Impuestos y política

Tabula Rasa

(LeMexico) – No existe un gobierno que funcione si no tiene recursos económicos. La mejor forma de hacerse de ellos es mediante los tributos o impuestos. Los recursos se necesitan para que el gobierno realice, en teoría, las acciones que requiera la sociedad como la salud, educación o seguridad. En la medida en que un gobierno cuenta con mayores recursos, más y mejores servicios podrá realizar. Sin embargo, no todos los países recuadan los mismos porcentajes de impuestos.

Para tener un panorama más claro, comparemos por ejemplo a varios países de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE). De acuerdo con la Revenue Statistics 2021, los ingresos tributarios totales como porcentaje del PIB, señalan que el país con mayor participación es Dinamarca con el 46.5%, mientras que el de menor porcentaje es México con 17.9%; el promedio de todos los países miembros es de 33.5%. Por debajo del porcentaje de la OCDE tenemos a Estados Unidos con el 25.5%, Chile con 19.3% y Colombia con 18.7%. A menores ingresos mayores limitaciones para ofrecer servicios sociales. Vemos, por ejemplo que la economía más grande del mundo, la de Estados Unidos recauda por debajo del promedio de la OCDE.

También vemos, sin que sea sorpresa, que los países latinoamericanos obtengan pocos recursos, mientras que los escandinavos sean quienes más obtienen, así como tampoco es noticia para nadie que los servicios públicos de las naciones escandinavas sean la de mayor cobertura y buena calidad, mientras que en Latinoamérica se colocan en el lado opuesto: servicios insuficientes y de mala calidad.

Dice Joseph Stiglitz, en Economía del sector público, que los impuestos son en esencia distorsionadores de la actividad económica, dado que de una u otra forma alteran la eficiencia económica. Esto aplica a los principales impuestos en el mundo, que son aquellos que afectan las ganancias de las personas (el famoso impuesto sobre la renta en México), los que afectan las ganancias de las empresas y los que afectan el consumo de las personas. Todos estos impuestos tienen diferentes porcentajes de aplicación, pero básicamente son de carácter universal, es decir, abarca a todos.

El impuesto al consumo se aplica generalmente a tasa única (por ejemplo, el 16% del impuesto al valor agregado en México). Por su parte, el impuesto a los ingresos personales y empresariales puede ser a tasa única o tasa progresiva, donde quienes ganan menos, pagan un porcentaje menor de impuestos, mientras que quienes ganan más, pagan más impuestos.

El Banco Mundial, en el artículo Un impuesto al tabaco que puede salvar millones de vidas, señala que un impuesto al tabaco (un impuesto especial) es una “medida fiscal para proteger a la población de los riesgos a la salud causados por el consumo…El objetivo más importante de incrementar substancialmente los impuestos es encarecer los cigarrillos, disminuir el consumo y, por ende, el riesgo de enfermar y morir prematuramente debido a los males asociados al uso del tabaco”.

En este sentido, 33 países cobraron un impuesto que representa el 75% del valor de una cajetilla en 2017. Lo anterior es un ejemplo de los impuestos especiales que buscan generar una acción correctora y que se le agregan al impuesto al consumo. Se pueden calificar como de impacto positivo porque buscan reducir las externalidades, o efectos negativos, de ciertas actividades o consumos específicos.

El tema de los impuestos es muy amplio, pero por lo pronto nos centraremos en ver dos aspectos, el de la progresividad y el de la correctibilidad. Para el primer caso, como ya mencionamos, un criterio es aplicar tasas impositivas más altas conforme se tengan mayores ingresos, y así de alguna forma las personas que por diversas circunstancias (trabajo, educación, inversiones, herencias) ganan más, aporten mayores cantidades para las labores del gobierno en beneficio de toda la población. Es una forma de solidaridad social.

Evidentemente, existen muchas interpretaciones sobre la idoneidad de aplicar la progresividad fiscal y el impacto que ocasionan a la economía, el empleo, la inversión y el consumo. Por ejemplo, el gobierno de Donald Trump reformó el sistema fiscal para las empresas al bajar el impuesto a la renta del 35% al 21% (el gobierno de Reagan había bajado el impuesto a las personas físicas del 50% al 28% en 1986), señalando que con esto se incentivarían las inversiones y la gente podía aumentar su consumo. Si bien las cifras de inversión y consumo no cayeron, y hasta tuvieron un crecimiento, lo cierto es que la medida ha venido concentrando los beneficios entre los más ricos, ya que tenían que pagar menos impuestos.

