El racismo inverso no existe, la discriminación sí

(LeMexico) – En las redes se desatan debates interesantes, aunque normalmente acaban mal, por la dinámica de violencia verbal que se genera. Sin embargo, pienso que vale la pena recuperar uno reciente, el de la discriminación por el color de piel y sus consecuencias en el desarrollo de las personas.

Aunque pensaríamos que estos son prejuicios decimonónicos, cuando se habla de desigualdad, y por tanto de movilidad social, el ingreso familiar no es el único factor que determina las oportunidades futuras de los individuos, el origen étnico también. En una sociedad post colonial, como la mexicana, existen patrones de dependencia en las instituciones, especialmente en las informales, que benefician, por tendencia, a las personas con aspecto más parecido al europeo, o a los blancos.

Las instituciones diseñadas para atenuar esa forma de discriminación son débiles, o simplemente no existen. En México, por ejemplo, se pensó que la discriminación por color de piel en realidad no era un problema, al menos no uno permanente, porque eventualmente convergeríamos a un mestizaje en el que nos uniría pertenecer a una nueva raza. Quizá por eso los debates sobre racismo levantan tantas ámpulas, cuando en otras naciones nadie tiene empacho en reconocer que existen privilegios para las personas blancas, por los resabios coloniales, y que, por lo tanto, se deben diseñar instituciones y realizar políticas públicas para corregir esta forma de discriminación.

El punto es que, si queremos igualar las oportunidades en la sociedad mexicana, no podemos obviar el color de la piel de las personas. Es decir, reconocer que los rasgos físicos son un factor importante que genera prácticas discriminatorias, lo que perpetúa o profundiza la desigualdad.

Dos instituciones han realizado una extensa investigación en el tema, el Instituto Espinosa Iglesias, con los trabajos de Luis Monroy y Roberto Vélez, y el Colmex, con los de Raymundo Campos, en la plataforma Color de Piel. Cito algunos de los hallazgos principales de ambas agendas de investigación. Partidos políticos como el PRI y el PAN postulan de manera sistemática a más personas blancas, que de colores obscuros de piel. En general, los candidatos de piel más obscura son menos competitivos en las elecciones que los de piel más clara.

El nivel de ingreso, la riqueza y los años de escolaridad son claramente menores en la medida en la que se obscurece el color de la piel. Los que tienen una piel más clara pueden tener acceso a mayor movilidad social. La discriminación por color de piel es menor en la Ciudad de México y mayor en el sur y en el noroeste del país. Otro informe, por mi Raza Hablará la Desigualdad, de OXFAM, encuentra cómo otros elementos como el hablar un lenguaje indígena y el género, incrementan las acciones de discriminación contras las personas de piel obscura.  Esto es existe evidencia robusta para sostener la tesis de que el color obscuro de la piel en México actúa como un factor en contra de las personas en muchos ámbitos de su vida social.

Hablar de raza como factor de desigualdad no nos divide como país, al contrario, nos permite entender el origen de nuestras profundas diferencias que nos hacen una nación desigual. Eso corresponde a nuestra historia, la de una nación que proviene de un arreglo colonial basado en un sistema de castas y una historia política independiente en la que las élites siempre han sido capaces de capturar a las instituciones públicas para mantener sus privilegios.

Eso nos hace conscientes de que la discriminación por color de piel no solamente y ofensiva y odiosa, es también un factor que, de prevalecer, va a dificultar que la personas puedan progresar, moverse en la estratificación social, a pesar de que puedan tener más educación y mayores fuentes de ingreso. Eso también nos ayuda a aceptar el por qué el ingreso tiene que ser redistribuido entre personas que cuentan con privilegios, a otras que estructuralmente enfrentan grandes dificultades únicamente por su color de piel.

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