De incapacidades institucionales y mala planeación

Tabula Rasa

(LeMexico) – Cuando David Stucler y Sanjay Basu escribieron el libro Por qué la austeridad mata. El costo humano de las políticas de recorte, el enfoque era que cuando en nombre de una política de austeridad se decidía recortar la inversión en rubros como salud (un tema que necesariamente tendremos que abundar en otro momento), vivienda o educación, lo que hacía era de alguna manera promover situaciones que a la larga ocasionarían la muerte de muchas personas. Ahora sabemos que hay algo más que agregar, la austeridad que no se enfoca en dar mantenimiento a una infraestructura mal diseñada y planeada también mata.

Simplemente, basta con hacer un rápido vistazo a algunas obras de los últimos sexenios para ver cómo los recursos se han ido al bote de la basura, o siendo más precisos, a los bolsillos de unos cuantos. Por ejemplo, el proyecto más emblemático del gobierno de Vicente Fox fue el de Enciclomedia, donde la idea (hasta eso que las ideas no han sido malas) era entregar a las escuelas primarias pizarrones electrónicos para que se conectaran a internet y tener una educación multimedia. Ignorando las condiciones del país, con carencia de energía eléctrica en muchos lugares, no se diga del acceso a internet, o la propia capacitación de los profesores, llevaron el programa al fracaso. El costo del chistecito se calcula en unos 25 mil millones de pesos al valor de hoy, todo un ejemplo de incapacidades institucionales y una mala planeación.

Durante el gobierno de Calderón, con motivo del bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución, además de las deslucidas e insípidas celebraciones del 15 de septiembre de 2010 (cualquier desfile y juegos pirotécnicos en Disneyland son más espectaculares), se iba a dejar una obra para la posteridad, tratando de emular lo realizado durante el gobierno de Porfirio Díaz quien 100 años atrás inaugurara el Ángel de la Independencia. 

Recordemos que a principios de 2009 se realizó una convocatoria abierta para que se presentaran proyectos arquitectónicos de un “Arco Conmemorativo del Bicentenario de la Independencia” mismo que se pretendía inaugurar el 15 de septiembre de 2010. Al final se seleccionó el proyecto conocido como Estela de Luz, que para empezar no era un arco, con lo cual se levantaron las primeras quejas. Luego, los retrasos en su construcción retrasaron la obra hasta enero de 2012. Si lo más grave fuera el poco atractivo estético (contadas personas se toman selfies, el termómetro de popularidad de nuestros tiempos, a los pies de la Estela de Luz) o el retraso en la obra, todo sería una mala anécdota. 

Pero el asunto es más grave cuando nos enteramos por el Informe sobre la Fiscalización Superior del Monumento Estela de Luz 2009-2011, de la Auditoría Superior de la Federación, que del costo inicial calculado en 393.5 millones de pesos, se terminó pagando 752.8 millones de pesos adicionales, un 192% superior a lo contemplado originalmente. Además, el proyecto ejecutivo de la Estela de Luz contemplaba un espacio de unos 35 mil metros cuadrados, de los cuales solo se construyeron poco más de 8 mil metros cuadrados. Otro costoso ejemplo de incapacidades institucionales y una mala planeación. 

El gobierno de Peña Nieto tuvo la idea (otra buena idea) de que había que comunicar por medio de trenes urbanos a las ciudades de Querétaro y Toluca con la Ciudad de México, del cual solamente se iniciaría el de CDMX-Toluca. El costo inicial proyectado en 2013 era de unos 38 mil millones de pesos y se calculaba inaugurarlo en 2017. Estamos en 2021 y sigue la construcción del tren y el nuevo estimado de entrada en operación es para 2023.

Además de sufrir cambios en su trazado por diferentes motivos, se calcula que el tren suburbano tendrá un costo final de más de 72 mil millones de pesos, lo que representa un estimado de 82% adicional. Cabe señalar que las cifras son estimadas porque aún está en construcción y los costos, casi se podría apostar, tendrán mayores incrementos. Nuevamente, un caso de incapacidades institucionales y una mala planeación.

El actual gobierno decidió hacer 3 grandes obras. El tren maya que inició en un costo estimado de 136 mil millones de pesos en 2019, y como era de esperarse a principios de 2021 el cálculo era que costaría un 16% adicional, a lo cual hay que agregarle la decisión (de alguna forma hay que llamarle) de que el tramo Tulum-Cancún sería elevado, lo cual, evidentemente aumentará aún más el costo.

