¿Quiénes son?

Tabula Rasa

(LeMexico) – Los Estados Unidos se autoerigieron como el país de las libertades. Su historia los avalaba: habían sido el primer país en el continente en lograr la independencia de un país europeo. Tuvieron una guerra civil donde ganó el bando que se oponía al esclavismo (aunque se tardaron unos cien años para empezar a eliminar el sistema que sustituyó al esclavismo: la segregación). Salieron al rescate de los países aliados para derrotar al nazismo y el fascismo. El aire de libertad que tiene la democracia se impuso sobre el socialismo soviético. Por supuesto que no ignoro el escalvismo, discriminación, injerencia en otros países, etc, pero es tema para otra reflexión.

Alexis de Tocqueville veía en la joven sociedad estadounidense, allá a mediados del siglo XIX, las bases de un brillante futuro, al señalar en La democracia en América que esa sociedad “es el producto (y este punto de partida debemos tenerlo siempre presente) de dos elementos completamente distintos, que en otras partes se hicieron a menudo la guerra, pero que, en América, se ha logrado incorporar en cierto modo el uno al otro, y combinarse maravillosamente: el espíritu de religión y el espíritu de libertad”. Sin embargo, algo ha ido cambiando en el vecino país del norte. La idea de que Estados Unidos es el paladín de las libertades está más que en entredicho al interior de esa nación, y lo vemos con mayor recelo (mucho más del que se tenía) desde fuera.

Cuando en 2006, uno de los politólogos más influyentes de la época, Samuel Huntington, publicaba un libro llamado ¿Quiénes somos? Los desafíos a la identidad estadounidense, inició un debate muy interesante acerca del tema, en especial, porque consideraba que el mayor desafío a la identidad cultural venía de los migrantes mexicanos que se negaban a dejar sus costumbres y asimilarse a los valores estadounidenses.

En este sentido, Huntington consideraba que la identidad estadounidense se ha basado en cuatro componentes: étnico, racial, cultural y político. Lo étnico que se refería a los inmigrantes blancos que no eran anglosajones, como los italianos o polacos. Lo racial era la manera de diferenciar a los blancos de los nativos de América, los negros o los latinos. Lo cultural estaba enfocado en el inicio independiente a lo religioso. Lo político era la aceptación de la libertad e igualdad, así como de defender a la democracia como sistema de gobierno.

Con el tiempo, y desde los años 60 del siglo pasado, lo étnico y religioso dejaron de ser un componente de la identidad común a los estadounidenses. Lo cultural sufrió grandes transformaciones, quedando atrás el predominio religioso, pero manteniendo una aceptación al “modo de vida americano” y a las instituciones del componente político.

Hoy podemos cuestionarnos si se mantienen vigentes esos componentes, sobre todo en torno a lo sucedido el pasado 24 de junio cuando la Suprema Corte de los Estados Unidos revocó el derecho constitucional al aborto que tenían las mujeres desde hace 50 años. Esta decisión es considerada un retroceso por el 52% mientras que el 31% lo consideran un avance, según una encuesta de CBS-YouGov; asimismo, el 51% piensa que la vida será peor para las mujeres, en tanto que solo un 18% cree que mejorará. Se podrá decir que estamos ante una coyuntura más, pero si volvemos la vista a una serie de posturas conservadoras, el panorama cambia.

En los años 90, lo que empezó casi como una broma, el movimiento creacionismo de finales del siglo pasado, el cual planteaba que en las escuelas se debería enseñar que la vida en el planeta, y toda su biodiversidad, solo podía ser producto de un diseño inteligente, un eufemismo para no decir Dios, y no como el producto de una evolución de las especies, como lo demostró Darwin. Y aunque el tema no era nuevo, basta con echarle un vistazo a la película de 1960 Heredarás el viento, lo llamativo era la fuerza que empezó a tomar esta postura claramente religiosa.

Luego vino la época del Tea Party a fínales de la primera década de los dos mil. Este movimiento conservador que encontró espacios en el partido republicano, aunque se veían a sí mismo como RINO (Republicans In Name Only), impulsaba una agenda económica y la defensa a ultranza de las libertades individuales, aunque entre ellas no estaba la libertad de elección de la mujer sobre la maternidad.

