Desinformación: infodemia, fake news y memes

(LeMexico) – La pandemia, aparte de ser una situación bastante desafortunada y que ha cobrado un alto precio a nivel mundial, ha dejado al descubierto muchas otras, llamémosles, “enfermedades sociales” que, si bien siempre han existido y las conocemos de mucho tiempo atrás, se han acentuado y hemos tenido el infortunio de verlas de cerca: la desinformación, la desigualdad, la falta de oportunidades, la ignorancia, etc. 

Sin embargo, hoy en día, con esta sociedad tecnológica, han surgido nuevas “enfermedades”. Una de ellas y de la que me interesa hablar aquí, tiene que ver con la información, el exceso de ella, su mala interpretación, el flujo y su reproducción.

Hace algunos años leí un fragmento del libro El mundo y sus demonios de Carl Sagan. En él se hablaba sobre la pesudociencia de por qué las personas son tan propensas a creer en ella, reproducirla con tanta frecuencia, con tanta facilidad y entre los múltiples motivos el que más tengo presente es que la pseudociencia llena las necesidades emocionales que la ciencia deja insatisfechas.  

Pues bien, así volvemos a la desinformación. En primer lugar cabe señalar que la desinformación es un problema muy común hoy en día, el exceso de información compartida y reproducida, especialmente en redes sociales, con la intención deliberada de engañar o malinformar a los usuarios es un asunto que tiene preocupados a todos los gobiernos. La desinformación se desarrolla en diferentes niveles, pero aquí hablaré específicamente de las fake news, la infodemia y los memes, además de cómo su uso y abuso impacta directamente en nuestra forma de ver y entender el mundo que nos rodea, desde posicionamientos políticos hasta el cómo hacemos frente a la actual pandemia. 

 En el 2016 se popularizó un término que hoy en día es parte de nuestro vocabulario fake news. Estas se extendieron con las elecciones de E.E.U.U, pues las diferentes redes sociales eran el perfecto caldo de cultivo para su reproducción. Pero, ¿qué son las fake news? Aunque todos estamos familiarizados con el término, no está demás reparar en el concepto.

Las fake news son noticias falsas disfrazadas como verdaderas, ya sea por su redacción o porque utilizan la imagen y credibilidad de personas o sitios de noticias serios utilizando dominios falsos que aluden a estas fuentes fidedignas. Estas encuentran su legitimidad al ser compartidas por personas de nuestro entorno que gozan de credibilidad y confianza. Todos hemos sido víctimas de una noticia falsa, desde nuestra tía Mary, hasta importantes actores políticos. No olvidemos el famosísimo caso de Twitter en el que Marcelo Ebrard felicitó a una ex actriz porno por sus “logros” como una estudiante oaxaqueña de excelencia.

Todo es risas y diversión hasta que notamos cuál es la importancia de la desinformación en nuestro entorno desde la forma de socializar hasta nuestra salud, aquí viene el segundo concepto: la infodemia. La pandemia ocasionada por el COVID-19 vino acompañada de un exceso de información al respecto. A este fenómeno se le denominó infodemia. La Organización Mundial de la Salud la ha definido como un gran aumento del volumen de información relacionada con un tema particular, que puede volverse exponencial en un período corto debido a un incidente concreto como la pandemia actual. En la era de la información, este fenómeno se amplifica mediante las redes sociales, propagándose más lejos y más rápido, como un virus.

Toda esta información no necesariamente debe ser verdadera, siendo las fake news una parte importante de la infodemia y poniendo en riesgo la salud de miles de personas, llevando al límite a los sistemas de salud, al personal sanitario y poniendo en jaque la capacidad de los gobiernos para manejar esta emergencia sanitaria. Al respecto, podemos recordar algunas de las muchas noticias que circulan con relación a la pandemia como el uso correcto de los cubrebocas, el uso del dióxido de cloro para tratar la COVID-19 o simplemente el desacato de las medidas sanitarias para detener la propagación del virus basándose en teorías conspirativas, ya sea por que nos quieren controlar por medio de un chip o porque las antenas de telecomunicaciones esparcen el virus porque los gobiernos pretenden diezmar la población.

