El Padre de la Patria y el Libertador de México

Tabula Rasa

(LeMexico) – No hay discusión alguna en que destaque en el panteón de los héroes nacionales, Miguel Hidalgo como el Padre de la Patria (con mayúsculas) por reconocerse que el inicio de la lucha independentista fue a partir de las arengas que hiciera en Dolores, Guanajuato. El festejo oficial es la noche del 15 de septiembre y, curiosamente, se lanzan vivas a los héroes de la independencia (aunque algunos le agregan los conceptos de moda y otros en plena lambisconería las dirigen a servidores públicos en activo) pero no se repite el grito original. 

Indagando un poco en la historia, nos encontramos que el grito fue al alba del dia 16 de septiembre de 1810, y que luego Porfirio Diaz, para hacer coincidir el festejo con su cumpleaños, fue quien lo trasladó a la noche del 15. Luego, en la Antología Documental Los Sentimientos de la Nación de José María Morelos, editada por el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, y a partir de una reconstrucción del grito de Dolores realizada por Carlos Herrejón Peredo, a partir de las declaraciones de Juan Aldama durante su proceso militar, lo dicho por Hidalgo fue: “¡Hijos míos! ¡Únanse conmigo! ¡Ayúdenme a defender la patria! Los gachupines quieren entregarla a los impíos franceses. ¡Se acabó la opresión! ¡Se acabaron los tributos! Al que me siga a caballo le daré un peso y, a los de a pie, un tostón”. 

Como podemos ver, es una versión completamente diferente a lo que dicta la tradición. Lucas Alamán señala en su detallada Historia de México (tomo 1) que Hidalgo tomó por bandera una imagen de la Virgen de Guadalupe, a la cual le agregó las inscripciones de “viva la religión, viva nuestra madre santísima de Guadalupe, viva Fernando VII, viva la América y muera el mal gobierno”. Alamán señala que fue el pueblo quien simplificó todo en un “¡viva la Virgen de Guadalupe! y mueran los  gachupines!”.

Hay una coincidencia entre los historiadores serios que inicialmente la independencia no fue para separarse de la España gobernada por los Borbones, sino que, como lo señala el grito de Hidalgo, es para luchar en contra de Francia y los “gachupines” que la apoyan. Recordemos que Napoleón Bonaparte había invadido España y puesto como rey a su hermano José I en lugar de Fernando VII (quien por cierto era toda un fichita: conspiró para que depusieran a su papá el rey Carlos IV y lo nombraran a él.

Le mandó una carta a Napoleón pidiéndole lo adoptara y, estando preso, juró a favor de las liberales Cortes de Cádiz pero, una vez que se reinstaló en el trono, borró todo y quiso volver al absolutismo. Total, en 15 años terminó perdiendo todos los territorios de la América Española), de tal forma que por eso los rebeldes en toda la América Española pedían el regreso de Fernando VII.

En el otro lado de la historia tenemos a Agustín de Iturbide, quien pertenece al panteón de héroes trágicos y malditos de nuestra historia convertidos en villanos. Era difícil de augurar que el entonces oficial del ejército realista condenado por sus excesos en 1813 terminaría siendo quien consumaría la independencia. Estando al frente de las tropas realistas encargado de derrotar al único grupo importante de insurgentes que quedaban en 1820, el encabezado por Vicente Guerrero, al ver que no había manera de derrotarlo, Iturbide lleva a cabo una acción aventurada: renunciar al gobierno y proponerle un pacto a Guerrero. 

Iturbide convenció a Guerrero y firmaron el 21 de febrero de 1821 el Plan de Iguala, uniendo las tropas que ambos lideraban para formar el Ejército Trigarante o de las Tres Garantías. Enrique Florescano apunta en su libro La bandera mexicana, que después de la firma, Iturbide encomendó a un sastre en Iguala hacer una bandera con “el blanco que simbolizaba la pureza de la religión católica, el verde que representaba el movimiento insurgente y el rojo que figuraba al grupo español adherido al movimiento libertador”, posteriormente decretaría la incorporación del águila posada sobre el nopal como una referencia al pasado prehispánico.

