Tensiones en Ucrania

Tambula Rasa

(LeMexico) – Uno de los principales instrumentos que se utilizan en geopolítica es el uso de mapas como herramienta para tener un mejor entendimiento de lo que se está analizando. Algunos países son más fáciles de ubicar por su tamaño, ubicación o forma geográfica. Por ejemplo, Italia es inconfundible por su silueta semejando una bota. Otros son más complicados de ubicar, como es el caso de Ucrania.

Volteando hacia este país, vemos que está ubicado en la parte oriental de Europa y es limítrofe con Bielorrusia, Polonia, Eslovaquia, Moldavia, Rumanía y Rusia. Fue un país miembro de la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y, tristemente, el episodio más famoso en su historia reciente fue la explosión de la central nuclear de Chernóbil, ubicada en el norte de Ucrania.

Desde 2014, Ucrania ha estado en el centro de muchas discusiones debido a que, ese año, se realizaron en Crimea, península de Ucrania en el Mar Negro (al cual también tiene salida Rusia), una serie de protestas en contra del gobierno central. Al ser la mayor parte de la población de Crimea rusoparlante, exigieron su separación de Ucrania y su anexión a Rusia, la cual terminó por formalizarse. Aunque no existe un reconocimiento internacional, en los hechos, Crimea ya forma parte de Rusia.

Ahora bien, los separatistas no fueron tan espontáneos como parece. A principios de 2014, Ucrania se encontraba en medio de una crisis política, cuando el entonces presidente proruso, Viktor Yanukovich fue depuesto en medio de una gran movilización social proeuropeístas. Cuando aparecieron las primeras manifestaciones separatistas en Crimea, Rusia vio la oportunidad para fortalecer su presencia en la región. La importancia del Mar Negro radica en el hecho de que es la salida marítima de Rusia hacia el Mar Mediterráneo, con las implicaciones estratégicas y de gran valor geopolítico.

Lo que sucedió en Crimea en 2014 se puede entender como, lo que el gran teórico militar Lawrence Freedman señala en su libro La guerra futura, una guerra híbrida. El anterior término sirve para “designar cualquier enfoque capaz de hacer uso de toda la panoplia de recursos militares disponibles, incluyendo el terrorismo, la insurgencia, la delincuencia y las operaciones convencionales, sin omitir la utilización exhaustiva de operaciones de información”. Pero, sobre todo, en Crimea se vieron a soldados y tropas rusas, disfrazados de civiles, encabezando las operaciones en contra de las fuerzas ucranianas y ocupando la península. Con lo anterior, Rusia (al igual que los Estados Unidos lo hicieran en Guatemala 70 años atrás), intentó disfrazar su intervención directa.

Freedman señala que lo antes descrito ejemplifica cómo “la guerra híbrida era una forma de guerra algo suavizada, y si se había recurrido prioritariamente ella había sido tanto debido a los problemas que planteaba la guerra convencional como el hecho de que empezaba tenerse en cuenta la posibilidad de un movimiento de resistencia popular”. Es decir, hacer la guerra sin declarar una guerra convencional.

Aunque las protestas de la comunidad internacional no se hicieron esperar, en especial las de la Unión Europea que considera a Ucrania dentro de uno de sus círculos de seguridad, en los hechos Crimea forma parte de Rusia, tan es así que ya se construyó un puente carretero y ferroviario de casi 19 kilómetros de largo para conectar ambas costas. Imitando lo sucedido en Crimea, en la región ucraniana de Dombás, ubicada al sur y pegada a la frontera con Rusia, hubo un intento de secesión, movimiento que fue derrotado por las tropas del gobierno ucraniano. Las pretensiones secesionistas no se han extinguido.

Cabe resaltar que, a partir de la desintegración de la URSS, diversos países ex miembros del bloque soviético se han ido integrando a los diferentes organismos y asociaciones internacionales, destacadamente a la Unión Europea (UE) y a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Por ejemplo, en la UE pasó de 15 miembros en 1995 a los actuales 27, mientras que la OTAN pasó de 16 países miembros en 1998 a los actuales 30, siendo Macedonia del Norte (el surgimiento del nombre de este país bien merece un relato aparte) el último país en incorporarse en 2020. Ucrania limita con 4 países de la OTAN, de los cuales 3 también son miembros de la Unión Europea (Polonia, Hungría y Rumania).

Al ver la agresividad de la política exterior rusa contra Ucrania, las autoridades de este país, encabezadas por el presidente Volodomir Zelensky, fueron replanteando la posibilidad de incorporarse de manera formal a la OTAN (existen antecedentes de cooperación desde la última década del pasado siglo), tal y como también lo ha hecho otro país que está entre el Mar Negro y Rusia: Georgia.

