La desigualdad en México: la riqueza

Tabula Rasa

(LeMexico) – La semana anterior hablamos de la forma en que se presenta la desigualdad de los ingresos en México. Los ingresos son las retribuciones que reciben las personas por su trabajo, es decir ya sea el salario recibido por trabajar en una fábrica o por la prestación de un servicio profesional, como pueden ser los contadores, o bien, por la venta de algún producto. Mientras que la riqueza, para Thomas Piketty en El capital en el siglo XXI, es equiparable al patrimonio y al capital, al cual define como “el conjunto de activos no humanos que pueden ser poseídos o intercambiados en el mercado. El capital incluye sobre todo el capital inmobiliario (inmuebles, casas) utilizado como vivienda, y el capital financiero y profesional (edificios, equipos, maquinarias, patentes, etc) utilizado por las empresas y las agencias gubernamentales”. A este concepto le podemos agregar las joyas, obras de arte y otros bienes cuyo valor aumenta con el tiempo.

A simple vista no debería haber diferencias, pero si nos detenemos un poco veremos que sí las hay. Supongamos que un par de personas, a las que llamaremos A y B con la misma edad y sexo estudian en las mismas escuelas, sacan calificaciones similares y al trabajar obtienen un salario equivalente, de mil pesos mensuales, descrito de esta forma diríamos que tienen igualdad de ingresos por su trabajo. Sin embargo, A heredó de su papá una casa y por lo tanto no paga renta, mientras que B tiene que pagar de renta 300 pesos; al final de año, en virtud de poseer mayor capital expresado en un bien inmueble (la casa que heredó) A tiene 3,600 pesos más que B. Para un periodo de 10 años, A tendrá un capital de 36 mil pesos más que B. Es decir, la aparente igualdad de ingresos, al agregarle el componente del capital, se convierte en desigualdad

El poseer capital cambia la perspectiva de vida de unas cuántas personas. Por ejemplo, una persona que tenga abultadas cuentas bancarias recibe los intereses sobre los montos existentes, o que al tener diversos bienes inmuebles, no tenga la necesidad de trabajar sino simplemente cobrar mensualmente el alquiler de esos inmuebles y con eso poder vivir. Es otras palabras, hace válido el dicho popular de “vivir de sus rentas”. Esta persona recibe sus ingresos del capital no de su trabajo.

Por el contrario, el único capital con el que cuentan muchas familias en México es el Sistema de Ahorro para el Retiro, y ante la emergencia ocasionada por la pandemia, tuvieron que echar mano de sus ahorros al verse con ingresos disminuidos o en situación de desempleo. De acuerdo con el cuarto informe de la Comisión Nacional de Sistema de Ahorro para el Retiro (Consar), mientras que los retiros parciales por desempleo durante el sexenio de Peña Nieto oscilaron entre los 8 mil y 9 mil millones de pesos anuales, en 2019 la cifra aumentó 12 mil millones, y para 2020 alcanzó los 20 mil. Una variación del 61% en términos reales con respecto al año anterior. El impacto del retiro parcial de los ahorros significa contar con menores recursos al llegar la edad de jubilación.

Con lo expuesto anteriormente, podemos decir que la poca riqueza de las personas que retiraron parte de sus ahorros se redujo. Sin embargo, no hay muchas fuentes para saber la magnitud de la riqueza del sector más alto en la tabla de los ingresos, de ese 10% de la población que acapara el 34% del ingreso nacional. Una forma idónea es mediante el uso de datos fiscales donde se especifican los ingresos por rendimientos de capital, acciones y otros que no sean salarios por trabajo. Sin embargo, en México no existe esa disponibilidad de información. 

Una opción es consultar el World Inequality Lab, que en su reporte 2019 señala que en México el 10% más rico posee el 58.6% de los ingresos nacionales, mientras que el 1% recibió el 28.7% del total nacional. Si bien se tienen datos de algunos países en cuanto a concentración de la riqueza, estos no incluyen los de México, por lo que hay que buscarlos en otro lado. También se puede consultar al Credit Suisse Research Institute, el cual publica en el Global Wealth Report 2020 que México junto con Brasil, Chile y Sudáfrica, fueron los países donde disminuyó la cantidad de millonarios. Así, México pasó de tener 172 mil personas con al menos un millón de dólares en 2014 a tener 283 mil en 2019. 

