evidencia que no solamente los sistemas de salud de los países en vías de desarrollo son débiles, cito el caso de Ecuador (Guayaquil), sino también el de los países más avanzados. A no pocos les sorprendió la respuesta de los Estados Unidos ante el virus, tanto así que ahora son el epicentro de la epidemia.

Ante este panorama, en México, y solo por poner un ejemplo, el gobierno ha implementado una política de reconversión hospitalaria. Convertir algunos hospitales de atención general y especializados en hospitales especializados solo en COVID-19 es la respuesta del gobierno mexicano para garantizar la atención médica de pacientes COVID, pero también para que los demás servicios médicos y hospitalarios se sigan ofreciendo con regularidad a pacientes no COVID.

El propio gobierno de México ha salido a decir que en el país existe un déficit de personal médico. Es un problema heredado de gobiernos anteriores. El sistema de salud no cuenta con los recursos humanos -ni materiales- que necesitaría para atender a toda la población. Añadiendo que, en algunos puntos de país, personal médico se ha infectado de coronavirus, limitando su actividad laboral como parte del aislamiento al que se someten, y por lo tanto, mermando aún más la capacidad de atención médica ante la epidemia.

A pesar de esto, hasta el día de hoy parece que la estrategia del gobierno de México está funcionando. Nuestro sistema de salud sigue en pie ante el COVID-19. Las medidas tempranas de prevención parece que sí funcionaron y las políticas como la reconvención hospitalaria -entre otras- están haciendo que la epidemia con todas sus implicaciones sea “controlable”.

No obstante, es muy pronto para cantar victoria, pues el país aún no llega al pico de infectados, la transmisión comunitaria continúa, algunos sectores de la población hacen caso omiso a las recomendaciones de sana distancia y algunos hospitales están cerca de su máxima capacidad.

Y aunque sea muy pronto para cantar victoria, aunque los casos confirmados acumulados sean casi 20,000 (con casi seis mil confirmados activos) y con casi dos mil lamentables defunciones por COVID-19,hasta el día de hoy, podemos decir que el caso mexicano ha sido un ejemplo para el mundo. Nuestro sistema de salud sigue en pie porque desde antes que llegara el virus a México desde Palacio Nacional se implementaron las políticas correctas. Un manejo técnico-científico y no político de la epidemia ha ayudado a mantener de pie el sistema de salud mexicano.

Sin quitar el dedo del renglón sobre el acceso al derecho a la salud que debe garantizar el Estado a la población, es preciso mencionar que es también responsabilidad de la población actuar en concordancia con las recomendaciones del gobierno para mitigar la enfermedad. Nuestro sistema de salud tampoco colapsará mientras exista esa sana colaboración entre la población y el gobierno.

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