Gimme tha power

Tabula Rasa

(LeMexico) – Tal vez uno de los términos más usados en todos los campos de la vida sea el de poder. Si uno busca en google democracia, aparecen 80.2 millones de resultados; si se pone política, aparecen 373 millones de resultados; si se escribe poder, se llegan a 995 millones de resultados. De ahí que desde la antigüedad el poder sea objeto de múltiples reflexiones y a la par, de no menos deseos de poseerlo. Las relaciones de poder se dan entre las parejas, las familias, las empresas, las sociedades, las religiones, los países, lo que lo hace uno de los conceptos más presentes en nuestras vidas. La misma existencia del poder ha hecho que sea un irresistible objeto de estudio para todas las ciencias sociales.

Entre las muchas definiciones que podemos encontrar para la Ciencia Política, una de las más socorridas por simple y general es la que la define como aquella rama de la ciencia dedicada al estudio del poder. Así de sencillo se puede explicar. Esto, evidentemente, nos tendría que llevar a varias consideraciones. El poder en su forma más reducida no es algo ajeno a cualquiera de nosotros. Todos tenemos algo de poder, y el poder se puede ver en todo tipo de escenarios: económicos, sociales, culturales, deportivos, etc.

Cuando nos detenemos a analizar el poder, veremos que, de acuerdo con Mario Stoppino en el Diccionario de Política:

“En su significado más general, la palabra poder designa la capacidad o posibilidad de obrar, de producir efectos, y puede ser referida tanto a individuos o grupos humanos como a objetos o fenómenos de la naturaleza”.

El poder logra producir cambios y, por lo tanto, es tan deseado. Otra característica histórica es que el poder siempre ha estado en manos de muy pocos.

El clásico filósofo italiano Gaetano Mosca, en su libro La clase política, señalaba que como una constante en el mundo “existen dos clases de personas: la de los gobernantes y la de los gobernados. La primera, que es siempre la menos numerosa, desempeñar todas las funciones políticas, monopolizar el poder y disfruta de las ventajas que van unidas a él”. Es decir, en política, el poder es privilegio de pocos.

Hace ya más de 12 años que Moisés Naim, quien fuera director de la revista Foreign Affairs, publicó un libro muy interesante, El fin del poder, en el cual planteaba que la forma en que se accedía, ejercía y mantenía el poder en el mundo estaba cambiando, o en palabras de Naim, “el poder ya no es lo que era”. El planteamiento básico de su libro descansaba en la premisa de esa transformación del poder que estaba frente a nosotros en diferentes frentes y se debía a que “el poder se está dispersando, degradando cada vez más y los actores tradicionales se van enfrentando a nuevos rivales, pequeños en tamaños y en recursos”.

En este sentido, el poder dejaba de ser un centro unificado y se enfrentaba a una multiplicidad de pequeños poderes, que no necesariamente le disputaban la predominancia política, pero sí la capacidad de imponer las decisiones. Ya sea desde las organizaciones de la sociedad civil que empezaban a realizar las tareas que trradicionalmente realizaba el Estado pero que al entrar en crisis se fueron dejando de lado, especialmente las referentes a causas altruistas, y que luego se fueron extendiendo a todos los espacios dejados por el Estado, como las que empezaron a ser ocupadas por expertos al encontrarse con un mundo que demandaba respuestas de mayor complejidad técnica.

Resultaba interesante la propuesta de que el poder se venía erosionando y que resultaba más fácil hacerse del poder que permanecer con él. Por ejemplo, empresas como Kodak o Blockbuster, símbolos de una época, han cedido su privilegiado lugar aTwitter o Facebook. Ganar una guerra con un ejército convencional ya no era fácil, como el caso de Estados Unidos en Afganistán o Irak, ante el hecho de enfrentar milicias dispersas en pequeñas unidades. O en el caso de la política, era más fácil ganar una elección que gobernar después porque los mecanismos legales de los sistemas democráticos han logrado que “los poderosos de hoy tengan muchas más restricciones que los del pasado”. Como muestra, Naim planteó que cada vez eran menos las dictaduras en el mundo.

