Derecha e izquierda

Tabula Rasa

(LeMexico) – Entre las muchas cosas que nos dejó la Revolución Francesa está el uso de las palabras izquierda y derecha como categorías políticas. La explicación es simple, cuando la Asamblea Constituyente debatía el futuro del Rey Luis XVI, los leales al monarca estaban sentados al lado derecho, mientras que los revolucionarios se ubicaron al lado izquierdo. A partir de esa simple casualidad (que pudo ser a la inversa), en términos generales se habla que la derecha busca mantener el orden establecido de una sociedad mientras que la izquierda busca un cambio.

Por lo tanto, parece de lo más sencillo saber qué significa ser de izquierda o de derecha. Sin embargo, no es tan simple. Como bien lo apunta Octavio Rodríguez Araujo, profesor Emérito de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, en su libro Derechas y ultraderechas en el mundo:

“Aunque en general todos entendemos que un conservador es de derecha y un progresista es de izquierda, cualquier intento de definición del conservadurismo y del progresismo tendría que referirse, más que a una persona, partido o clase social, a momentos históricos y a realidades concretas de un país, de una región, de una entidad específica en un contexto más amplio, en la historia misma”.

Por ejemplo, nuestra historia nos indica que los centralistas de la primera mitad del siglo XIX eran los conservadores, mientras que los federalistas eran los progresistas. Sin embargo, por las mismas fechas, en Argentina, los conservadores eran considerados como los progresistas, mientras que los federalistas eran los conservadores. A partir del ejemplo anterior podemos imaginar que el asunto no es tan simple.

Otros ejemplos: Miguel Hidalgo inició la lucha de independencia, un progresista en términos actuales, pero su alzamiento fue a favor de la monarquía de Fernando VII, claramente un movimiento conservador. Maximiliano de Habsburgo es el mayor ejemplo de los conservadores del siglo XIX, fue acusado por quienes lo trajeron a México de ser demasiado liberal. Juárez mismo, un liberal, al quedarse de manera permanente en el poder fue acusado de conservador por Porfirio Díaz, a quien veían como un liberal, quien en el poder se convirtió en conservador, quien a su vez fue derrocado de la presidencia por el movimiento liberal de Francisco Madero, a quien Emiliano Zapata acusó de conservador. ¿En qué quedamos?

El asunto parecía aclararse cuando tras el triunfo de la Revolución Rusa y el ascenso de los comunistas al poder, se hacía una rápida identificación de que las políticas de izquierda eran equivalentes al comunismo o al socialismo, mientras que la derecha era capitalista. Pero aquí también se presentaban las confusiones, si un simpatizante del comunismo hablaba de lograr el cambio mediante los procesos democráticos y no a través de la lucha revolucionaria, era tildado de conservador.

O como en América Latina, donde la izquierda más que identificarse con el comunismo hablaba del nacionalismo, en contrapartida con la derecha imperialista, pero que a la vez, esa izquierda implementaba las políticas desarrollistas (como la industrialización por sustitución de importaciones) para impulsar el crecimiento de la industria (enemigo número uno de los seguidores de los postulados de Marx y Engles en el Manifiesto Comunista). Proclamar, desde la izquierda, que el progreso llegaría con el crecimiento del modelo capitalista no hacía más que causar confusión conceptual.

Los años 80 nos trajeron nuevos desconciertos a los conceptos izquierda y derecha. Derivado de las crisis económicas que explotaron a principios de la década, se generó un consenso para modificar el rumbo de la economía y orientarse hacia las políticas que impulsaban el libre mercado, la libre circulación de bienes, junto con postulados democráticos de efectuar elecciones libres, libertad para asociarse, libertad de prensa. Es decir, lo que Milton Friedman llamó libertad de elegir. Como en materia económica el mundo ya había vivido una época de libre comercio, a la nueva etapa se le llamó neoliberal y se asoció con el conservadurismo, dejando de lado el hecho de que un siglo atrás los liberales y los conservadores eran opuestos.

