Los riesgos del comercio mundial

(LeMexico) – La globalización y la extensión de las políticas del libre mercado tuvieron sus años de gloria de principios de los 90 al 2020. A partir del año pasado, la aparición de la pandemia que derivó en el cierre de operaciones de comercios e industrias en todo el mundo detuvo la producción de bienes. Aunque el cierre industrial fue prácticamente al mismo tiempo en todo el mundo, la reapertura de labores fue escalonada. Lo anterior representó un problema porque, como resultado de la globalización, el modelo de producción de bienes había cambiado. 

El modelo previo a la globalización consistía en que cada fábrica produjera por sí misma todos o la mayoría de los productos y sus componentes. Por ejemplo, para producir un automóvil la fábrica tenía que encargarse de prácticamente todos sus componentes, siendo este el modelo de la vieja cadena de producción. Este modelo de producción estuvo apalancado por la protección que brindaba el Estado al imponer altos aranceles y mantener un esquema altamente regularizado con medidas no arancelarias para hacer incosteable las importaciones.

A partir de los años 90 se fue extendiendo la práctica del comercio basado en las ventajas comparativas. En una primera etapa, las ventajas comparativas se explicaban de la siguiente forma. Supongamos que México necesita teléfonos celulares y Estados Unidos aguacates. Una forma de solucionarlo es que México produzca sus propios celulares y Estados Unidos se dedique a cosechar aguacates. Sin embargo, dado que a México le saldría muy costoso reconvertir o crear alguna industria para producir los teléfonos, y lo mismo le pasaría a Estados Unidos si intentara cosechar aguacates, por las capacidades industriales y las condiciones naturales, a ambos países les conviene que México se dedique a proveer los aguacates y Estados Unidos los teléfonos celulares. Podemos decir que los países se benefician de sus respectivas ventajas comparativas. Así funcionaba el comercio internacional por muchos años.

Adicionalmente, como lo señala Paul Krugman en Economía internacional. Teoría y política se fueron aplicando las economías de escala, que se explican de la siguiente forma: si un “país se especializa en la producción de un número limitado de productos, que le permiten producir esos bienes de forma más eficiente que si intentara producirlo todo por sí mismo; estas economías especializadas comercian entre sí para conseguir consumir toda la gama de bienes….la economía mundial podría, por tanto, producir más de cada bien”. Teóricamente era un esquema donde todos ganan.

De esta forma, cada país se fue especializando en producir algunos componentes específicos o en partes del proceso productivo, de tal forma que, regresando al ejemplo del automóvil, en lugar de producirlo todo en un país, se importan algunos de sus componentes de China, Brasil, se procede a ensamblar algunas de esas partes en México y el armado total se hace en Estados Unidos, teniendo así al final un automóvil completamente globalizado. Las barreras comerciales proteccionistas fueron cayendo poco a poco y la proliferación de acuerdos y tratados de libre comercio entre países y regiones dan muestra de lo anterior.

Durante muchos años, el modelo anterior, el de las ventajas comparativas internacionales y las economías de escala, lograron que se incrementara la producción de bienes al abaratarse los costos de producción, apoyados también en mecanismos de comunicación más rápidos, en las fronteras abiertas al libre mercado, e impulsados por costos de transportación más bajos. De esta tendencia no se escaparon los Estados, que ante la siempre presente realidad económica de muchas demandas y escasez de recursos, optaron por buscar las eficiencias que brindaban los mercados. La transformación que vivió el mundo fue notable, la exportación de bienes primarios (como los agrícolas o ganaderos) dejaron de ser la primera fuente exportadora para ser sustituida por los bienes manufacturados. En México fue notable el crecimiento de las exportaciones a partir de la industria maquiladora,

Sin embargo, como ya lo mencionamos, la pandemia detuvo la sincronía en la que se desenvolvía la producción, y a partir de ahí empezaron los primeros cuestionamientos sobre el modelo.  Por eso, cuando la reapertura de las fábricas no fue al mismo tiempo en todos los países, las modernas cadenas de producción quedaron detenidas, de ahí que algunas decisiones referentes a los sectores que deberían regresar a la actividad económica, se basaran más en cálculos económicos (y presiones internacionales) que en criterios de salud. No obstante, ese tímido regreso no elimina que el comercio mundial está en riesgo.

