Migración, un problema global

(LeMexico) – El mundo se fue configurando a partir de las migraciones. Las naciones, las religiones, los idiomas se fueron extendiendo por el flujo de personas y esta situación se ha repetido una y otra vez a lo largo de los siglos. Sin embargo, las migraciones han tenido diferentes efectos en las sociedades como lo relata George Friedman en el artículo Geopolítica y migración.

“Primero, cada oleada tuvo una función indispensable de orden económico, político, militar o social… Segundo, cada nueva oleada fue vista con sentimientos ambiguos por quienes ya estaban en el territorio. Según el tempo y el lugar, algunos vieron a los nuevos inmigrantes como un refuerzo bienvenido; otros como una catástrofe”.

Las migraciones tienen efectos profundos en la sociedad, al teminar por influir en mayor o menos medida en su organización y cultura. Para intentar entender los procesos que se viven actualmente tenemos que hacer algunas precisiones conceptuales. Para la oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para Refugiados (ACNUR) se considera como migrantes a aquellos que “pueden trasladarse para mejorar sus vidas buscando trabajo, o en algunos casos por educación, reunión familiar u otras razones. También pueden trasladarse para aliviar las significativas dificultades que se derivan de desastres naturales, hambruna o pobreza extrema”.

Otra categoría que suele usarse como equivalente, aunque como veremos, es de forma errónea, es el de refugiados, los cuales los debemos entender como las “personas que están fuera de su país de origen debido a un temor de persecución, a un conflicto, violencia u otras circunstancias que perturben gravemente el orden público, y quienes, en consecuencia, requieren protección internacional”. La distinción la podemos entender como que los migrantes salen de sus lugares de origen en busca de mejores oportunidades de vida, mientras que los refugiados tienen que huir de sus lugares de origen porque sus vidas corren peligro. Para estos últimos aplican leyes internacionales, para los primeros, no existe tal marco. Como un punto medio podemos considerar a los refugiados solicitantes de asilo al país anfitrión.

Ahora bien, últimamente se ha dado por hablar de migraciones forzadas o el equivalente desplazamientos forzosos, los cuales se originan por la existencia de conflictos locales. Aquí no existe consenso en que se deba o no diferenciar, porque a final de cuentas los migrantes que salen de estos países no lo hacen porque otro grupo de personas amenace sus vidas, sino porque consideran que quedarse sería aún peor para ellos. Sin embargo, el concepto va ganando fuerza tras los casos de Siria por la irrupción del Ejército Islámico, o por la aparición de desastres naturales como el terremoto en Haití en agosto pasado o los huracanes Eta e Iota el año pasado en Honduras.

En este sentido, el informe Tendencias Globales. Desplazamiento forzado en 2020, publicado por la ACNUR, señala que en 2020 hubo 82.4 millones de personas desplazadas por la fuerza en el mundo, lo que equivale a prácticamente toda la población de Alemania. De estos, 26.4 millones son refugiadas y 48 millones son personas desplazadas internamente dentro de un mismo país, y en ocasiones hasta dentro de una ciudad como ocurriera en Medellín allá por los años 90. De todo este universo de personas desplazadas, solo 3.4 millones lo hicieron a su país o región de origen, algo así como el 4%.

Las personas desplazadas se dirigen en un 86% hacia países en desarrollo como Turquía que recibió a 3.7 millones y Colombia a 1.7 millones, mientras que los países de origen fueron 6.7 millones provenientes de Siria, 4 millones de Venezuela, 2.6 millones de Afganistán (número que seguramente aumentará tras la llegada de los talibanes al poder), 2.2 millones de Sudán del Sur y 1.1 millones de Myanmar.

No es ninguna sorpresa que la enorme violencia en Siria provocara este gran desplazamiento. Sin embargo, el que Venezuela sea el segundo país expulsor nos habla de la degradación social y económica de ese país. ¡Y pensar que todavía hay quien defiende la “revolución bolivariana”!

Por otra parte, si los números de los desplazamientos forzosos son altos, se quedan cortos ante la migración total a nivel mundial. De acuerdo con el World Migration Report 2020, publicado por la Organización Internacional para la Migración de la Naciones Unidas, el número de migrantes a nivel mundial en 2020 fue de 272 millones de personas, algo así como la población total de Indonesia, que es el cuarto país con mayor población. En total, los migrantes representan el 3.5% de la población total del planeta, de ese nivel es la migración.

