El futuro de la seguridad

Tabula Rasa

(LeMexico) – La seguridad es un asunto inherente al ser humano, aunque no necesariamente sea una prioridad para los gobernantes. Históricamente, siempre ha habido ladrones y asesinos. Basta con echarle un vistazo a la Biblia, o los relatos de los asaltantes de tumbas de los faraones egipcios, los salteadores de caminos en la clásica Grecia o la vieja Roma. Pero no por frecuentes dejaban de ser un problema para las personas de su tiempo

Conforme se fueron desarrollando las sociedades, la manera de visualizar y priorizar a la seguridad fue evolucionando. Hace poco menos de 20 años, durante una conferencia especial sobre la seguridad organizada por la Organización de Estados Americanos, se aprobó la Declaración sobre la Seguridad en las Américas. En ella se hablaba de que a partir de los valores compartidos y los enfoques comunes, se tenía que evolucionar a una seguridad multidimensional para que los Estados del hemisferio pudieran hacer frente a las amenazas tradicionales y a las nuevas amenazas a la seguridad.

La seguridad multidimensional es parte de la evolución del concepto de seguridad, en donde el objetivo es señalar que ya no basta con los enfoques tradicionales, sino que hay que ir incorporando los elementos emergentes que pueden poner en riesgo la viabilidad de los Estados. Es importante hacer hincapié en el hecho de que esta propuesta no es para los ciudadanos (como es el caso de la seguridad humana o ciudadana) sino que es una concepción para el Estado.

Así, de acuerdo con la Declaración sobre la Seguridad en las Américas, los países deberían enfocarse en las siguientes amenazas: el terrorismo, la delincuencia organizada transnacional, las drogas, la corrupción, el lavado de activos, el tráfico ilícito de armas; la pobreza extrema y la exclusión social de amplios sectores de la población, los desastres naturales y los de origen humano, el VIH/SIDA y otras enfermedades, el deterioro del medio ambiente; la trata de personas; los ataques a la seguridad cibernética; un accidente o incidente durante el transporte de materiales peligrosos; acceso, posesión y uso de armas de destrucción en masa.

Destacan que las nuevas amenazas no provienen solamente del ámbito criminal, sino que tendrán lugar acciones de tipo socioeconómico, como el combate a la pobreza; la reducción de contaminantes de las sociedades postindustriales; asuntos de salud; y hasta errores humanos en el traslado de materiales peligrosos como puede ser un derrame petrolero o algo tipo Chernobyll.

En esto no hay mucha diferencia entre lo que han venido catalogando como objetivos de seguridad nacional en Estados Unidos o en la Unión Europea. Por ejemplo, en la Guía Estratégica Provisional de Seguridad Nacional: Renovar las Ventajas de América, publicada por la Casa Blanca en marzo de 2021, habla de un “nuevo enfoque actualizado para los desafíos de nuestro tiempo” que requiere enfrentar a los criminales y extremistas, el cambio climático, ciberataques, enfermedades infecciosas y la desinformación. Por su parte, la Unión Europea en la Nueva Agenda estratégica 2019-2024 habla de Control de las fronteras, lucha contra la migración ilegal y la trata de seres humanos, contra el terrorismo y la delincuencia transfronteriza, resiliencia frente a las catástrofes naturales y protección contra ciberdelito

Como podemos ver, actualmente no podemos abordar el tema de la seguridad de forma purista, es decir, marcando una clara diferenciación entre, digamos, la seguridad pública y la seguridad nacional. No se trata de decir que son equivalentes o que no existen diferencias entre una y otra. Por supuesto que cada una tiene su ámbito de aplicación y la definición conceptual, que marca el rumbo de las acciones a seguir, es indispensable. Las tendencias contemporáneas nos hablan de entender a la seguridad desde sus ámbitos especializados y, a la vez, en aquellos donde se entrelazan los asuntos comunes, espacios que por cierto cada vez son más amplios.

De ahí que las coincidencias en hablar de nuevas amenazas o amenazas emergentes, como también se las denomina, significa que hay que incorporar todas aquellas situaciones que afecten al Estado, y que no necesariamente son de carácter local, sino incluso global. Se incorporan ámbitos sociales como aquellos que afecten a la salud pública (tal y como lo presenciamos con la pandemia del coronavirus), pobreza y la exclusión social, sin olvidar por supuesto los relacionados con el cambio climático, tema este último que afectará el devenir de la propia humanidad, para bien o para mal.

