Ingreso básico universal (I)

Tabula rasa

(LeMexico) – En esta ocasión abordaremos un tema por demás polémico, el que todas las personas de un determinado país reciban por parte de su gobierno un dinero constante y mensual. Lo anterior era motivo de debate entre círculos académicos, pero ahora, derivado a que la pandemia del COVID-19 ralentizó la actividad económica y hubo un decremento en los ingresos de las personas y de los países, el tema ha recobrado fuerza al buscar nuevas soluciones para los problemas que se han derivado de la crisis de salud.

Se ha planteado la posibilidad de incorporar una medida que algunos denominan como renta universal, otros le llaman salario universal, aunque aquí le llamaremos ingreso básico universal (IBU). Lo entendemos de forma general como la transferencia de recursos por parte del gobierno a todos los habitantes de un país.

El asunto del IBU es considerado desde varías perspectivas:

Ya sea que se considere como una evolución de las acciones que dieron origen y fuerza al Estado Benefactor. Es decir, en este caso se propone que el ingreso básico universal es la más nueva de las políticas sociales tradicionales (salud, educación, vivienda).

Otra manera de verlo es desde la óptica de que ante la disparidad entre los pocos que concentran el mayor porcentaje de la riqueza en el mundo y de los muchos a quienes apenas les alcanza (y a veces ni eso) para sobrevivir. Esta es una medida necesaria para reducir esas desigualdades.

O también hay quien considera que sería parte de una necesidad que irá creciendo a la par que el trabajo se va deslocalizando y automatizando gracias a los progresos de la Inteligencia Artificial, el internet de las cosas y las impresoras 3D. Además, que al seguirse generando riqueza sin necesidad de mano de obra humana, de alguna forma, esos ingresos deberán compensar a los trabajadores excluidos por La tercera revolución industrial por utilizar el concepto planteado por Jeremy Rifken en el libro del mismo nombre.

Para empezar, debemos definir para qué queremos con un ingreso básico universal. Aquí las diferencias pueden ser muchas. Mientras en los países con economías más desarrolladas la finalidad pueda ser para crear condiciones más igualitarias, en los países menos desarrollados la intención puede ser simplemente superar las líneas de pobreza.

Es decir, un ingreso adicional al que tienen buena parte de los trabajadores en los países más desarrollados puede llevar a que la gente obtenga mejores condiciones de vida sin tener que estar con la angustia permanente de que cualquier accidente, enfermedad o despido, arruine sus escasas finanzas personales. Mientras que en países menos desarrollados, donde la situación es más dramática porque por lo general la mayoría de la gente tiene ingresos precarios y/o inestables, el IBU podría ser una tabla de salvación que los salve de la miseria al ser el único ingreso estable, por mínimo que sea.

Como se puede deducir, el significado de básico puede no ser lo mismo para todos. Mientras que en países menos desarrollados, un ingreso básico tiene como destino superar el umbral de pobreza, en otros se utilizará para cubrir las 1,500-2,500 calorías diarias que necesita el ser humano (lo que en México llamamos canasta básica alimentaria), mientras que en otros países, los menos, donde como dice Joaquín Sabina en una canción, tienen el lujo de no tener hambre, el ingreso podría utilizarse para cuestiones de ocio o alguna otra actividad.

Tenemos entonces que lo básico es variable de acuerdo al país donde se quiera aplicar, e incluso a la época. Yuval Noah Harari, señala en sus 21 lecciones para el siglo XXI, que “además de este límite de pobreza biológica, todas las culturas de la historia han definido necesidades adicionales como básicas. En Europa medieval, el acceso a servicios religiosos era considerado más importante incluso que los alimentos”.

Hoy en día, nuestro concepto de básico es completamente distinto al de hace 15 o 20 años, ya que ahora consideramos que tener una computadora, tablet o teléfono inteligente, así como acceso a internet (a un buen internet), se ha convertido en una necesidad básica universal.

Existen quienes están a favor de implementar algún tipo de IBU argumentando que es un componente de libertad, en el sentido de lo planteado por Amartya Sen en Desarrollo y Libertad, de que quien se encuentre atado a cuestiones fuera de su voluntad por no tener los recursos suficientes, como por ejemplo trabajos mal remunerados o trabajos que si no hubiera necesidad no optaría por ellos, es alguien sin libertad.

