El Triunfo del Pueblo Chileno

(LeMexico) – Llama la atención cómo varios analistas se muestran sorprendidos del triunfo de la izquierda en Chile, un país que durante las últimas décadas mostró estabilidad económica, crecimiento y cierta reducción de la pobreza. Chile nunca fue muy diferente al resto de América Latina en cuanto a la desigual distribución del ingreso.

La verdad es que la pasada elección chilena es una fuerte derrota de la derecha. Lo es, literalmente, porque perdió su candidato, José Antonio Kast, un ultra conservador, que a lo largo de su carrera nunca renegó de su linaje pinochetista. Es también una derrota del proyecto económico liberal que tenía en Chile, supuestamente, su experimento exitoso de liberalizar mercados y privatizar para generar riqueza que luego se “derramaría” a toda la población.

De hecho, en Chile, la agenda privatizadora alcanzó sectores prácticamente no tocados en el resto de América Latina, como la provisión pública de educación y la salud. Eso, reformas económicas de mercado muy intensas, no mejoraron de manera importante los ingresos de las mayorías, pero sí dificultaron el acceso universal a los servicios. Temas como la subvenciones a escuelas de educación básica privadas, las deudas de los egresados universitarios o los bajos rendimientos de las pensiones, son comunes en el debate político de ese país.

En realidad, Chile ya había sido gobernado por socialistas, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet, pero moderados por formar parte de la llamada coalición de la concertación, la que logró la transición a la democracia, que incluye a la democracia cristina. Tal vez, incluso en contra de sus convicciones, Lagos y Bachelet fueron gobernantes centristas, o de tercera vía. Gabriel Boric representa a una nueva generación, por eso causa tanto entusiasmo.

Un hombre de 35 años, probablemente el primer presidente tatuado del continente, abandera con fuerza causas que a la izquierda tradicional le ha costado trabajo abrazar, como el feminismo, lo derechos sexuales y reproductivos, el matrimonio igualitario y la agenda LGBT+, el aborto y la lucha contra el cambio climático. El triunfo en la segunda vuelta de Boric, que logra remontar un segundo lugar en la primera, se debe a que acuden a votar a su favor, de manera masiva, mujeres y jóvenes menores de treinta.

Boric ha puesto el acento en buscar mecanismos más incluyentes y participativos en la toma de decisiones, un gobierno cercano a la movilización popular. Ahora, su programa económico parece ser un regreso a la social democracia clásica. Algo no muy distinto a la de Olaf Scholz, el nuevo gobernante alemán, socialdemócrata.

Esto es, en lugar de que se dependa de los esquemas de mercado en la provisión de servicios, como los de educación, salud, vivienda o pensiones, el estado tiene la obligación de proporcionarlos para generar condiciones de igualdad y garantizar derechos. Para eso Boric plantea cambios en el sistema tributario, para gravar a las corporaciones y a las grandes fortunas, así como reformas al sistema de pensiones para hacerlo más justo y menos acorde a los intereses de los conglomerados financieros.

La social democracia, en el mundo, parece recuperar su atractivo como oferta electoral. Tendrá varios obstáculos, desde el hecho de que mientras gobierna se va a discutir una constitución que después tendrá que ser ratificada por el voto popular. El otro es que carece de mayorías parlamentarias, ese un problema endémico del sistema de segunda vuelta presidencial, cuando en la primera se realizan también las elecciones del congreso, en la que participan varios partidos. El punto es que el triunfo de Boric es una buena noticia para la región y para un país que reclama mayores condiciones de igualdad.

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