Los jinetes de la desigualdad

Tabula Rasa

(LeMexico) – El mundo es desigual en muchos aspectos. La historia nos ha enseñado el predominio de los hombres sobre las mujeres, de unas razas sobre las otras, del norte sobre el sur, del primer mundo sobre el tercer mundo. Pero también nos ha enseñado que todas ellas se han basado en justificaciones que son una mentira, o mejor dicho, son una construcción para mantener la supremacía de unos sobre otros: explicaciones basadas en criterios genéticos, geográficos, religiosos o de género.

En los años más recientes ha prevalecido la discusión en torno a la desigualdad económica, porque es algo que se presenta de forma similar alrededor del mundo y que, además, se puede medir con las mismas variables. De acuerdo con el World Inequality Report 2022, coordinado entre otros por Thomas Piketty y con un prefacio de los ganadores del Nobel de economía por sus estudios para combatir la pobreza, Abhijit Banerjee y Esther Duflo, en promedio, un adulto ganó en 2021 unos 23,280 dólares por año (unos 465 mil pesos anuales), y posee una riqueza de 102,600 dólares (2 millones de pesos). Recordemos que “la riqueza es igual a la suma de los activos financieros (por ejemplo, acciones o bonos) y activos no financieros (por ejemplo, viviendas o terrenos) propiedad de particulares”. En este caso, claramente es más lo referente a la riqueza que a la ganancia por el trabajo.

Cuando separamos los datos anteriores, vemos que el 10% más rico tiene el 52% de los ingresos globales, mientras que el 50% más pobre de la población se queda con el 8.5% de las mismas. En promedio, el 10% más rico gana anualmente unos 122,100 dólares (2.4 millones de pesos) mientras que el 50% más pobre obtiene 3,920 dólares (equivalentes a 78 mil pesos). Si estos datos asustan, veamos los referentes a la riqueza. Mientras que el 10% más rico tiene el 76% de la riqueza, el 50% más pobre posee apenas el 2% de la misma. Es decir, el valor de las posesiones del 10% más rico equivale a 771,330 dólares (más de 15 millones de pesos), mientras que el 50% más pobre solo tiene 4,100 dólares (unos 82 mil pesos).

Como es de esperarse, la desigualdad no se refleja de similar manera en el mundo. Mientras que en Europa la clase media posee el 45% de los ingresos nacionales y los más ricos el 35%, en América Latina o el África Subsahariana los más ricos acaparan el 55% de los ingresos, la clase media solo obtiene algo más del 30%.

Pero no siempre fue así. De acuerdo con Jared Diamond en el extraordinario estudio Armas, gérmenes y acero, nos dice que el período de mayor igualdad fue cuando todos los pueblos tenían organizaciones políticas, sociales y económicas similares, el problema es que hay que remontarnos a la época posterior a la última glaciación y cuando todos los habitantes del planeta eran cazadores-recolectores. Es decir, hace unos 11,000 años. A partir de entonces “los diferentes ritmos de desarrollo en distintos continentes, desde 11,000 ac hasta 1500 años fueron los que configuran las desigualdades tecnológicas y políticas de 1500”.

El autor señala el periodo de 1500, porque es cuando Europa expande su dominio al mundo, apoyado en los 3 elementos conquistadores: la superioridad de las armas, la defensa ante las enfermedades contagiosas y el uso del acero, mientras que los demás utilizaban piedras. Este uso desigual de la tecnología y de las fortalezas biológicas, transformaron al mundo, que dejó de vivir aislado. “La historia de las interacciones entre pueblos distintos es lo que hay que configuró el mundo moderno mediante la conquista, las epidemias y el genocidio”, señala Diamond. A partir de este período es que se ahondan las desigualdades.

Pero llegó un momento en el cual existe el consenso en que las desigualdades a nivel global disminuyeron, aunque no de la misma forma en todos los países. Es un período que va de la Primera Guerra Mundial a la década de los setenta. Son los años donde una parte del mundo experimentaba el proyecto socialista y otra más construía el estado de bienestar. Esta etapa llegó a su fin y dio paso a la globalización y el neoliberalismo que incrementaron el crecimiento económico pero no disminuyeron la desigualdad, tal y como lo vimos con los datos del World Inequality Report 2022.