El disponer de un ingreso permanente puede generar sinergias para que la gente busque trabajos en los cuales se sienta más cómodo, pueda desarrollar mejor sus habilidades, o le brinde horarios más cortos y/o flexibles que le permitan pasar mayor tiempo con su familia, o en el peor de los casos, afrontar la época de vacas flacas en la transición de un trabajo a otro que no siempre suelen ser procesos consecutivos.

En los casos de los países menos desarrollados, donde en buena parte de los trabajos a los que puede acceder la gente, además de mal remunerados, se explota a las personas a los límites de una condición de servidumbre, la existencia del IBU puede ser una cuestión de justicia elemental en la cual el Estado asume parte de su responsabilidad.

Este argumento, aunque controversial, no deja de tener una lógica de reivindicación ante las desigualdades. Más si le agregamos que un ingreso básico universal podría ser para las personas que se encuentran debajo de la línea de pobreza, la única forma de poder alimentarse con las calorías mínimas y no sufrir desnutrición (lo que a su vez provoca un problema de salud).

Pero, si el IBU se traslada a todos y no se usa solamente para completar una dieta básica, sino que los recursos llegan a las personas con buenos salarios y trabajos estables, y éstos los destinan a cuestiones de ocio o a las banalidades propias de los tiempos del hiperconsumismo (Lipovetsky dixit), la medida no es tan lógica.

La cosa no mejora cuando, como lo plantean Phillippe Van Parijs y Yannick Vanderborght en su libro Ingreso básico, le agregamos el componente del polizón (o del gorrón como decimos en México, concepto que hasta es merecedor de una canción de Chava Flores), en el sentido de ser aquella persona que disfruta de los beneficios sin aportar nada.

El polizón sería en este caso la persona que recibe recursos por parte del gobierno y que en vez de aprovecharlos para tener un mejor trabajo, decide salirse del mercado laboral (con lo cual dejaría de pagar impuestos sobre la renta).

O si se encontrara en una situación de desempleo, decidiera sobrevivir con las subvenciones estatales, como en aquella película dirigida y actuada por Clint Eastwood, Million dollar baby, donde la protagonista, una mujer humilde que logra ser una boxeadora exitosa y ganar dinero suficiente como para comprarle una casa a su mamá, misma que esta rechaza porque si se descubriera que vive en una casa y no en un remolque, perdería los subsidios que le entrega el gobierno. Este es un caso típico del polizón.

Lo anterior, evidentemente, es el aspecto que genera más rechazo porque quienes pagan impuestos de inmediato sentirán que ellos son los explotados por aquellos que no tienen empleo de manera voluntaria. Cuando la vieja frase popular de que te mantenga el gobierno se puede convertir en realidad, la medida es percibida como inviable e injusta. Se tiene la noción de que la gente no tendrá ningún incentivo para trabajar al tener cubiertas sus principales necesidades con el IBU, por lo que sería injusto que quienes sí trabajan y pagan sus impuestos mantengan a los que no quieran trabajar. 

La importancia del trabajo la resalta Joseph Stiglitz en Capitalismo progresista al expresar sus dudas con respecto al IBU en el sentido de que tendería a sustituir el papel del trabajo, por lo que no considera que “simplemente proveer de un ingreso a la ciudadanía sea el enfoque apropiado: para la mayoría de las personas el trabajo es una parte importante de su vida”. Por lo que, si bien la idea no debe descartarse, la medida no “resuelve los problemas económicos inherentes al asunto (de) los déficits en cuanto a dignidad que supone el desempleo generalizado”.

Para Stiglitz, los recursos por sí mismos no resuelven nada, la verdadera medida que le daría dignidad y recursos a la gente es proveerla de trabajos dignos y bien remunerados, algo que retrata muy bien Ken Loach en sus películas.

El tema del IBU es muy complejo e involucra muchos conceptos como libertad, dignidad, justicia, pero también provoca sentimientos de fobias y filias. Pocas propuestas pueden generar tan drásticos rechazos y apoyos. Por eso es tan necesario ampliar la discusión.

Quizá la menor manera de entender la importancia del tema sea hacerlo no con los ojos del economista, del filósofo, del sociólogo o del politólogo, sino a través de los ojos de ese retratista de las clases medias bajas que es el cienasta Ken Loach en dos de sus más recientes películas: Yo, Daniel Blake y Lazos de Familia (en inglés, Sorry, we missed you) donde podemos imaginar el impacto positivo en la vida de los personajes si existiera un ingreso básico universal.

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