Otro riesgo tiene que ver con un hecho fortuito. El 23 de marzo pasado el Evergreen, un portacontenedores de 400 metros de eslora (algo así como cuatro canchas de futbol) y con capacidad para transportar más de 20 mil contenedores por viaje, encalló en el Canal de Suez en su paso del Mar Rojo al Mar Mediterráneo, ocasionando un bloqueo y un embotellamiento de más de 400 navíos durante una semana. Aparentemente los fuertes vientos de unos 70 km por hora (suficientes para mover el navío de 220 mil toneladas) y la falta de visibilidad ocasionaron el encallamiento.

Lo anterior no sería más que una anécdota si no fuera por el hecho de que por el Canal de Suez transita aproximadamente el 15% del comercio mundial. Algunas embarcaciones decidieron usar la tradicional ruta de bordear el continente africano por el Cabo de Buena Esperanza, aunque eso significara mayores costos y más tiempo al tener que recorrer 9 mil kilómetros adicionales. Las pérdidas diarias sufridas por Egipto y el mundo se estimán entre 6 mil y 10 mil millones de dólares diarios. Otro ejemplo del alcance del bloques es que cerca del 45% de las mercancías que llegan a los puertos de New Jersey y Nueva York, pasan por el Canal de Suez. 

Otro ejemplo de los riesgos del actual modelo de producción se dio el pasado febrero, cuando una ola de frío polar extrema en Texas desencadenó una serie de tormentas de nieve que obligaron a ese estado a suspender el envío de gas y petróleo a México. Como consecuencia de la falta de suministro de los hidrocarburos necesarios para la producción de energía eléctrica en nuestro país, algunos estados del norte sufrieron apagones. Más allá de la necesaria reflexión en torno al cambio climático, como era de esperarse, el tema se fue al terreno de la política, al consabido discurso de acusar corrupción, pero sin entrar al fondo del tema.

Ya algo vislumbraban el Nóbel de Economía Paul Samuelson y William Nordhaus en Macroeconomía con aplicaciones a América Latina, “los choques en un área pueden causar oleajes alrededor del mundo. Los disturbios políticos en Medio Oriente pueden provocar una espiral en los precios del petróleo, que a su vez dispararían la inflación y el desempleo”. Tres causas distintas: la pandemia, los fuertes vientos y una tormenta invernal, afectaron las cadenas de producción global.

Aunado al modelo de economías en escala, y dado que las nuevas tecnologías permiten dar seguimiento en tiempo real al tránsito de las mercancías, basta ver cómo funcionan las plataformas de Amazon o de Uber para comprobarlo, las empresas decidieron apostar cada vez más por la producción y entrega just in time y dejar atrás los tiempos donde los altos inventarios representaban seguridad para la producción. Esto significa que mantener las bodegas con muchos componentes esperando el momento de ser utilizados resultaba más costoso que hacer pedidos con el tiempo medido. 

El hecho de que para el buen funcionamiento de la producción just in time todos los procesos deben funcionar de forma sincronizada como reloj, cualquier atraso puede poner en jaque a muchos países. Ayer fue el embotellamiento de cargueros en el Canal de Suez. Hoy los fabricantes de autos en todo el mundo prevén producir 1.28 millones de autos menos debido a que no se les ha suministrado chips y semiconductores necesarios. El tema es que debido a un incremento en la demanda de videojuegos, teléfonos y computadoras, se rompió el equilibrio siempre precario del just in time y ningún fabricante de autos contaba con chips almacenados.

Para Henry Farrell y Abraham Newman en The New Age of Protectionism publicado en Foerign Affairs del 5 de abril, señala que vivimos el preludio de una retirada de las políticas de libre mercado que han gobernado al mundo, ocasionado por las “guerras de las vacunas” del coronavirus. Hoy, el modelo es cuestionado por varios factores exógenos al proceso de producción, por como dirían los economistas, algunas externalidades del mercado. Fuertes vientos, tormentas invernales, una pandemia o el que se produzca mañana pondrán nuevamente en pausa la producción, comercialización y distribución de varios bienes.

El comercio mundial tal y como se lleva hoy en día está en riesgo. Es necesario actualizar el modelo y hacerlo menos dependiente de factores externos, depender menos del just in time, ampliar los inventarios y almacenamientos. Se requiere ajustar, no revertir ni volver al pasado. Quizá sea apropiado recordar lo señalado por el filósofo inglés David Hume en Ensayos morales y literarios, “es muy común, en naciones ignorantes de la naturaleza del comercio, prohibir la exportación de productos, y mantenerlos dentro de ellas cuando sea que los consideran valiosos o útiles. No consideran que, con esta prohibición, actúan directamente en contra de su misma intención; y que cuanto más se exporta de un producto, más será producido localmente, y ellos serán los primeros que recibirán esa primera oferta”.

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