¿Estamos destinados a repetir la historia?

(LeMexico) – Una de las noticias más polémicas esta semana fue la suspensión de la Nueva Ley de la Industria Eléctrica por el Juez Juan Pablo Gómez Fierro, lo que ha desatado una serie de noticias que me han hecho cuestionarme el desarrollo de la cultura política y democrática en México alrededor del Presidencialismo.

Un poco de historia: Con la Independencia empezó un período de adaptación y consolidación de México como nación, era necesario saber cuál sería nuestro nombre y apellido como país, cuál iba a ser nuestra forma de gobierno, cuáles serían la instituciones que legitimarían y legalizarían el ejercicio del poder. Siguiendo el ejemplo de nuestro vecino del norte y consolidándose de lleno en el S.XX, decidimos que la figura que llevaría sobre sus hombros el peso de cumplir con la voluntad del Estado y las funciones del Gobierno sería el Presidente. Así este se volvió la figura política más importante en el país. 

Durante la primera mitad del S.XX, la figura del presidente era casi imparable, pues él concentraba todo el poder político y, por tanto, de él dependía la creación de instituciones y la modificación o creación de leyes que legalizaban el uso (y abuso) del poder. Después de la Revolución Mexicana y con la creación de una nueva Constitución Política en la cual se establecían las tareas del Presidente, empieza una nueva etapa para esta forma de gobierno.

Empieza a haber candados para que no exista ya la opción de ejercer indiscriminadamente el poder, pero sigue faltando una oposición real, la existencia de pesos y contrapesos que limiten el actuar del Presidente es escasa, nace el Partido Nacional Revolucionario que se vuelve el partido hegemónico de México. Nace así también una especie de línea de sucesión presidencial auspiciada por el partido que con el tiempo se encuentra en la necesidad de institucionalizar y crear todo un marco legal para justificar sus prácticas políticas, lo demás es historia.

Así comienza un período de alternancia y democratización, se crean nuevas instituciones o se modifican las que ya existen con la intención de ponerle un freno al poder del presidente y detener un poco su influencia dentro del sistema político. De esta forma, termina esta era del hiperpresidencialismo, en palabras de Amparo Casar, y transitamos hacia una democracia más consolidada. 

Todo esto es solamente para tener un poco de contexto, pues con esta historia también se va creando toda una cultura política y democrática del mexicano, la manera en la que vemos la política, la vivimos, la entendemos y la recreamos. Está impresa en cada aspecto de nuestra vida en sociedad, esa cultura que incluye, entre muchos más, elementos como el compadrazgo, los chapulines, los fraudes electorales pero sobre todo esa figura todopoderosa que representa el jefe del ejecutivo y se desarrolla en distintos aspectos de nuestra cotidianidad desde una conversación entre vecinos, hasta las películas en el cine, los libros que leemos, los programas que escuchamos. Me vienen a la mente muchos ejemplos de esto: La Sombra del Caudillo, Arráncame la Vida, La Dictadura Perfecta, Todo el poder, Roma, etc. 

Y toda esta cultura que nos invade hasta la última fibra de nuestra mexicanidad está presente, sobre todo, cada vez que vamos a las urnas cada 6 años y elegimos al siguiente presidente. A pesar de toda esta historia y la desconfianza que la misma ha generado en nosotros, posamos nuestras esperanzas de lograr un México mejor en una nueva persona cada 6 años. 

Es por eso por lo que las declaraciones del actual presidente de México me llevan a preguntarme: ¿Hasta dónde él está aprovechando esta cultura política y evoca elementos del pasado tan insertos en nuestra identidad para lograr sus objetivos? ¿Hasta qué punto estamos regresando a esta época de hiperpresidencialismo? ¿Qué tanto poder le estamos otorgando al presidente? 

En La Poliarquía de Robert Dahl, uno de los muchos libros que hablan sobre la democracia, pero sin duda uno de los clásicos a los que siempre podemos recurrir, Dahl menciona la importancia de la oposición para la poliarquía, en este caso la democracia. Dada esta reflexión y haciendo énfasis en la historia de nuestro país y los 70 años de poder del PRI sin una clara oposición. ¿qué tanto estamos retrocediendo en términos democráticos?

Tras la creación de diferentes órganos autónomos para frenar el poder indiscriminado que ejercía el presidente en el pasado, preocupa que después del largo camino recorrido y todo el progreso que hemos alcanzado, el presidente ponga en duda la utilidad de estas instituciones, amenace con desaparecerlas, influya en la opinión pública para legitimar sus decisiones, pida investigar a cualquier persona, autoridad o figura política que no esté de acuerdo con él y además sugiera modificaciones a la constitución para que esto deje de pasar. Dónde queda el derecho de disentir con la figura política más importante del país sin ser castigado, una de las muchas ventajas de la democracia. We agree to desagree (estamos de acuerdo en no estar de acuerdo) al parecer no es una de las premisas de la administración actual.

El Movimiento de Regeneración Nacional y todos sus seguidores están luchando por un proyecto de nación en el que creen fervientemente, todos queremos un México mejor, pero para que esto suceda es preciso entender que somos parte de una sociedad plural y diversa, que es necesario escuchar todas las voces para poder dialogar, conciliar y así poder alzar juntos la voz como un solo México, una nación prudente y tolerante. No debemos estar de acuerdo todo el tiempo, eso es un hecho, sería utópico y por tanto imposible, pero es esta variedad de opiniones la que le da riqueza a una sociedad, la que pone diferentes puntos de vista sobre la mesa y la que permite diferentes soluciones para todos los que la conformamos. Seguir promoviendo la polarización política de un país ya de por sí dividido, seguir descalificando las opiniones de aquellos que piensan diferente, de aquellos que viven diferente ya no puede ser el argumento central de la actual administración. 

Donde existe gran poder, también existe gran responsabilidad.

Winston Churchill

A pesar de la agenda que tanto presidente como partido puedan tener, todos debemos recordar que él representa a todos los mexicanos y que si bien tiene un compromiso con los 30 millones de mexicanos que lo ayudaron a llegar a donde está, en el momento en el que asumió el cargo como el presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos asumió también el compromiso de representar y velar por el bienestar de los otros 96 millones, los cuales no siempre estarán de acuerdo con él. Aun así tiene la responsabilidad de ser el símbolo de unión que este país merece y necesita. 

Dejar de apelar a los aspectos más negativos de nuestra cultura es imperativo si queremos seguir en este camino hacia una democracia más consolidada y progresar como país o estaremos destinados a repetir la historia una y otra vez hasta que hayamos aprendido la lección.

Para finalizar, hago aquí referencia a una famosa frase que a mi parecer simboliza la esencia de la democracia y probablemente esta administración debería adoptar como una consiga, atribuida a Voltaire, aunque en realidad no fuera él el autor de dicha frase…pero esa es otra historia: Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo.

Back to top button