Lo anterior ha sido considerado como inaceptable para Rusia. El presidente Vladimir Putin ha señalado expresamente su oposición a que Ucrania y Georgia formen parte de la OTAN ante la posibilidad de que eso pudiera permitir la instalación de misiles nucleares a menos de 600 kilómetros de Moscú, algo por lo que en su momento Estados Unidos bloqueó a Cuba. Una Ucrania aliada de la OTAN (misma situación para Georgia) debilitaría la defensa rusa, de ahí su importancia.

Vladimir Putin

Mientras las tensiones diplomáticas se acrecentan, cada país va moviendo sus piezas en el tablero geopolítico. Rusia ha desplazado unos 100-120 mil soldados a la frontera con Ucrania. Los Estados Unidos han movilizado un portaaviones al mar Mediterráneo. La OTAN señaló el pasado 7 de enero en su cuenta oficial de Twitter de la cuenta de la OTAN, señalando de manera general, pero con destinatario claro que “cada país tiene derecho a elegir por sí mismo si se adhiere a algún tratado o alianza”.

En el extremo norte de Europa, por si acaso, los países escandinavos, Dinamarca, Suecia y Finlandia, han movilizado y puesto en alerta a parte de sus tropas, según algunos reportes. Incluso en estos dos últimos países se está debatiendo las posibles ventajas de ingresar a lo OTAN o mantenerse independientes. La Unión Europea ha tomado múltiples medidas diplomáticas en contra de Rusia.

Bielorrusia ha tomado partido con Rusia. Alemania ve con temor que se pueda cancelar un gasoducto proveniente desde Rusia, lo que comprometería su seguridad energética. Demasiadas piezas en el tablero en donde China y la India, los otros gigantes de la región, están por el momento como espectadores.

Por momentos, durante la semana se vivieron momentos de fuertes declaraciones por parte de los presidentes de Rusia y Estados Unidos que daban a entender que un conflicto armado en Ucrania era inevitable. Esto nos lleva a recordar la pregunta que se plantea la formidable historiadora Margaret MacMillan en su libro 1914. De la paz a la guerra, cuando se pregunta: “¿Cómo pudo Europa hacerse esto a sí misma y al mundo? Resulta cómodo encogerse de hombros y decir que la Gran Guerra fue inevitable; pero se trata de una conclusión peligrosa, y más teniendo en cuenta que nuestro mundo se asemeja en algunos aspectos, no en todos, al de los años previos a 1914, es decir, al mundo que fue barrido por la guerra”.

Donald Kagan, en el indispensable para estos días Sobre las causas de la guerra y la preservación de la paz, planteaba que “¿Cómo fue posible que dos grandes potencias llegaran al punto en que parecía necesario un tratamiento cuidadoso de la crisis para evitar un conflicto que pudo crecer hasta adquirir proporciones nucleares?” Esto con referencia a la crisis de los misiles en Cuba, pero que bien podríamos aplicar a lo que pasa hoy en el mar Muerto.

En la crisis de los misiles prevalecieron las posturas conciliatorias de John Kennedy y Nikita Jrushchov, algo que no se logró en los días previos a la Primera Guerra Mundial, como lo apunta Christopher Clark en Sonámbulos como Europa fue a la guerra en 1914, cuando dice que “el estallido de la guerra fue la culminación de una cadena de decisiones tomadas por actores políticos con objetivos deliberados, que eran capaces de una cierta autorreflexión, reconocían una serie de opciones y se formaban los mejores juicios que podían en base a la mejor información que tenían a mano”. ¿Estarán Putin y Biden a la altura de sus antecesores de 1962 o de 1914?

Hay demasiados países e intereses involucrados. Mientras los principales líderes europeos siguen hablando de diálogo y diplomacia, Estados Unidos ha expresado en las últimas horas un tono más mesurado, pero sin dejar de señalar que cualquier agresión militar a Ucrania tendrá respuesta. No olvidar que en 2014 el presidente Vladimir Putin señaló:

“Gracias a Dios no creo que nadie esté pensando en desatar un conflicto a gran escala con Rusia. Quiero recordarles que Rusia es una de las principales potencias atómicas”.

Para los expertos en geopolítica, lo que está pasando ya lo veían venir. “Ucrania, un espacio nuevo e importante sobre el tablero euroasiático, es un pivote geopolítico porque su propia existencia como país independiente ayuda a transformar a Rusia. Sin Ucrania, Rusia deja de ser un imperio euroasiático. Una Rusia sin Ucrania podría competir por un estatus imperial, pero se convertiría en Estado imperial predominantemente asiático”, tal y como escribió Zbigniew Brzezinski en El gran tablero mundial. La supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos publicado en el lejano 1997.

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