La docencia y el aprendizaje en tiempos del COVID-19

Desde mediados de marzo, la educación, la escuela, no es lo mismo. No vemos a niños ni a niñas con uniformes corriendo rumbo a la escuela, ni los puestos de venta de frutas, chicharrones y hasta ropa afuera de estas, no escuchamos su algarabía al salir de sus clases. Para algunas(os) lo único que ha quedado son las clases, las tareas, los regaños, las dudas y mucho estrés.

La educación es un derecho humano que la Constitución Política reconoce en su artículo 3º y que obliga al Estado —Federación, Estados y la Ciudad de México— a impartir y garantizar la educación inicial, preescolar, primaria, secundaria, media superior y superior. En el mismo artículo se reconoce que la educación inicial es un derecho de la niñez, por lo cual es de interés superior. No obstante, es enorme la distancia entre lo marcado en la norma (deber ser) y los hechos.

De acuerdo a información de la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim), en México 60 por ciento de niños y niñas no logran tener educación preescolar, lo cual limita o dificulta el aprendizaje en la educación básica y secundaria. De igual forma, de acuerdo al Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), en 2017 más de 4 millones de niñas, niños y adolescentes no asistían a la escuela y unos 600 mil estaban en riesgo de abandonarla. Sólo 4 de cada 10 adolescentes en pobreza extrema continúan estudiando después de la secundaria. Es decir, un número importante de adolescentes, niños y niñas, previo a la pandemia que sufrimos, habían ya sido excluidos del sistema educativo. Los principales factores que inciden directamente en esta situación tienen que ver con el origen étnico, la pobreza y las condiciones físicas de jóvenes, niños y niñas.

Hoy, las clases a nivel primaria y secundaria se imparten bajo diversas modalidades, que incluyen la transmisión por varios canales de televisión, radio y plataformas en línea, lo que dificulta aún más el acceso a la educación para ciertos sectores de la población. El COVID dejará a su paso, además de lamentables pérdidas humanas y de salud, crisis económicas y financieras importantes, un quebranto irreparable en la vida de quienes más necesitan de la educación para salir a flote de la situación de vulnerabilidad en la que se les ha condenado a vivir.

Aun quienes no están en este contexto están viendo afectadas sus vidas y su tranquilidad con el sistema educativo emergente. Una querida amiga compartió en su muro de Facebook lo siguiente: He notado cómo mi hija se estresa. No entiende, los profesores no responden sus dudas…. hemos estado tomando tutoriales en internet para intentar entender conceptos. Algo que hemos olvidado es que el encierro afecta la salud mental, genera ansiedad y si agregamos las absurdas tareas solo “por cumplir ante la SEP”, esto se vuelve más absurdo todavía. Por ejemplo, le encargaron ver tres películas que no se consiguen fácilmente y al terminar de verlas, que hiciera un memorama. Por cierto, por alguna causa su comentario fue censurado.

A nivel universitario la situación no es mejor. Nos enfrentamos a plantillas de profesores(as) que no se interesaron oportunamente en actualizarse y tomar los cursos que algunas de las Universidades públicas en donde laboran, desde hace años, les ofrecieron. Esto sumado a la negativa de salir de su zona de confort que impacta en la continuación de los métodos de enseñanza tradicionales, sin darse cuenta de lo antipedagógico que resulta impartir religiosamente todas sus clases vía zoom y, sobre todo, de las limitaciones que muchas(os) estudiantes universitarias(os) tienen al no contar con una computadora o servicio de internet que les permita acceder a las sesiones de manera regular. Otros(as) no alcanzan a comprender que hay quienes definitivamente sólo cuentan con un teléfono, por lo que les es imposible elaborar trabajos en computadora. Supe del caso de una colega que reprochó a su estudiante por haber entregado la tarea a mano en una hoja de cuaderno: Estás en la Universidad, a punto de terminar una carrera de abogado, ¿así piensas trabajar y sentirte abogado? O la envías bien, correctamente o te sales de mi curso.

Hay profesores(as) que inclusive les han pedido a sus estudiantes la compra de libros en físico, ignorando la crítica situación económica que muchas(os) estudiantes están viviendo. Lo anterior, sin dejar de lado que es un riesgo salir a adquirirlos, ya que las compras en línea tampoco son opción para varios(as) de ellos(as).

En fin, no tengo duda que cualquiera que sea el nivel académico en el que se imparta docencia, hoy más que nunca se requiere tener una especial sensibilidad y conocimiento en materia de género y  derechos humanos para no excluir a nadie de su legítimo derecho de aprender. Debemos comprender que un país con desigualdades, cualquiera que estas sean, no podrá salir a flote y todas(os) nos veremos afectadas(os).