Democracia a la baja

(LeMexico) – Por alguna insondable razón, los inicios de década marcan un punto de inicio esperanzador en el imaginario social. Sin embargo, en los últimos 50 años, lo que menos se ha presentado es la esperanza. Tenemos que el inicio de la década de los 70’s fue acompañado del brutal despertar de una juventud que exigía mayor espació en la vida pública. Los 80’s llegaron con la angustia de las crisis económicas.

El nuevo siglo, la década del 2000, fue recibido con cohetes y fiestas que los ataques terroristas a las Torres Gemelas en Nueva York pronto silenciaron. El 2010 trajo nuevamente la angustia de la crisis económica y el 2020 fue la suma de todos los miedos: pandemia, crisis económicas, políticas y sociales.

Solamente la década de los 90 fue diferente. No hay mejor referencia que el libro de Francis Fukuyama proclamando El fin de la historia, al menos en cuanto a disputas ideológicas. La desaparición de la Unión Soviética alejó el fantasma de que estallara una guerra con los Estados Unidos, la globalización junto con las nuevas tecnologías hacía presagiar un mundo mejor y la desaparición de los regímenes coloniales y autoritarios dieron paso a nuevas democracias.

Para quienes iban arribando a la democracia pronto fueron disfrutando de los elementos que la componen y que se les había negado total o parcialmente. Por un lado, la libertad de reunión, de información, de pensamiento, de asociación, de elegir. Por el otro, la igualdad ante la ley, de voto y de representación eran los dos elementos fundamentales.

Pero mejor aún, como lo señala el indispensable Robert Dahl en La democracia, una guía para los ciudadanos, debemos vivir en democracia porque evita la aparición de la tiranía (o al menos eso creíamos), se rige por derechos esenciales, se rige por la igualdad política, mantiene una libertad general. Nos permite la autodeterminación, fomenta el desarrollo humano, se rige por la protección de intereses personales, siempre está en búsqueda de la paz (hasta ahora ninguna democracia le ha declarado la guerra a otra democracia) y eventualmente traerá prosperidad compartida.

La época del optimismo democrático arranca cuando Samuel Huntington publicó la Tercera Ola, la democratización a finales del siglo XX, donde explicaba la transición de 30 países hacía regímenes democráticos. No es que fuera el primero ni el más consolidado estudio, pero sí el que terminaría por bautizar a dicho periodo. Sin embargo, 30 años después vemos que el concepto mismo de ola implica altas y bajas. Por lo tanto, la tercera ola de la democracia está a la baja mientras que vemos como va subiendo la tercera ola de autocratización, tal y como lo llaman Anna Lührmann y Staffan I. Lindberg en el artículo A third wave of autocratization is here: what is new about it?

En dicha publicación, se llama la atención sobre el hecho de que a diferencia del pasado cuando las democracias caían de manera abrupta, especialmente tras un golpe de Estado, ahora nos enfrentamos a escenarios donde las democracias se van erosionando lentamente, donde se utilizan las mismas herramientas que le dan sustento (libertades, elecciones, partidos políticos, etc.) para irla minando desde dentro. En este sentido, en la búsqueda de conceptos explicativos de la situación actual, los autores proponen la autocratización porque el concepto “cubre tanto las rupturas repentinas de la democracia a la Linz como los procesos graduales dentro y fuera de los regímenes democráticos donde los rasgos democráticos declinan, lo que resulta en situaciones menos democráticas o más autocráticas”. En este sentido, la autocratización es un paso entre la democracia y el autoritarismo.

Para darle respaldo a su trabajo, los autores se basaron en el estudio de más de 190 países desde el año 1900 a 2017. Ahí podemos identificar que la primer ola de autocratización se da entre los años de 1930-1940, la segunda ola viene entre los años de 1960-1980, mientras que la actual tercera ola viene al alza desde 2010. Esto se puede ver a través de diferentes mediciones globales acerca de los niveles de democracia.

Uno de ellos es el Varieties of Democracy (V-Dem), realizado por la Universidad de Gotemburgo, el cual un grupo de expertos va clasificando a partir de diferentes componentes: democracia liberal democracia electoral, componentes de libertad, igualdad, participación y deliberación. El Reporte sobre Democracia 2020 nos dice que la democracia disminuyó en 26 países durante 2019, los que se agrega a los 18 países que disminuyeron sus índices en 2017. Es decir, la calidad de los elementos que conforman a una democracia han disminuido en 44 países en dos años. Lo anterior incluye ataques del gobierno contra la sociedad civil, la libertad de expresión y los medios de comunicación, así como una mayor tendencia a cuestionar el núcleo de la democracia: las elecciones.