Dos de los retos más grandes que se tienen en estos tiempos son la desigualdad y el cambio climático, y ambos pueden ser abordados desde las políticas fiscales.

Thomas Piketty, en su aclamado trabajo El capital en el siglo XXI, señala que “el impuesto no es un asunto técnico, sino eminentemente político y filosófico, sin duda el primero de todos. Sin impuestos no puede haber destino común ni capacidad colectiva para actuar”. Por lo tanto, hay que considerar el factor político para aplicar impuestos, de tal forma que habría que cobrarle mayores tasas a quienes están “en lo más alto de la jerarquía de ingresos no sólo es posible, sino que es también la única manera de contener las desviaciones observadas en la cima de las grandes empresas”.

Las propuestas de Piketty son atrevidas: gravar las herencias como si fueran compras, gravar con el 80% a quienes ganen más de un millón de dólares al año (Francia lo intentó sin mucho éxito), o un impuesto mundial al capital (o la riqueza) por ejemplo el 1% adicional para la riqueza (propiedades, acciones bursátiles, empresas) de entre 1 y 5 millones de euros, o del 5%-10% para patrimonios arriba de mil millones de euros.

Si proponer impuestos es una acción política, en este sentido, tomando los siguietes casos, veremos en dónde se están tomando esas decisiones. Estados Unidos aprobó la “Ley de Reducción de la Inflación”, con la cual, entre otros aspectos relacionados con la salud, se propone impulsar créditos y destinar recursos para afrontar el cambio climático a través de estimular el uso de energías limpias y la compra de autos y accesorios caseros menos contaminantes. Esta agresiva política de gasto será financiada con una tasa impositiva mínima del 15% para las empresas con ingresos de $1,000 millones o más. Además, introduce un impuesto especial del 1% sobre la recompra de acciones. Con este impuesto adicional para los más ricos, (ese 1% súper privilegiado) se esperan obtener 300 mil millones de dólares.

En Chile, el gobierno de Gabriel Boric ha propuesto una reforma fiscal destinada a obtener mayores recursos con el fin de invertirlos en temas de salud, educación y vivienda. Las propuestas son de carácter progresivo, ya que se plantea un aumento del 3% a los ingresos de las personas que ganan más de 4,300 dólares mensuales, lo que repercutirá en el 3% de los contribuyentes. También se propone un impuesto a la riqueza del 1% a quienes posean bienes (acciones, inmuebles, instrumentos financieros) entre 5 y 15 millones de dólares y del 1.8% a los que posean un patrimonio superior a los 15 millones de dólares. Además, plantea un aumento adicional entre el 1% y el 4% a las grandes producciones de cobre.

En Colombia el presidente saliente, Iván Duque (de derecha) propuso, sin mucho éxito, una propuesta para cobrar un impuesto a la riqueza del 1% a quienes tuvieran un patrimonio superior al 1.3 millones de dólares y del 2% a los patrimonios superiores a 4 millones de dólares. El actual presidente, Gustavo Petro (de izquierda), ha presentado una propuesta donde se propone aumentar el impuesto para quienes ganen más de 2,400 dólares mensuales (se calcula que sólo afectará al 2% de la población), así como un impuesto adicional a las fortunas mayores a 691 mil dólares.

También se señala en la propuesta de reforma que habrán impuestos para las ganancias excedentes (sobre un umbral previamente establecido) en materia de petroleo y minería, y que ese dinero se destinaría a la preservación del medio ambiente. Otra propuesta de impuesto corrector, es que para disminuir el uso del plástico de un solo uso, se cobrará un impuesto especial, así como a los refrescos y alimentos ultraprocesados.

Como se puede apreciar, algunos países con distintas orientaciones ideológicas intentan modificar la situación actual con implementar o aumentar impuestos para “corregir” los efectos negativos de ciertas actividades y destinar los recursos adicionales para atender problemas específicos de salud o medioambiente, además de tratar de revertir la desigualdad imponiendo tributaciones a los multimillonarios, tanto a sus ganancias como a su riqueza. Otros prefieren no moverle a la situación actual. Así que la política se debate, entre, parafraseando a Shakespeare, cobrar o no cobrar impuestos a los multimillonarios, esa es la cuestión.

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