El país con mayor número de migrantes que viven en el extranjero es la India con 17.5 millones, México le sigue en segundo lugar con 11.8 millones y continúa China con 10.7 millones. Interesante es el dato de las remesas. Como es de esperarse, la India es el país que más recibe remesas con 78.6 mil millones de dólares, luego China con 67.4 y México muy atrás con 35.7 mil millones de dólares. Esto significa que los migrantes mexicanos ganan menos dinero que los migrantes de la China o la India.

La migración se ha convertido en un tema constante de preocupación en occidente. Es coincidente que los ciudadanos de países del sur migran hacia el norte en busca de mejores oportunidades. La Unión Europea vivió momentos de tensión por la explosión de migrantes originada por la guerra en Siria cuando pasaron de alrededor de 500 mil migrantes en 2014 a cerca de 2 millones en 2015 (en 2016 volverían a niveles de 2014). Las dramáticas imágenes del niño Alan en las playas de Turquía tras fallecer ahogado, así como de la policía de Estados Unidos golpeando migrantes, o de elementos de la Guardia Nacional haciendo lo propio, o migrantes golpeando a los elementos de seguridad de México, nos muestran cuán complicada es la situación.

Los migrantes se enfrentan por lo general a una política de cierre de fronteras parcial o total. Las razones son muy variadas, van desde los prejuicios raciales o religiosos, a los temores de una descomposición social al aceptar a “extraños”, pasando por los temores económicos de que los migrantes demanden servicios para los cuales las ciudades no se encuentran preparadas, o que provocarán desempleo.

Las voces a favor de permitir la entrada de los migrantes son en torno al respeto de derechos humanos y de ayuda humanitaria. Así, “los liberales de izquierda expresan su indignación (solicitando que se) muestre la solidaridad abriendo las puertas de par en par. Los populistas antiinmigración afirman que debemos proteger nuestro modo de vida y dejar que (lo demás) solucionen sus problemas solos”, tal y como lo planteaba Slavoj Zizek en La nueva lucha de clases. Refugiados y el terror, hablando de los escenarios que se planteaban en Europa tras la crisis migratoria de 2015. México vive una situación particular. Siendo el segundo país que tiene más migrantes en el extranjero, la inmensa mayoría de ellos en los Estados Unidos (EU), y que constantemente denuncia el mal trato que reciben los migrantes por parte de las autoridades y de algunos sectores de la sociedad estadounidense, deberíamos tener mayor sensibilidad a la llegada de migrantes por la frontera sur.

Sin embargo no es así. Atrapado por los intereses del programa Permanecer en México, que consiste en detener a los migrantes centroamericanos en la frontera sur para evitar que lleguen a los EU, hemos visto el despliegue de más de 10 mil elementos de la Guardia Nacional para contener la llegada de migrantes. La oleada de migrantes provenientes principalmente de Honduras y Haití que pretender mayormente cruzar para llegar a la frontera norte, junto con los más de 100 solicitudes de asilo en este año (en 2019 fueron 41 solicitudes) pone al país en una complicada situación donde no existe una solución fácil y quienes más lo resienten son las ciudades fronterizas, ya sea en el sur o en el norte. Ni el dejarlos pasar para que lleguen al norte, ni el mantenerlos a toda costa en el sur. Habría que buscar algún tipo de esquema de apoyos económicos y logísticos, como el que la Unión Europea estableció con Turquía, para que los migrantes tengan agilidad en sus trámites y condiciones dignas de permanencia temporal, pero sobre todo, alguna estrategia global de atención al problema, que por ejemplo priorice a los refugiados y establezca un plan descentralizado y gradual para los migrantes evitando asfixiar a una cuantas ciudades.

Como lo señala Yuval Noah Harari en 21 lecciones para el siglo XXI, “el debate sobre la inmigración está lejos de ser una batalla bien definida entre el bien y el mal. Sería erróneo considerar a todos los antiinmigrantes fascistas, del mismo modo que lo sería presentar a todos los proinmigracionistas como personas comprometidas con el suicidio cultural. Por lo tanto, el debate sobre la inmigración no debería desarrollarse como una lucha sin cuartel acerca de algún imperativo moral no negociable. Se trata de una discusión entre dos posiciones legítimas, que habría que dilucidar mediante procedimientos democráticos estándar”. Si no se atiende el problema de manera global, existe un gran riesgo de que la migración continúe en ascenso.

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