Por otra parte, de acuerdo con el mismo reporte, tenemos que por primera vez desde 2001, las democracias ya no son mayoría. El punto máximo alcanzado por las democracias fue en 2010 cuando existía en 98 países bajo este tipo de régimen, lo que representaba el 55% de la población mundial, mientras que para 2019 solamente se mantienen 87 democracias electorales y liberales que albergan al 46% de la población mundial. En este índice, México ocupa el lugar 68 de 179 países, con una significativa caída en el componente de deliberación en los últimos años.

Por otra parte, el Índice de Democracia 2020, elaborado mediante encuestas de opinión por la unidad de inteligencia de El Economista, se enfoca en fotografiar el estado de la democracia, en esta ocasión con el impacto de la pandemia. Es un mecanismo que se basa en cinco categorías: proceso electoral y pluralismo, funcionamiento del gobierno, participación política, cultura política y libertades civiles.

De acuerdo con estas categorías, a cada país se le clasifica en uno de los cuatro tipos de régimen: democracia plena, democracia defectuosa, régimen híbrido o régimen autoritario. Tenemos que el índice señala que de 2019 a 2020 las democracias plenas pasaron de 22 a 23, pero los regímenes autoritarios subieron de 54 a 57. En cuanto a las democracias defectuosas, disminuyeron de 54 a 52, mientras que los regímenes híbridos bajaron de 37 a 35.

Para el Freedom House, las cosas no son mejores y lo señala en su reporte Democracy under lockdown, donde evalúan el impacto de la pandemia del COVID-19 en la democracia. Los resultados señalan que solo en Malaui se ha fortalecido la democracia y los derechos humanos, mientras que han empeorado en 80 países, donde se ha observado que “los gobiernos han respondido participando en abusos de poder, silenciando a sus críticos y debilitando o cerrando instituciones importantes, a menudo socavando los propios sistemas de rendición de cuentas necesarios para proteger la salud pública”. Una falla del reporte es que no hace distinción entre países democráticos y los no democráticos.

También podemos ubicar en esta categoría al Índice de Estado de Derecho 2020 del Woeld Justice Project, el cual no mide la democracia, pero sí algunos elementos que le son consustanciales a la misma. El Índice se basa en encuestas para medir 8 factores: limites al poder gubernamental, ausencia de corrupción, gobierno abierto, derechos fundamentales, orden y seguridad, cumplimiento regulatorio, justicia civil y justicia penal. Es sintomático que en 2020, 52 países hubieran empeorado su condición de respeto al estado de derecho, mientras que en 2017 fueron 42 países en tal situación. De forma indirecta, pero va acorde a las tendencias de los otros informes.

Es un hecho que la democracia va a la baja. Como lo señalan en su reciente libro Josep Colomer y Ashley Beale, Democracia y globalización, “la insatisfacción popular con la forma como funciona realmente la democracia y su desconfianza en las instituciones existentes se ha disparado. El descontento se deriva en gran medida del hecho de que muchos gobernantes han perdido su capacidad de gobernar eficazmente”. Al descontento ciudadano, le agregamos la aparición de todo tipo de líderes, grupos y partidos que se oponen a las libertades y las igualdades intrínsecas de la democracia para torpedearla desde el poder, llámense opositores, prensa libre, sociedad civil o pensamiento crítico. Si desde la ciudadanía no defendemos los valores de la democracia y nos subimos al ring de las descalificaciones, pronto la tercera ola de autocratización nos va a revolcar.

Por cierto, puede ser que se anden preguntando en qué lugares andará México en los listados anteriores. En el Índice de Democracia 2020, México ocupa el lugar 72, con un ranking de 6.07 sobre 10. Cabe mencionar que en 2011 y 2012, se tenía mejor puntuación con 6.93. De hecho, a nivel latinoamericano, México se ubica en el lugar 15 de 24 países. Es decir, nuestra percepción sobre la democracia que se vive en el país se ha deteriorado con los años.

En el Democracy under lockdown, al explorar los datos por país, a México se le ubica como parcialmente democrático en el lugar 61 de 192 países, con calificaciones con 27 en derechos políticos y 34 en libertades civiles. Mientras que en el Índice de Estado de Derecho 2020 se ubica en el lugar 104 de 128 países, y a nivel Latinoamérica está en el lugar 26 de 30 países. Parafraseando a un clásico, pobre México, tan lejos de Dinamarca y tan cerca de Venezuela.

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