Lo que no se vislumbraba en el momento era el hecho de que surgiría una nueva ola de antidemocracia. Si bien, por el momento se ha cerrado el paso a los cambios de régimen a la fuerza, ya sea derivados de algún golpe de estado o de una revuelta popular o una revolución, dentro de la propia democracia se abrió el resquicio desde donde se pudiera dar entrada a otro tipo de gobernantes, los autócratas.

Aprovechando las tensiones permanentes en los sistemas democráticos, como las que señala Larry Diamond, en el artículo Three Paradoxes of Democracy, que son 1) entre conflicto y consenso, 2) entre representación y gobernabilidad, y 3) entre consentimiento y efectividad, que han llevado a un punto de insatisfacción ciudadana ante lo que se considera lentitud o parálisis para dar respuestas rápidas a las demandas sociales, ha surgido una nueva camada de gobernantes en diferentes partes del mundo que se han, por así decirlo, reapropiado del poder tradicional.

El libro más reciente de Moises Naim aborda esta cuestión con un libro cuyo título nos habla de cómo va el asunto: La revancha de los poderosos. Así, el nuevo enemigo que amenaza a la democracia es el poder.

“Lo que estamos viendo es una variante revanchista que imita a la democracia al mismo tiempo que la socava y desprecia cualquier límite. Parece como si el poder político hubiera estudiado todos los métodos concebido por las sociedades libres durante siglos para dominarlos y, después, contraatacarlos”.

Lo que se observa es un ataque a la democracia desde dentro de la democracia y con las herramientas de la democracia.

Siguiendo con Naim:

“Los autócratas 3P son dirigentes políticos que llegan al poder mediante una elecciones razonablemente democráticas y luego se propone desmantelar los contrapesos a su poder ejecutivo mediante el populismo, la polarización y la posverdad”.

Estas tres últimas palabras son la nueva fórmula para acceder al poder en estos tiempos. Trump, Putin, Orbán, Bolsonaro, Bukele o Erdogán, son los nombres que comparten una o varias formas de las 3P. En estricto sentido, ninguno de los tres elementos de esta fórmula autocrática son nuevos.

Los demagogos (ancestros de los actuales populistas) eran considerados un peligro para la Polis para Platón. La frase “divide y vencerás”, atribuida a Julio César, es un antecedente de las ventajas de polarizar. El régimen nazi es un claro ejemplo de cómo distorsionar la verdad para producir un efecto a favor del règimen vigente, igual que en tiempos de postverdad. Lo que ha cambiado no es la estrategia de las 3P que son constantes en la historia, sino lo que Naim llama las herramientas del poder.

Entre la desconfianza a las tradicionales instituciones democráticas y las redes sociales, nuevas y viejas herramientas van penetrando sectores de la sociedad: el poder del dinero para llegar y mantenerse mediante elites económicas renovadas; el poder de romper con el marco legal sin consecuencias; el poder de la revancha alentando el resentimiento contra las antiguas clases dirigentes; el poder de la identidad, creando multitud de fans que odian a los rivales; el poder del escepticismo, de no creer en lo que digan los expertos; el poder del control de medios, mediante el control o la censura; y el poder de las situaciones de excepción, para asegurarse la centralidad del mando al menor pretexto. Dice Naim, que es el uso combinado de las herramientas antes descritas lo que da vida a los autócratas 3P.

Al día de hoy, las sociedades demandan que sus gobernantes surjan de elecciones libres, periódicas, con diferentes fuentes de información, en eso no hay modificaciones, la legitimidad democrática es un requisito para gran parte de los gobiernos, lo que ha cambiado es que “La autocracia se ha reinventado a partir de reventar los consensos democráticos y aparentar que se cumple con los requisitos de la democracia”. Y en esta reinvención, quienes salen perdiendo son las libertades. Por eso debemos tener presente la canción Gimme tha power de Molotov, “si le das más poder al poder, más duro te van a venir a…

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