Y así pasamos a los memes. Los memes son textos, imágenes o videos con contenido humorístico que ponen de manifiesto aspectos culturales de un grupo de personas con ideas afines y que se reproducen de manera viral en redes sociales. Muchos de estos manifiestos exponen ideas, conductas o pensamientos de las personas, haciéndolos sentir identificados con sus enunciados encontrando en ellos un elemento de autoconfirmación. Es decir, reafirmando todos estos pensamientos, incluso los internalizados y validándolos al saber que no somos los únicos que vemos o pensamos de la misma forma.

Los memes han sido utilizados incluso dentro de campañas políticas para enaltecer la imagen de algún candidato o una postura política. Pero no todo es tan inocente como parece, los memes también son el vehículo de la desinformación y de la radicalización. En ellos no sólo se puede desvirtuar un movimiento político, sino también apoyar actitudes discriminatorias, de segregación, violencia, invalidación hacia diferentes movimientos o grupos sociales. Así encontramos memes en los que se ridiculiza a la comunidad LGBTTIQ+, que normalizan o hacen mofa de la violencia contra las mujeres o defienden actitudes racistas, etc. 

Todo esto pareciera muy absurdo. ¿Cómo es posible que estemos hablando de la desinformación como un verdadero problema social? Pero ya vemos que las otras enfermedades que mencionaba al principio de este texto influyen directamente en este asunto. Todos estos problemas no son independientes unos de otros, la mala educación, la falta de oportunidades, la ignorancia, la desigualdad social interactúan constantemente en la sociedad, alimentan la desinformación, se hacen presentes y se destacan en las redes sociales, afectan la forma en la que concebimos al mundo, afectan nuestra concepción sobre las cosas y la postura que tomamos con respecto a diferentes temas.

Y es que las fake news, la infodemia y los memes no apelan directamente a nuestro intelecto, sino a nuestras emociones. La desinformación se transmite con tanta facilidad precisamente por lo que Sagan menciona: llena las necesidades emocionales que la realidad deja insatisfechas. Políticamente esto ha representado un conflicto, las campañas de desprestigio, la invalidación de las posturas políticas o las demandas sociales y la educación política de la sociedad basada en memes nubla la capacidad de tomar decisiones de manera informada, desde conversaciones de café que empiezan con la frase “como un meme que vi” hasta su influencia en la elección pública.

Aunque todavía no existen datos concluyentes en relación con la inferencia directa que tiene la desinformación en la cuestión política, con la pandemia se ha puesto de manifiesto que el problema es real. Somos capaces de verlo y vivirlo, que la desinformación sí afecta directamente la conducta de las personas y que es apremiante encontrar soluciones viables ante esta problemática. Aun así, es un tema complicado, pues se corre el riesgo de caer en actitudes que vulneran la libertad y los derechos de las personas de expresarse libremente. La censura es un tema complicado y es muy fácil cruzar la línea entre la regulación y la censura. 

Entonces surge la pregunta: ¿Qué es lo que podemos hacer al respecto? En muchos países ya se discute una legislación relacionada con la información y los límites referentes a su divulgación y reproducción en redes que comprometen principalmente a instituciones, empresas y servidores a actuar de manera responsable y transparente en cuanto a los contenidos que se generan de manera digital. Pero esto es nada más la punta del iceberg, hay miles de cosas más que no se ven y no se pueden controlar. Lo que sí podemos hacer para lograr resultados positivos, es educarnos para poder discriminar de manera efectiva la información que circula en redes y no contribuir con la circulación de contenido malicioso. 

En febrero de 2020, el Africa Centre for Evidence, Chequeado Argentina y el Full Fact London, publicaron un informe sobre los resultados de diferentes programas de alfabetización mediática en informacional en diferentes países del mundo. Demostraron que, por medio de diferentes programas educativos impartidos en diferentes modalidades, tanto en salones de clases, talleres, juegos de simulación y podcast dirigidos a personas de diferentes edades, mejoró la capacidad de discriminación de la información y se redujo entre las personas participantes la difusión de noticias tendenciosas y falsas. 

Por tanto, podemos concluir que nuestra mejor arma es la educación, que además de desarrollar elementos legislativos y normativos para intentar controlar esta bola de nieve que produce la desinformación, es necesario crear también, programas educativos encaminados a combatir esta epidemia paralela que ha crecido exponencialmente y que definitivamente no tiene cuando acabar y empezar a generar con esto opiniones informadas e ilustradas para terminar poco a poco con toda la visceralidad que abunda en internet.  

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