La seguridad multidimensional coincide con las estrategias que tienen como un tema coincidente el impacto que tendrán las tecnologías.  Como lo sabemos todos, las nuevas tecnologías pueden suponer un alivio hoy, pero un problema a futuro. El motor de combustión interna ha movilizado a miles de millones de personas a un costo ambiental que en su momento se ignoraba o se pasaba por alto. Otro caso, menos publicitado, pero que también ya se ha tomado conciencia, es con el uso las simples y sencillas bolsas y popotes de plástico, que han pasado de ser algo normal a ser satanizadas por contaminantes.

Es complicado a priori definir el impacto que tendrán las nuevas tecnologías y cómo pueden convertirse en amenazas. Alfred Nobel inventó la dinamita para eliminar los accidentes con los explosivos volátiles que se tenían en la época y, horrorizado, vio que su invento se utilizaba para arma de destrucción militar, lo que lo llevó a donar su dinero a la creación de un premio que promoviera la paz. Es decir, los inventos y los avances tecnológicos son armas de dos filos. La base con la que se desarrollaron los inocentes drones con los que juegan los niños, sirven en la industria militar y para la delincuencia organizada, para realizar ataques a distancia sin riesgo.

El desarrollo de la tecnología y de las comunicaciones ha logrado que el mundo viva en la nube. Y no, no me refiero a una abstracción de la realidad, ni al efecto que producen algunas sustancias, sino al hecho de que vivimos atados a sistemas informáticos. Nuestra seguridad, dinero y hasta accesos a las casas dependen de claves y contraseñas. De acuerdo con lo visto en párrafos anteriores, tenemos una preocupación común en lo que llamaríamos nuevas amenazas: la ciberseguridad. Podemos considerar que, exceptuando a los desastres naturales, las restantes amenazas pueden tener un componente de seguridad cibernética.

Los delitos asociados al uso de las tecnologías informáticas van desde el phising al sexting, del fraude y extorsión a la suplantación de identidad, del hackeo al secuestro virtual de empresas y oficinas de gobierno. El aumento de estos delitos ha ido de la mano con las trasformaciones institucionales a nivel internacional. Por ejemplo, la Unión Europea cuenta con la Agencia de la Unión Europea para la Ciberseguridad (ENISA) desde 2004, mientras que en los Estados Unidos se acaba de crear el pasado abril la Oficina de Ciberespacio y Política Digital, recordando que existe desde 2009 el Cibercomando de Estados Unidos (USCYBERCOM) un comando militar.

Todos los países deberían evolucionara a tener un área especializada como una respuesta al incremento de los ciberdelitos y ciberamenzas, porque la cantidad de información que se mueve en la nube es irreal. De acuerdo con el sitio Internet Live Stats, se suben a la red, por segundo, 10,009 tweets, 1,160 fotos de Instagram, 105,718 GB de tráfico en internet, 10,325 búsquedas en Google, 95,623 videos son vistos en YouTube y se envían 3,174,346 correos electrónicos. Es evidente que el tráfico supera las capacidades humanas.

Y es aquí donde entra otro elemento, la inteligencia artificial. Hoy en día nos confesamos ante la red y no ante un sacerdote. A la red le contamos todo lo que nos gusta y nos interesa. Mediante el uso de la inteligencia artificial y el big data, podríamos adelantarnos a los problemas. Uno de los filósofos contemporáneos más leído, Byung-Chul-Han, en su libro No-cosas, nos dice que “la inteligencia artificial aprende del pasado. El futuro que calcula no es un futuro en el sentido propio de la palabra… La inteligencia artificial solo elige entre opciones dadas de antemano, últimamente entre el uno y el cero”. La inteligencia artificial es quizá la mejor manera de reforzar la seguridad hoy en día.

La tecnología no es una amenaza, a menos que Skynet se rebele contra los humanos, como en Terminator, o que necesiten a las personas como energía para el sistema, como en Matrix. Tampoco es que vayamos a tener a los superpolicías como en Robocop. Más bien, nos iremos acercando a un mundo que tendrá que lidiar con escenarios más cercanos a lo que reflejan series como Black Mirror o Love, Death & Robots. Hacia allá es donde debemos imaginarnos el futuro de la seguridad.

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