Dentro de los múltiples relatos que forman parte de la Biblia y que pertenecen al imaginario cultural, más allá de sus simbolismos religiosos, uno de los que más ha llamado la atención es el que hace referencia a los cuatro jinetes del apocalipsis, a los tiempos del fin del mundo. Tradicionalmente, se ha hablado que los jinetes son una representación del hambre, la guerra, la peste y la muerte, aunque en la Biblia solamente se nombra a la muerte. Esos cuatro jinetes traen consigo la destrucción de la humanidad.

El historiador Walter Scheidel, un experto en la Roma antigua, se apropió de la metáfora de los cuatro jinetes del apocalipsis y los utilizó para explicar, que ha sido gracias a ellos, que la humanidad ha alcanzado etapas de menor desigualdad, en su interesante libro El gran nivelador. Violencia e historia de la desigualdad desde la edad de piedra hasta el siglo XXI.

Apoyado en una multiplicidad de datos, señala que “la desigualdad se ha visto limitada por cuatro tipos de rupturas violentas: guerra con movilización masiva, revolución transformadora, fracaso del Estado y pandemia letal. A esto lo denomino los cuatro jinetes de la equiparación”. No es que quienes hayan iniciado guerras o revoluciones hayan buscado la igualdad por medio de la violencia, destrucción y muerte, sino que más bien fueron efectos no deseados.

Lo que resalta es la característica de que no cualquier guerra o revolución funciona para que los efectos sean igualadores, sino que han sido las que han destruido la producción de alimentos, cadenas productivas, industrias, comercios, pero sobre todo, que los más ricos hayan visto evaporar sus riquezas, como por ejemplo, la Segunda Guerra Mundial, la Gran Depresión o la Revolución Rusa. En este sentido, la Revolución Francesa tuvo un gran impacto en la organización político-social, aunque con pocos cambios en cuanto a la estructura de los poseedores de riquezas.

Para bien o para mal, no se vislumbra que la aparición de alguno de “los cuatro jinetes de la equiparación” pueda tener la profundidad como para incidir en la composición de la desigualdad. Actualmente, la invasión Rusa a Ucrania ha afectado a la economía, pero sus efectos no van a ser destructores en el sentido en que lo maneja Scheidel. La pandemia (el citado libro se publicó en 2017, aunque a México llegó hasta este 2022) tampoco tuvo el mismo impacto que la Peste Negra, es más, profundizó las desigualdades.

En el informe de Oxfam de enero de 2022, Las desigualdades matan, se señala que “los diez hombres más ricos del mundo han duplicado su fortuna, mientras que los ingresos del 99% de la población mundial se habrían deteriorado a causa de la COVID-19. Las crecientes desigualdades económicas, raciales y de género, así como la desigualdad existente entre países, están fracturando nuestro mundo. Esto nunca ha sido fruto del azar, sino el resultado de decisiones deliberadas”. A lo cual le podemos agregar la disponibilidad de vacunas y su desigual aplicación para los países occidentales y para el resto del mundo.

La igualdad ocasionada por las guerras o las pandemias es una igualdad negativa, ya que no se produce por el aumento del bienestar de los más pobres sino por la destrucción de las fortunas de los más ricos. Caso contrario de la disminución de la desigualdad del siglo pasado porque se fue logrando mediante la transferencia de beneficios (seguridad social) a los más pobres con un sistema fiscal más equilibrado.

Tal vez la buena noticia sea que es difícil que regresen “los cuatro jinetes de la equiparación”, o al menos por el momento, con su estela de destrucción, por lo que debemos buscar la respuesta a la desigualdad en otro lado, en la política. Abhijit Banerjee and Esther Duflo señalan que “la política mantuvo la desigualdad bajo control, y los cambios de política permitieron que se volviera loca…. (tenemos que) hacer algo ahora, antes de que la concentración acumulada de poder económico (y de otro tipo) en manos de una minoría cada vez más pequeña haga que sea imposible contraatacar”. La clave para nuestros tiempos será construir y no destruir

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