El 24 de agosto de ese año se firman los Tratados de Córdoba con el representante del reino de España, Juan de O’Donojú, donde se reconoce la existencia de una nueva nación. Así, mediante acuerdos políticos, Iturbide logra en 6 meses lo que las batallas militares no lograron en 11 años. Tras retrasar la entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de México para hacerla coincidir con su cumpleaños (sí, otra festividad nacional que se origina por el cumpleaños de un villano histórico), la entrada triunfal de Iturbide se realiza el 27 de septiembre de 1821. El Acta de Independencia se promulga un día después.

El contenido del Plan de Iguala era conciliador: unión, religión e independencia. No hacía distinción y llamaba a la unidad a todos: “Americanos! bajo cuyo nombre comprendo no sólo á los nacidos en América, sino á los europeos, africanos y asiáticos que en ella residen”. Reconocía a la religión católica como la única (igual que la Constitución de Apatzingán) y proclamaba una independencia… con Fernando VII (u otro miembro de la Casa Real) como Emperador de México.

Los Tratados de Córdoba ya hablaban que el Imperio Mexicano sería una monarquía constitucional moderada lo que es reconocido formalmente por el Acta de Independencia del Imperio Mexicano (sí, ese es el nombre oficial de nuestra Acta de Independencia). Dice Alamán que “el título de imperio dado a la nueva nación, procedió de la grande idea que los mejicanos tenían del poder y la riqueza de su país, para lo cual muy poco les parecía el título de reino y era menester tomar otro que significase mayor grandeza y dignidad”.

Mucho se escribe sobre las heroidades de los principales personajes históricos y sobre los sucesos que se dieron durante 11 años, pero poco se habla de que de principio a fin la independencia de la nación dependía de lo que pasaba en España y de lo que pasara con el rey, algo que merece un relato aparte. Una extraña independencia de España que pedía seguir siendo gobernada por Fernando VII. 

Otro punto es que, como dice Carlos Mosivais en Imágnes de la tradición viva, “Las ideas de independencia las traen los criollos airados y filósofos afrancesados” y en este sentido quienes inician y logran la independencia fueron criollos y españoles. Esos mismos criollos que al ser hijos de españoles nacidos en la Nueva España parecían no pertenecer a ningún lado. Ya lo decía Simón Bolivar, otro criollo, en su Discurso de Angostura:no somos europeos, no somos indios, sino una especie media entre los aborígenes y los españoles. Americanos por nacimiento y europeos por derechos”. Con la independencia dejaron de ser criollos para ser parte de esa nación que se llamaría México.

Finalmente, queda el papel que jugó Iturbide, a quien por muchos años se le consideraba como el Libertador de México. Justo Sierra, en la Evolución política del pueblo mexicano, dice que cuando Vicente Guerrero “dio el famoso abrazo de reconciliación a Iturbide, no lo absolvió de la sangre derramada, lo perdonó en nombre de la patria en virtud del supremo servicio que iba a hacerla y la patria ha perdonado en el Iturbide de 1821 al Iturbide de 1813”. Manuel Romero de Terreros en el escrito Don Agustín de Iturbide. Emperador de México y su Corte dice que “los amantes de la independencia deben venerar la memoria de Iturbide porque él la consumó, apagando la tea del odio y el rencor, con la unión de criollos y españoles y conservando la religión que profesa la inmensa mayoría de los mexicanos”. 

Consumar la independencia sin derramar sangre en 7 meses, logrando unir a los bandos enfrentados, terminó por hacerle creer a Iturbide que solamente él podría darle rumbo al naciente imperio, y que ante el esperado rechazo de los miembros de la Casa Real Española a ocupar el trono mexicano, el destino se lo reservaba a él. Al revisar las Memorias de Agustín de Iturbide uno se da cuenta de que la modestia no era una de sus características: “todos me amaban y los pueblos me llamaban su libertador”.

Al final, las vidas de Hidalgo e Iturbide terminaron de forma similar. Hidalgo fue ejecutado el 30 de julio de 1811, diez meses después de haber dado el grito de Dolores. Iturbide fue fusilado 16 meses después de haber sido emperador. Sin embargo, la historia los ha diferenciado en héroe y villano. Los restos de Hidalgo, el Padre de la Patria, descansan en el Ángel de la Independencia. Los restos del alguna vez llamado Libertador de México, reposan olvidados en la Catedral Metropolitana.

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