El fenómeno alemán

(LeMexico) – A pesar de que el partido socialdemócrata alemán fue el más votado en la pasada elección, la conformación del próximo gobierno de ese país todavía no está definida. Lo más probable es que formen gobierno los socialdemócratas encabezado por Olaf Scholz , con verdes y liberales.

La idea de los socialdemócratas es que la democracia cristiana, la que encabezó el gobierno los últimos años, quede fuera de la coalición gobernante. Eso tiene un propósito, impulsar una agenda de reformas para fortalecer el estado de bienestar, reducir la desigualdad y proporcionar seguridad económica a la población.

Es verdad que el problema será el financiamiento, ya que los liberales están en contra de incrementar los impuestos, pero lo interesante es que el triunfo socialdemócrata, un partido que ha estado década y media sin encabezar el gobierno, se hace posible con una agenda muy progresista en lo social. Eso probablemente explica que la ultraderecha, que normalmente apela al resentimiento de la población excluida de los procesos económicos, no haya aparecido en la competencia.

Se trata de un escenario optimista, ya que, al perecer, al regresar la oferta de la socialdemocracia de protección e inclusión social para los trabajadores, disminuida hace unos años por su movimiento hacia el centro, en iniciativas como la tercera vía (Gerhard Schröder, el primer ministro o canciller socialdemócrata de finales de los 90s y de principios de este siglo, fue uno de los que encabezaron la iniciativa de acercar al centro izquierda a las reformas de mercado) se contrarresta la capacidad electoral de la ultra derecha.

La propuesta de Scholz no es radical, ni crítica del capitalismo (como fue, por ejemplo la del laborista británico Corbyn) sino más bien un retorno a la socialdemocracia tradicional, la de la post guerra, la que se proponía garantizar un salario, una pensión y una vivienda decente para todos. Scholz habla de la obligación de respetar y apoyar a las personas excluidas, a las que realizan trabajos manuales, a los jóvenes con empleos precarios. Un instrumento para lograrlo es un salario mínimo suficiente, en un país en el que hasta hace muy poco no tenía salario mínimo.

En la misma elección, en la Ciudad de Berlín se aprobó un referéndum en el que se pide que el gobierno expropie 240 mil viviendas, el 11% del total de la ciudad, que son propiedad de fondos de inversión, que eventualmente tendrían que ser compensados, para que sean rentadas a precios accesibles. El resultado no es vinculante, pero Franziska Giffey, socialdemócrata y muy probablemente alcaldesa electa, se comprometió a atender los resultados del ejercicio y a apoyar una propuesta legislativa que se envió al senado para garantizar propiedad social en el tema de vivienda y así orientar el mercado inmobiliario con fines de inclusión social. Esto es, el respeto a los excluidos viene por medio de salarios dignos para los trabajadores y el acceso a la vivienda en las grandes ciudades.

La victoria de Scholz, experimentado ministro de finanzas, sirve también de oxígeno para la socialdemocracia Europea, que apenas gobierna media docena de naciones, y que está colapsada como opción política en países como Francia y Holanda. Sin embargo, desde el parlamento europeo, la socialdemocracia quiere impulsar una reforma a la ingeniería financiera de la comunidad, para flexibilizarla y buscar que sirva más para impulsar el crecimiento económico, reducir la desigualdad y combatir el cambio climático.

Se proponen reformas como que la contabilidad de la deuda de las naciones se excluyan los pasivos derivados de las inversiones destinadas a la transición ecológica. Scholz puede, con la misma sensación de seguridad y estabilidad de Merkel, liderar una opción mucho más progresista en Europa, con una mandato claro en favor de la reducción de la desigualdad. Eso sería una gran noticia.

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