Quizá porque una de las mayores impulsoras en el mundo era la Primera Ministro Margaret Thatcher que provenía del Partido Conservador inglés, quizá porque se pretendía regresar al esplendor del crecimiento económico previo a los años de la guerra. Pero lo cierto es que, 100 años después, los neoliberales no se consideraban neoprogresistas sino conservadores, así sin el prefijo y eran los impulsores del progreso mientras que la izquierda se halla en un momento de transición ideológica. Como lo señala Rodriguez Araujo en Izquierdas e izquierdismo, al decir que:

“Las que he llamado y se han llamado nuevas izquierdas, tanto las de los años 60 del siglo pasado como las actuales, han sido  (o  son)  de  izquierda,  más  por  los  implícitos  programáticos  en sus anti que por sus propuestas a veces inexistentes o demasiado vagas cuando no filosófica e ideológicamente contradictorias”.

Otro camino para tratar de desentrañar el dilema izquierda-derecha, nos lo señala Norberto Bobbio en Derecha e izquierda donde apunta que “una de las maneras más comunes para caracterizar la derecha con respecto a la izquierda es la de contraponer la izquierda igualitaria con la derecha libertaria”. Es decir, sustituimos los conceptos de progresista-conservador por los de igualdad y libertad.

Aunque señala que incluso esta dicotomía no es correcta, sino que “el criterio para distinguir la derecha de la izquierda es la diferente apreciación con respecto a la idea de la igualdad, y que el criterio para distinguir el ala moderada de la extremista, tanto en la derecha como en la izquierda, es la distinta actitud con respecto a la libertad”. En otras palabras, lo que diferencia a la izquierda de la derecha es la postura frente a la igualdad. 

Podemos decir que no existe una izquierda y una derecha pura, sino que se mueven entre diferentes extremos, los cuales son identificados por Bobbio de la siguiente forma: extrema izquierda = movimientos igualitarios y autoritarios; centro-izquierda = movimientos a la vez igualitarios y libertarios; centro-derecha = movimientos libertarios y no igualitarios; extrema derecha = antiliberales y anti igualitarios. En este sentido podemos ver cómo los extremos son radicales, mientras que los acuerdos se deben dar en torno a la postura del centro.

Tanto la izquierda como la derecha han ido mutando con los años y se han ido adaptando a su tiempo y su espacio. Por ejemplo, es perfectamente normal que haya quien se diga de derecha en los Estados Unidos, mientras que en México nadie se auto califica en tal sentido. Es innegable que no se puede entender la democracia sin la libertad y sin la igualdad y que ese debe ser la guía para el ejercicio de la política.

La derecha promueve las libertades sin detenerse demasiado en las igualdades, mientras que la izquierda necesita de las libertades para promover las igualdades. Esto es lo que no han entendido los que se dicen de izquierda.

La izquierda de nuestros días se alimenta intelectualmente del recuerdo de las glorias soviéticas y vive como si siguiéramos en los años de la guerra fría. Pareciera que no se ha dado cuenta de que es en la sociedad donde se ha dado la verdadera transformación. Las expresiones sociales de nuestros tiempos son transversales y atraviesan el espectro izquierda-derecha: los movimientos ambientalistas, feministas, de derechos humanos, de la comunidad LGBT+ y la participación ciudadana en las acciones de gobierno, solo por mencionar algunas. 

Al mundo no le sirve una izquierda que se regocija en llenar plazas públicas; una izquierda que destruye en lugar de construir; una izquierda que esconda datos en lugar de transparentarlos y ganarse la confianza de la sociedad demostrando lo que se hace con sus recursos; una izquierda que insista en refugiarse con los suyos y no vea por toda la sociedad; una izquierda que ignore que el mejor camino para la igualdad es mediante la creación de riqueza; una izquierda que, citando un clásico, ni oye ni ve. 

Dice Boaventura de Sousa Santos en el capítulo ¿Reinventar las izquierdas? ,que forma parte del libro Reinventar la izquierda en el siglo XXI, que:

“Cuando están en el poder, las izquierdas no tienen tiempo para reflexionar sobre las transformaciones que ocurren en la sociedad y, cuando lo hacen, es como reacción a cualquier acontecimiento que perturbe el ejercicio del poder. La respuesta siempre es defensiva. Esta indisponibilidad para la reflexión, que siempre ha sido perniciosa, hoy es suicida”.

Se requiere, pues, de una izquierda plural, global, incluyente, tolerante, democrática y reflexiva.

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