Con la pandemia, la cifra de millonarios en nuestro país se redujo a 232 mil, que podrían parecer muchos, pero para ponerlo en perspectiva, los millonarios en Estados Unidos ascendían a 20.2 millones. En términos porcentuales, Estados Unidos tiene el 40% de los millonarios en el mundo y México no llega ni al 1%. En un estudio de Oxfam, El virus de la desigualdad, se señala que la fortuna de los mil millonarios más grandes del mundo cayó de febrero a marzo de 2020 en un 30%, pero para noviembre ya habían recuperado el porcentaje perdido y terminaron el año con ganancias, mientras se calcula que los más pobres recuperen los niveles perdidos en 2020 dentro de diez años.

Otra fuente para encontrar el comportamiento del 1% con mayores recursos es la revista Forbes, que si bien no es una publicación científica, y más de uno pudiera considerarla, con justa razón como frívola, lo cierto es que da referencias del mundo de los multimillonarios al dar seguimiento por años a la evolución de sus riquezas. En este sentido, trabajos como los de Hilda Rosario Dávila Ibáñez y Leticia Palma Cárdenas, El desempeño del Decil X en la desigualdad en México, o el de Subgobernador del Banco de México, Gerardo Esquivel Hernández, Desigualdad Extrema en México. Concentración del Poder Económico y Político, hablan de como el listado Forbes da cuenta de la evolución de los multimillonarios. En 1996 había en México 15, mientras que para 2019 ya sumaban 17 multimillonarios, con una disminución para 2020 al tener 12 personas en el listado de la revista.

Esquivel señala en su estudio que sumadas las fortunas de los 4 mayores multimillonarios, habían pasado de representar el 2% del PIB al 9%. Cuando se informaba de cierres de negocios Sanborns a mediados del año pasado considerábamos que la pandemia afectaba hasta a los multimillonarios, y que ese 1% más rico del país iba a tener pérdidas, pero no, al final del año, de acuerdo con Forbes, eso no pasó. Así, mientras la economía a nivel nacional tuvo una caída del -8.5%, los multimillonarios tuvieron un incremento promedio del 20%. Incluso en los multimillonarios hay enormes diferencias, la fortuna de Slim, la más grande de México es 5 veces más grande que la fortuna de Bailléres que se ubica en el lugar 4.

Como podemos ver, en el caso donde hay desigualdad de ingresos, la posesión de capital se convierte en una desigualdad de la riqueza. Por eso Pikkety señala que el principal descubrimiento de su investigación fue que la tasa de rendimiento del capital es mayor que la tasa de crecimiento de la producción y del ingreso. Por eso los multimillonarios siguen siendo los mismos y los pobres siguen sin salir de su entorno. De ahí que saliera la propuesta de gravar las herencias.

Sin embargo, una propuesta aislada de imponer impuestos a las herencias no soluciona nada si no se acompaña de otra serie de medidas. En México, por ejemplo, la tasa más alta del impuesto sobre la renta, que es del 35%, se aplica a los que ganan más de 3 millones de pesos al año, lo mismo sea un Ministro de la Suprema Corte de Justicia o un empresario mediano, o  Carlos Slim cuya fortuna asciende a 55,930 millones de dólares. Gravar las herencias sería viable si el objetivo es ese 1% con mayores ingresos, de lo contrario se afectarían a las clases medias. Además, debería venir con el destino específico de dicho ingreso extraordinario para que no termine en proyectos, gastos o subsidios inútiles para reducir la desigualdad.

La desigualdad es el reto más grande de nuestros tiempos. Y como dice Stiglitz en El precio de la desigualdad,no se trata de una política de envidia sino de una política de eficiencia y equidad”. Se requieren toda una serie de reformas que hagan a la economía y a las sociedades sostenibles en el corto plazo. Hemos visto a lo largo de la última década como las ganancias de los multimillonarios crece mientras las clases medias ven menguados sus ingresos y los más pobres no encuentran cómo salir de su atraso. No es un asunto de quitarle a los ricos para dárselos a los pobres, sino de crear condiciones de equidad para que nadie logre un beneficio indebido. La desigualdad genera inestabilidad y enojo social que puede convertirse en un riesgo para el funcionamiento institucional del país. 

Tal y como lo señala el propio Piketty en otro libro, Capital e ideología, “es muy difícil imaginar soluciones a otros desafíos de nuestro tiempo, empezando por los climáticos y migratorios, si antes no somos capaces de reducir las desigualdades y construir un estándar de justicia económica que sea aceptado por las mayorías”, lo cual no debería ser imposible porque a final de cuentas “la desigualdad no es económica o tecnológica: es ideológica y política”. O quizá esa sea la razón por la que ha crecido la desigualdad.

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