Por su parte, la construcción de la refinería de Dos Bocas arrancó con un costo estimado en 8,000 millones de dólares en 2019, mientras que para 2020 el director de Pemex anunció que la obra costaría 900 millones de dólares adicionales, aunque algunos especialistas calculan que el costo se elevará hasta los 12,000 millones de dólares.

Por otra parte, se estimaba inicialmente en 2019 que la construcción del aeropuerto Felipe Ángeles costaría 82 mil millones de pesos, para 2022 se estima esté concluido con un costo de 85 mil millones de pesos. A esto hay que agregarle el costo de la cancelación del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México, que dependiendo de los cálculos van de los 130 mil millones que anunció recientemente el Secretario de Hacienda, a los 330 mil millones que podría ascender el costo en los próximos años. 

Lo que pasó con la línea 12 del metro en la CDMX y las 26 personas fallecidas son la expresión más dramática de lo que pudimos ver con los ejemplos anteriores. Con un Plan Maestro del Metro desfasado e ignorado, con una decisión inicial de anunciar la construcción sin contar con un proyecto, con cambios sobre el tipo de carros y ruedas una vez iniciados los trabajos, sin licitaciones abiertas, con un esquema completamente distinto al seguido en la construcción de las primeras 11 líneas del metro, con cambios en el trazo de la ruta por cuestiones políticas y no técnicas.

Todo lo anterior y más, lo relatan Silvia Blancas Ramírez, Marcos Hernández Rojo y David Arellano en el artículo Un desastre organizacional anunciado. Dinámica organizacional e institucional en el diseño e implementación de la línea 12 del Metro en la Ciudad de México. Cuatro ejes explicativos. Todo estaba hecho para salir mal: incapacidades institucionales y mala planeación.

La línea 12 del metro fue inaugurada, faltaba más, pero a los pocos meses se cerró temporalmente para hacerles mantenimiento y correcciones profundas. Lo que se calculó inicialmente a un costo 9 mil millones de pesos y terminó ascendiendo a más de 22 mil millones. Sin embargo, parecía que el problema se había solucionado, y que todo lo demás sería cuestión de mantenimiento, pero fue tan mal construida la línea 12 que se requería de una gran cantidad de recursos para darle un mantenimiento adecuado, mismos que no llegaron. Los constantes problemas que sufre el metro (aquí sí aplica el “como nunca antes”) dejan ver que no se le destinan recursos a su mantenimiento.

Lo anterior seguramente fue determinado por una acción reflejo a lo implementado a nivel federal donde, recordemos, que entre decisiones propias de autoimponerse criterios de austeridad y la crisis económica de 2020 llevaron a recortar gastos en conceptos como el de Servicios de instalación, reparación, mantenimiento y conservación. Para dicho concepto del Clasificador por objeto del gasto de la Administración Pública Federal (excluyendo al IMSS, ISSSTE, CFE y PEMEX), el gobierno le destinó recursos en 2019 por 12.5 mil millones de pesos, en 2020 la cifra descendió a 8.2 mil millones y en 2021 se tiene aprobado un presupuesto de 7.8 mil millones. Esto sin considerar que mediante decreto en abril de 2020 se pedía no ejercer el 75% del presupuesto disponible de las partidas de servicios generales y materiales y suministros. O sea, donde se incluyen mantenimientos.

Las incapacidades institucionales y una mala planeación le cuestan, no a los gobiernos, sino al país. De obras mal diseñadas, del aumento de costos y tiempos no se salva ningún gobierno, ni por supuesto partido político alguno. Y por supuesto, nadie se hace responsable y culpan al otro de los errores, aunque este señalamiento sea más mediático que real, porque las acusaciones legales brillan por su ausencia. No queda más que indignación al ver que, como señalan María del Carmen Pardo López y Marcela I. Vázquez en el artículo ¿Un evento complejo? La historia de la puesta en marcha de la línea 12 del Sistema de Transporte Colectivo Metro en la Ciudad de México:

“En el juego de evasión de culpas está claro que no sólo las autoridades capitalinas, sino también las empresas constructoras, certificadoras o supervisoras, hacen lo posible por evadir sus responsabilidades y salir ilesas de las repercusiones que su posible culpa en las fallas de la línea podría ocasionarles”.

Y mientras se echan culpas unos a otros, siguen soñando con llegar a la candidatura presidencial de 2024.

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