Reconfiguraciones geopolíticas en Europa

Tabula Rasa

(LeMexico) – El tema más importante a nivel internacional de los últimos años ha sido, sin lugar a dudas, la invasión de Rusia a Ucrania. Se han analizado con diferentes puntos de vista, desde las razones hasta las posibles consecuencias. La coincidencia es que el escenario europeo va a cambiar, aunque en realidad el proceso de mutación de la realidad europea se ha ido modificando en los últimos años.

La historia europea nos ha enseñado que no hay nada estable y permanente en cuestión de fronteras. Mientras que en América Latina las divisiones territoriales se han mantenido más o menos intactas desde hace un siglo, lo sucedido al otro lado del Atlántico es de un cambio constante. Tan solo basta ver el mapa de la configuración geográfica antes de la primera guerra mundial con los imperios ruso, austro-húngaro, alemán, británico y hasta el otomano. Luego, la Europa de la postguerra en los años 40 dividida entre la URSS y el bloque del Pacto de Varsovia por un lado, y del otro lado el bloque occidental, y desde los años 90 la reconfiguración a partir de la desintegración de URSS y la construcción de la Unión Europea.

Hemos sido testigos de cómo de a poco en poco se han ido dando las reconfiguraciones en el escenario geopolítico que, por lo pronto, han conducido a las situación que estamos presenciando. Podemos coincidir con Saul Bernard Cohen, en Geopolitics. The Geography of International Relations, cuando dice que la “geopolítica es el análisis de la interacción entre, por un lado, ajustes y perspectivas, y por el otro, procesos políticos”.

Europa inició su proceso de unión en 1951 con el Tratado de París, más conocido como el tratado de la Comunidad Europea del Carbón y el Acero (CECA). En él, inicialmente se unían 6 países (incluidos Alemania y Francia, los dos grandes enemigos históricos) para crear un mercado común para estos productos. Posteriormente, entre los años 70 y 90, se incorporaron otros 9 países, todos ellos de la parte occidental del continente, para crear de manera formal la Unión Europea. Entre 2004 y 2013 se incorporaron 13 países más a la Unión Europea, todos ellos ex miembros del Pacto de Varsovia (el acuerdo político-militar de la Europa Oriental durante la Guerra Fría) e incluso países que habían formado parte de la URSS.

La otra gran alianza, en la cual participaron inicialmente 10 países europeos (que no eran los mismos que iniciaron la CECA) y dos de América del Norte, es la Organización del Atlántico Norte (OTAN), surgida en 1949 con el objetivo de detener la amenaza de la URSS hacia occidente. Esta alianza era de carácter militar con el objetivo de tener una defensa común entre los países integrantes. Posteriormente, 4 países del lado occidental se incorporarían entre los años 50 y 80. Al igual que con la Unión Europea, de 1999 a 2020, 14 países que formaron parte de la URSS o del Pacto de Varsovia, ingresaron como miembros a la OTAN.

Como podemos ver, 13 países se incorporaron a la Unión Europea y 14 a la OTAN. En contraparte, ningún país de occidente quiso unirse a una alianza permanente con Rusia. Es decir, hubo uno reconfiguración a partir de la disolución de la URSS, donde los países del bloque oriental consideraron como fundamental para mantener su independencia, abandonar a su antiguo aliado y optar por incorporar al bando contrario.

Otra reconfiguración se dio en el plano individual con la salida de la Gran Bretaña de la Unión Europea, el famoso Brexit de 2016, y que se hiciera formal en 2020. Si bien no hubo un rompimiento en las relaciones entre los países, sí hubo afectaciones para las perspectivas y los procesos políticos. Gran Bretaña representaba para la Unión Europea el 13% de la población de la UE, el 17% del PIB de la UE, el 3.8% del comercio mundial (UE 18.2%), el 25% del gasto en defensa de la UE y el 20% de las capacidades militares de la UE. A partir de la salida formal de la Gran Bretaña, Francia ha quedado como el único país miembro de la Unión Europea con armamento nuclear.