Posteriormente, llegó la época de Donald Trump, con esta visión polarizante de que las clases políticas, económicas, los de pensamiento progresista, los liberales, los laicos, los migrantes, las minorías raciales, las instituciones y la democracia misma, todos ellos eran el enemigo del pueblo. Trump pudo poner a 3 de los 9 jueces que componen la Suprema Corte, rompiendo el equilibrio en cuanto a posturas ideológicas, y formar una mayoría conservadora.

Por su parte, la izquierda liberal tuvo su gran momento en los años 60, cuando se dieran los movimientos en favor de la libertad sexual, de los derechos civiles de los afroamericanos, de las mujeres, de las minorías, así como la oposición a la guerra de Vietnam. Uno de los efectos positivos fue que en 1973, la Suprema Corte reconocieron la legalidad del aborto, con lo que culminaba una década donde los derechos de la mujer a recibir un salario igualitario, a la igualdad de oportunidades laborales y al uso legal de anticonceptivos.

Tal pareciera que a partir de ese momento, la izquierda liberal estadounidense perdió cohesión ideológica, arrasada por el pensamiento conservador imperante durante la era Reagan. Hoy podemos ver los públicos disensos, por ejemplo, entre quienes están a favor de un New Green Deal y de imponer impuestos más altos a los multimillonarios y quienes prefieren no moverle mucho a ese tema.

En este escenario, mientras la derecha conservadora, aquella que considera que “el cambio es una amenaza para la identidad” como dice Michael Oakeshot en La actitud conservadora, va imponiéndose en la agenda pública, la sociedad empieza a perder confianza en sus instituciones. Una encuesta en enero de este año publicada por The Washington Times, señala que el 76.8% considera que “la sociedad y la cultura estadounidenses se encuentran en un estado de decadencia”, mientras que una encuesta de 2021 de YouGov apunta que 3 de cada 5 ciudadanos se encuentran insatisfechos con la democracia. ¿Acaso estamos ante un cambio en la identidad de los estadounidenses?

Para ponerlo en perspectiva, Foreign Policy, en el artículo Roe Abolition Makes U.S. a Global Outlier, señala que en los últimos 50 años, al menos 59 países han legalizado o despenalizado el aborto, mientras que 11 países han restringido ese derecho, entre ellos, Estados Unidos, Polonia, Bielorusia, Turquía, Rusia, Corea del Norte e Irán. También señala que en los restantes países europeos, ya tenían las medidas a favor del aborto desde hace más de 50 años. En América Latina nunca han contado con esas medidas Perú, Bolivia, Paraguay y ningún país de Centro América. La revocación de derechos en un país occidental es algo que parecía solo existir en la mente de los novelistas. Sin embargo, la realidad nos está mandando una serie de alertas.

Los movimientos ultraconservadores pueden parecer marginales durante un tiempo, pero si simplemente hacemos como que no importa, en algún momento, con el paso de los años, se pueden dar las desafortunadas coincidencias que los impulsen y les den la fuerza suficiente para imponer su agenda, especialmente con el tema de las libertades, como el derecho al aborto, los matrimonios igualitarios, las minorías raciales, etc.

Huntingon se planteaba la pregunta de ¿Quiénes somos? porque “el modo en que los estadounidenses se definen a sí mismos determina su papel en el mundo”. Ante los retrocesos de las libertades que estamos viendo en Estados Unidos (y eso que no hemos mencionado los prejuicios religiosos contra los musulmanes a partir de los ataques a las torres gemelas en 2001, ni el ataque contra los mexicanos y latinos de los últimos años, ni la brutalidad policiaca que siguen sufriendo la comunidad negra) quizá sea tiempo de que el mundo le haga la siguiente pregunta: ¿quiénes son?

* Este artículo es una versión ampliada del artículo La amenaza a las libertades, publicado por la la Revista Cámara, de la Cámara de Diputados.

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