Lecciones desde Honduras

Tabula Rasa

(LeMexico) – Normalmente, nos detenemos en las noticias que son escandalosas, cuando involucran a personajes controversiales o que suceden en países con mucha exposición mediática. Por ejemplo, en el terreno internacional no puede haber noticia más importante que las tensiones en torno a Ucrania. Por esa razón, casi nadie recuerda que el pasado 28 de noviembre de 2021 hubo elecciones generales en Honduras, un país pequeño que no es gobernado por alguna figura controvertida o mediática, donde no se presentaron irregularidades y, por lo tanto, lo sucedido ahí no fue una noticia que trascendiera más allá de ciertos espacios dedicados a países latinoamericanos. Sin embargo, tras esa aparente tranquila elección existen elementos muy interesantes para comentar.

Como es sabido, desde la independencia y hasta finales del siglo pasado, los países latinoamericanos han vivido constantes golpes de estado, donde las fuerzas militares salen a las calles y derrocan al presidente en turno e imponen a otro. Cabe señalar que Honduras había vivido un periodo de normalidad democrática, esto es, elecciones periódicas y el traspaso de poder se había dado sin mayores complicaciones, desde 1981.

Ese escenario parecía haber cambiado en el presente siglo hasta que llegó el 28 de junio de 2009 cuando se efectuó un golpe de estado en contra del presidente José Manuel Zelaya Rosales. Ese día, elementos del ejército hondureño entraron en la madrugada en la residencia oficial, se llevaron a Zelaya (aún en pijama) al aeropuerto y lo enviaron a Costa Rica. Unas horas después, el Congreso Nacional, abiertamente opositor, aceptaba la “carta de renuncia” a la presidencia. Zelaya, como suele suceder en nuestra región, fue un gobernante del típico corte nacionalista con un discurso en contra de las élites nacionales e internacionales.

Zelaya fue un presidente con orientación de izquierda moderada, pero que con el transcurrir de su mandato presidencial se fue corriendo más al extremo y empezó a ser visto con recelo por acercarse mucho a los sospechosos comunes: Evo Morales, Daniel Ortega y Hugo Chávez. Las tensiones políticas internas las trató de resolver Zelaya convocando a un ejercicio de consulta popular para modificar la constitución hondureña y así enfrentar al Congreso opositor. El resultado ya lo conocemos.

De acuerdo con el Balance preliminar de las economías de América Latina y el Caribe, publicado en estos días por la CEPAL, los datos señalan que Honduras tuvo en 2021 una inflación del 4.6%, un desempleo del 10.2% en 2020, es el tercer país con menor inversión extranjera directa (solo por encima de Haití y Nicaragua), y, sorprendentemente, un crecimiento del PIB del 9% con lo que recupera la caída en 2020 del -9%. Por ejemplo, en México, la caída del PIB en 2020 fue del -8.2% y la recuperación en 2021 fue del 5.8%. Es más, si nos remontamos a la última década, el crecimiento porcentual del PIB en Honduras ha sido mayor que el de México.

No obstante, de acuerdo a las cifras anteriores, Honduras es un país en el que la combinación de los problemas de pobreza y de violencia se combinan para ser elementos que orillan a sus habitantes a migrar hacia los Estados Unidos, principalmente. Según el estudio Índice de pobreza multidimensional en Honduras, publicado por el Instituto Nacional de Estadística en 2017, el 60% de la población es pobre. Tras la crisis de la pandemia del COVID, todo indica que las cifras de pobreza deben seguir siendo muy altas.

12 años después del golpe en contra de Zelaya, llega a la presidencia su esposa, Xiomara Castro, quien ganó con el 51.1% de la votación, aunque su partido ocupara poco menos del 40% con 50 diputados. Un rasgo del sistema electoral hondureño es que la elección es de una vuelta a mayoría simple (quien tenga más votos gana) y el Congreso es electo mediante la representación proporcional de lista abierta. Lo anterior significa que, a diferencia de México, donde la representación proporcional es a lista cerrada, donde ya están establecidos los candidatos y el orden en el que ingresarían al Congreso, en las listas abiertas se ponen los nombres de los candidatos, pero sin un orden establecido

Una característica de la campaña de Castro fue que se alejó de los radicalismos y ofrecía trabajar para desterrar la corrupción (un mal endémico de la región) y mejorar las condiciones de vida, enfocándose principalmente en combatir la pobreza. Otra parte de su discurso era que representaba una tercera opción ante bipartidismo tradicional. Los posicionamientos mesurados, incluyendo la elección como vicepresidente a una figura de centro, hacían prever que la toma de protesta de la nueva presidenta sería un asunto protocolario, al cual, por cierto, asistieron, entre otros, Kamala Harris y el Rey Felipe VI.

Sin embargo, no fue así. En los días previos a la toma de posesión de Castro se procedió a elegir al nuevo presidente del Congreso. Los diputados del Partido Nacional (segundo en el Congreso), junto con 20 diputados de Libre (el partido de la presidenta Castro), eligieron líder del Congreso a un miembro del Partido Libre, Jorge Calix. Pero como en América Latina nos encantan los enredos, la presidenta Castro lo desconoció y tachó de traidores a quienes lo eligieron, reconociendo a un segundo presidente cameral, Luis Redondo, que fue designado por el resto de los diputados de Libre y otros partidos, y que pertenece al Partido Salvador de Honduras. Es decir, desconoce al de su partido y le da legitimidad al de otro partido. Una historia muy vista en México.

Hoy en día no está resuelto el problema de quién es el legítimo presidente del Congreso y todo apunta a que será un asunto que resolverá la Corte Suprema de Justicia, cuando ya se han dado todo tipo de denuncias y demandas entre ambos grupos. Y para que vean lo bizarra que puede ser la política en la región, la presidenta Castro, que el 21 de enero publicara en Twitter “se consumó la traición”, publica 5 días después “he propuesto a Jorge Calix que se integre a mi gobierno en la posición de Coordinador de Gabinete en aras de unirnos en la Refundación de Honduras”, quien hasta el momento no había rechazado o aceptado el cargo.

Como quien dice, y de acuerdo con las palabras de la propia presidenta, quiere que le coordine su gabinete un traidor. Esto, más que calificar a Calix, nos demuestra la ligereza con la que hablan muchos líderes. No les caería mal un poco de cuidado con las palabras.

Las expectativas en torno a Xiomara Castro eran altas hace dos semanas por varias razones: por el alto porcentaje de votos obtenidos, por ser electa en los comicios con mayor participación ciudadana, por impulsar una agenda izquierda centrista, por apuntalar la vicepresidencia con una figura reconocida como moderada, por el reconocimiento internacional, por la esperanza de que su gobierno mejorará las condiciones sociales y por el simple hecho de ser mujer en uno de los países con las tasas más altas de feminicidios. Pero todo se puede perder si no resuelven la crisis interna, una crisis política en donde los aliados son traidores y los enemigos son los nuevos aliados, confirmando que en política los acuerdos no son eternos.

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