Ya sin la presión para concentrarse en la Unión Europea, la nueva política de seguridad inglesa se plasma en el documento Gran Bretaña Global. Estrategia Integrada de Seguridad, Defensa, Desarrollo y Política Exterior. En ella, se plantean como objetivos enfocarse en lo que fue durante muchos años, sus dominios imperiales, la zona del Indo-Pacífico, mediante el fortalecimiento de la alianza AUKUS (Australia, United Kingdom y United States), así como incrementar el actual arsenal nuclear en más de un 40% de lo que actualmente se tiene. Con esto, la Gran Bretaña busca recobrar un papel predominante.

En el caso de la Gran Bretaña, es conveniente señalar que puede reconfigurarse su propio esquema de asociación en torno a la Commonwealth, donde algunos países buscan la independencia de la corona británica. Hace un par de meses, el príncipe Guillermo, heredero al trono, realizó una visita oficial a las antiguas colonias inglesas en América de Belice, Jamaica y Bahamas. Incluso, fue recibido en medio de protestas y, en Jamaica, lo primero que le dice el Primer Ministro es: “Tenemos la intención de cumplir nuestras ambiciones y nuestro destino como país independiente, desarrollado y próspero“. Recordemos que en 2021, Barbados logró su independencia.

Otro elemento a considerar es ocasionado por el cambio climático. Con el deshielo en la zona del Ártico, esta región se ha vuelto una opción para nuevas rutas comerciales marítimas que conecten al Pacífico con Europa sin tener que rodear por el Canal de Suez. En este caso, los países que se disputan el derecho a controlar el paso por sus aguas territoriales son Canadá, Estados Unidos, Rusia, Islandia, Suecia, Noruega, Dinamarca, Finlandia. No solo son las rutas, sino también la posibilidad de tener acceso a reservas de petróleo, gas u otros minerales. De esta forma, la región del Ártico se convierte en un factor más que viene a reconfigurar la geopolítica europea con las recientes reclamos territoriales y en donde mucho influirá lo que haga China, principal  beneficiario de la eventual apertura de rutas comerciales por el Ártico.

De manera dolorosa e inesperada, la pandemia vino también a trastocar de muchas formas las viejas configuraciones dentro de Europa, teniendo su mayor impacto en la economía de los países. De acuerdo con datos de la Eurostat (la oficina de estadística de la Unión Europea) en el peor momento durante la pandemia, el comercio cayó más del 10%, el PIB se redujo en un 11%, la producción industrial un 19%, un desempleo del 7.8% y la deuda pública creció en un 12.9%. Para revertir la caída en las actividades económicas, la Unión Europea ha tenido que destinar recursos en un nuevo programa denominado Next Generation con más de 800 millones de euros. Sin embargo, a la pandemia le siguió la guerra en Ucrania, lo que ha venido a presionar aún más los delicados equilibrios dentro de la UE.

Sin duda, las agresiones que ha realizado Rusia en torno a Ucrania vienen desde hace 8 años. Primero, se anexó la península de Crimea, a través de lo que los especialistas han llamado guerras híbridas, las cuales consisten en utilizar toda clase de recursos (ciberdelitos, campañas de desinformación, uso de tropas con ropa de civiles, etc). Luego, ha apoyado los levantamientos en la región de Donbás, con el pretexto de defender a los habitantes rusoparlantes. Finalmente, la invasión y guerra contra Ucrania. Con toda su crudeza, lo que hemos presenciado ha sido el capítulo más reciente de una reconfiguración geopolítica que es difícil de establecer con precisión cuándo empezó y, peor aún, no queda nada claro cómo irá a terminar.

Como podemos ver de manera muy sucinta, la reconfiguración geopolítica en Europa no es algo que haya surgido este año, sino que han sido procesos largos. Para anticipar los posibles escenarios es necesario regresar a Saul Bernard Cohen, cuando nos dice que:

“El reclamo de poder de una nación se basa en cuatro pilares: (1) una fuerza militar abrumadora y la voluntad de usarla; (2) excedente de energía económica que le permita proporcionar ayuda e invertir en otros estados; (3) liderazgo ideológico que sirva de modelo para otras naciones; y (4) un sistema cohesivo de gobierno”.

La lucha por el poder no se acaba y, ciertamente, eso no pasó con la desaparición de la URSS, cuando hasta se consideró por un momento que el fin de la historia había llegado a Europa y que no cambiarían sus fronteras. Pero si algo nos ha enseñado la historia es que las ambiciones y los temores mueven a las sociedades y a sus gobiernos.