Agenda Política Internacional Feminista: Más que una opción, una necesidad

(LeMexico) – La percepción de la seguridad del Estado ha transicionado del Estado al ser humano, ya que la seguridad del individuo garantiza la existencia y desarrollo del Estado. Esto facilitó discusiones relacionadas con la perspectiva de género y el empoderamiento de la mujer como mecanismo de equidad y bienestar para los individuos en las agendas nacionales y la internacional, pero ¿realmente ha sido ejecutada de manera correcta?

A pesar de la existencia de leyes nacionales e internacionales que buscan igualdad y reconocen las fallas estructurales de las sociedades patriarcales actuales, a las mujeres aún se les niega sus derechos políticos y socioeconómicos por ser “ciudadanos de segunda clase”. La justicia estatal es discriminatoria debido a lagunas legales perpetuadas por legisladores masculinos privilegiados educados bajo esquemas sexistas que revictimizan a las mujeres. La realidad es que esta violencia sistemática demuestra cómo el Estado falla en su obligación de proteger y se convierte en un agente de inseguridad.

Debemos reconocer los logros históricos de las mujeres en su incansable lucha en contra del patriarcado para alcanzar su liberación. Los colectivos feministas han sido reformadores del Estado al impulsar el empoderamiento de la mujer. Sin embargo, cuando analizamos cómo cada Estado percibe la perspectiva de género, podemos ver la incorrecta dirección hacia la cual se han dirigido las demandas de las mujeres: se le considera como una amenaza a la tradición nacional, o bien, como la salvación de los débiles.

Una Agenda de Seguridad Feminista no debe de concebir a las mujeres como víctimas, sino como entes de ruptura de la subordinación de género normalizada en conductas sociopolíticas universales. Tomemos el caso de la aprobación de la Ley Olimpia en México, la cual fue impulsada por Olimpia Coral Melo y respaldada por colectivos feministas que influyeron en su aprobación por la Cámara de Diputados. Otro ejemplo es el reconocimiento del “feminicidio” como delito tipificado en el Código Penal Federal y la demanda a los jueces de llevar a cabo su correcta interpretación.

Los movimientos feministas son la base del cambio social que provoca la modificación de una agenda de seguridad hecha por hombres y para hombres en relación con la visión androcéntrica de la seguridad, es decir, desde una seguridad humana realmente universal.

La Agenda de Seguridad Feminista no significa la priorización de las mujeres y el desplazamiento de los grupos sociales restantes, sino el reconocimiento de la realidad patriarcal que divide, transgrede y vulnera a los demás grupos no masculinos. Esta agenda implica adherir ciertos elementos al concepto tradicional de seguridad humana, como lo es la vulnerabilidad de género, la interseccionalidad, la transversalidad y la interdependencia.

El “desarrollo humano” que se plantea como garantía de seguridad no se reproduce a otros grupos que no sean hombres. La especialización institucional del Estado requiere seguir una línea de análisis y acción que sea ampliamente representativa de su población.

En 2015 los Estados miembros de las Naciones Unidas establecieron un plan para lograr la seguridad humana en un lapso de 15 años: los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) como forma de alianza internacional para el desarrollo humano. A pesar de ser creado bajo la perspectiva de género, aún prevalecen vestigios de una organización patriarcal.

Una variedad de ONG’s, como el colectivo feminista catalán “Agencia de Cooperación al Desarrollo”, han señalado la falta de reconocimiento explícito de los derechos de las mujeres dentro de la agenda oficial de los ODS, sin mencionar que los derechos de la comunidad LGBTQIA+ son altamente subjetivos, por no decir que son pasados por alto. El quinto ODS especifica la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer, cuestiones como los derechos reproductivos y la división sexual del trabajo son también limitados y subjetivos. No hay menciones sobre el aborto ni sobre la autonomía sexual de la mujer. 

Por otro lado, existen múltiples referencias de las mujeres como “constructoras de paz” en los programas de organizaciones internacionales. La ONU enfatiza cuán significativo es el sexo femenino en la tarea de la construcción de paz frente a los conflictos y la violencia nacional e internacional.

No obstante, esto es una perpetuación de los roles de género al categorizar a las mujeres como seres de naturaleza pacífica y a los hombres como tendentes a la violencia. Esta es la representación vívida de la prevalencia de las estructuras patriarcales y la subordinación de género utilizadas como una estrategia para lograr un objetivo mayor a través del reduccionismo de la naturaleza de la mujer.

Alcanzar la seguridad humana requiere deconstrucción. Una agenda desestabilizadora debe ser creada para romper la construcción social de lo que significa “seguridad” y encontrar una manera de protección completamente representativa de las vulnerabilidades económicas, medioambientales y sociales de los individuos: una Agenda de Seguridad Humana Feminista.

De esta forma, las mujeres se convierten en reformadoras de la concepción tradicional de la seguridad, no por cumplir con el rol de “educadoras”, sino por ser entes que buscan alzar la voz antes el hartazgo de ser una mayoría no representada y relegada que se la ha prometido demasiado como ciudadanos y que se les ha dado muy poco. La lucha constante por la movilidad social y en contra de la discriminación nos ha hecho más conscientes de las violaciones sistemáticas y nos ha acercado al análisis de las dinámicas sociales.

Las condiciones que vulneran la seguridad de las mujeres requieren de intervención gubernamental. Es necesario repensar el significado de seguridad humana, así como reconocer que existe un constructo social basado en la superioridad masculina que impide esta tarea.

El primer paso es deconstruir la agenda actual y cuestionar las estructuras tradicionales que la conforman, así podremos entender que la agenda feminista no representa una contradicción a la agenda de seguridad humana, es su complemento. El proceso nacional debe comenzar con la creación instituciones interseccionales y políticas transversales que reconozcan a las mujeres como agentes de cambio reales para implementar medidas de protección adaptadas a sus necesidades. 

ATENCIÓN: garantizar la seguridad de las mujeres no significa que debamos ser victimizadas y percibidas como seres vulnerables, sino empoderarnos para tomar nuestro lugar en la esfera pública y privada como ciudadanas legítimas. Consecuentemente, se diseñarían formas de protección distintas a las del sexo masculino para el aseguramiento real de la seguridad humana universal.

Debemos humanizar la seguridad internacional en su capacidad máxima. El análisis de género es una forma innovadora de representación por parte del Estado en términos de seguridad. Es impensable garantizar la seguridad humana sin escuchar las demandas de los movimientos feministas dado que refuerza la democracia. Las estructuras patriarcales pretender escuchar a las “mayorías”.

El alcance feminista demanda tomar en cuenta a toda la ciudadanía. El obstáculo es la organización social histórica basada en la subordinación de género que se ha insertado en las burocracias poco receptivas al cambio dirigidas por hombres opresivos privilegiados. Consecuentemente, el Estado crea un ambiente inseguro para las mujeres para mantener esta subordinación y el escenario internacional reproduce esta conducta bajo un discurso manipulador pasivo.

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