Lecciones desde Ecuador

Tabula rasa

(LeMexico) – El escenario político latinoamericano tuvo un suceso que, entre la tragedia de la pandemia y la promesa de que ya vienen las vacunas, pasó un tanto desapercibido: los comicios para elegir presidente en Ecuador.

Una buena noticia es que la normalidad democrática de celebrar elecciones para elegir al titular del poder ejecutivo en el continente es una norma general. Quizá ahí radique la falta de atención a los pasados comicios. Sin embargo, Ecuador nos presenta algunas lecciones que debemos considerar.

El pasado 7 de febrero se celebraron elecciones para Presidente de la República de Ecuador, la cual, con todo y las restricciones propias de estos tiempos de cuidados y sana distancia por el coronavirus, la participación fue de unos 10 millones de electores, lo que representa una participación excepcional del 80% del padrón. Los resultados del Centro Nacional Electoral de Ecuador señalan que de los 16 candidatos presentes en la boleta, el candidato con mayor apoyo fue Andrés Arauz quien obtuvo el 32.70%, porcentaje insuficiente para ser electo en una primera vuelta, por lo que habrá una segunda votación.

Arauz representa la promesa de regresar las políticas de izquierda del expresidente Gilberto Correa, con quien colaboró en su gobierno como Director del Banco Central de Ecuador y Ministro coordinador de Conocimiento y Talento Humano. Para muestra de sus orientaciones ideológicas, tenemos lo que señala en su propuesta de Plan de Gobierno 2021-2025 en donde dice que “La década de la igualdad 2007-2017 generó un camino de esperanza. No obstante, el neoliberalismo siempre intenta obstruir la posibilidad de que el pueblo ecuatoriano construya su propia historia”. Es decir, señala que la mejor época fue cuando gobernó Correa y que el enemigo que destruyó todo fue el neoliberalismo, un discurso familiar en América Latina.

Aunque ganó en los comicios del domingo, Arauz no es presidente porque el sistema electoral ecuatoriano es, como la mayoría de los países latinoamericanos, uno que puede ser a dos vueltas. Es decir, se elige como presidente al ganador en una primera vuelta, siempre y cuando obtenga más del 50% de los votos, o si obtiene más del 40% de los votos y una diferencia de más de 10% sobre el segundo lugar. En caso de no cumplir alguno de los dos supuestos anteriores, se tendrá que ir a una segunda vuelta electoral, como sucedió en este año, donde habrá una segunda vuelta a celebrarse el próximo 11 de abril.

Con el 99.99% de las actas procesadas al momento de redactar este artículo, el segundo lugar le pertenece al candidato de centro-derecha, Guillermo Lasso Mendoza, con el 19.72% de los votos. Lasso, un empresario que se metió a la política, ya había competido por la presidencia en dos ocasiones anteriores, perdiendo en 2017 en la segunda ronda por menos de 1.5% de los votos. La sorpresa este año ha sido el porcentaje de votos del candidato de izquierda, Yaku Pérez del Movimiento Pachakútik con el 19.38%. La agenda de Yaku Pérez era de izquierda indigenista y medioambientalista. Para determinar el resultado final de la primera ronda, Guillermo Lasso y Yaku Pérez han acordado un recuento de boletas, sin descalificar la elección.

Ahora bien, en Ecuador la lucha política es más que entre conservadores contra liberales o progresistas es entre correístas y anticorreístas, en otras palabras, entre quienes quieren un regreso a las políticas implementadas por el expresidente Rafael Correa y quienes se oponen. Un breve recuento de cómo llegó al poder Correa nos dará un mejor contexto. En 2006 Rafael Correa ganó la presidencia (con Lenin Moreno como vicepresidente) luego de haber quedado en segundo lugar con el 22.84% de los votos durante la primera ronda, pero con el 56.67% en la segunda. Le ganaron al empresario Alvaro Noboa postulado por el Partido Renovador Institucional de Acción Nacional, sí, ni más ni menos que el PRIAN original. 

En 2008, Correa propuso reformar la Constitución tras promover un referendum, para permitir la reelección presidencial para dos mandatos, lo cual le permitió volverse a presentar a elección en 2009 ganando con el 52% de los votos y, gracias a una interpretación jurídica, Correa se presenta nuevamente a reelección en 2013 (ahora con Jorge Glass en la vicepresidencia) obteniendo nuevamente el triunfo con el 57% de los votos. Ambas elecciones se resolvieron en la primera ronda. 

La siguiente elección se dio en 2017, donde se presentó como candidato a la presidencia Lenin Moreno (con Jorge Glass nuevamente como vicepresidente). Recordemos que Moreno había sido dos veces vicepresidente con Correa. La elección se tuvo que ir a una segunda vuelta donde obtendrían el triunfo Moreno y Glass con un ajustado 51.16% sobre Guillermo Lasso.

Hoy en día hablamos de líderes populistas, sin embargo, en América Latina, como nos lo señala Enrique Krauze en su libro Siglo de Caudillos, es algo que se remonta al “hundimiento del orden histórico español (que) provocó en toda América Latina la aparición de los caudillos. Eran los hombres fuertes, los nuevos «condotieros», los jefes, los dueños de vidas y haciendas”. En México recordemos que se consolida la revolución cuando se deja atrás el país de caudillos (y sus reelecciones) para ser un país de instituciones. El caudillo latinoamericano cree que sólo él puede gobernar de manera justa un país. 

Correa pertenece a la nueva camada de líderes que durante este siglo lo que hacen una vez consolidados en el poder es cambiar las reglas del juego para permitirse una o varias reelecciones y, por desgracia, la lista es larga. En este sentido, en 2013 Correa promueve otro referendum para que la reelección fuera indefinida. Se hizo la reforma correspondiente, pero en un destello de dignidad, la Asamblea Nacional determinó que la reelección indefinida entraría en vigor para el siguiente presidente, con lo que se impedía la participación de Correa en la elección de 2017. 

Las reformas fueron posibles gracias a la enorme popularidad de Correa como presidente y a las políticas que aplicó durante su mandato. La receta era simple, aprovechando el gran incremento de los ingresos al país debido a los altos precios del petróleo (principal actividad económica de Ecuador) que coincidieron durante sus años como presidente, promovió la distribución clientelar de apoyos económicos directos a una población con altos índices de pobreza. Además, desconoció gran parte de la deuda externa por “inmoral e ilegítima” y amplió el gasto público en educación y salud. También, un discurso donde se identificaba con el pueblo y defensor de una “revolución ciudadana” en contraposición a las partidocracias y los “pelucones” (grandes empresarios). Correa, además, se alineó al bloque bolivariano con Venezuela y Bolivia. 

Las necesarias políticas sociales no fueron acompañadas de mecanismos que permitieran el desarrollo económico y social de forma integral, por lo que el enorme gasto social que pudo solventarse por los ingresos extraordinarios, llegó a su fin en el momento en el que la etapa de crecimiento se detuvo. Las inevitables medidas de ajuste y austeridad que comenzó a aplicar el nuevo gobierno trajo un enfrentamiento entre Correa y Moreno. Para afanzar su presidencia, Lenin Moreno recurrió a otra reforma constitucional para eliminar la reelección indefinida y dejar estipulado que los presidentes solo pueden gobernar durante dos periodos, lo que le cerraba el paso a Correa para una nueva postulación. La propuesta tuvo el apoyo del 63% de la población en un referendum, lo que de inmediato rechazó Correa en un mensaje de twitter del 4 de febrero de 2018 donde señalaba que “no podemos aceptar en un Estado de Derecho, tamaño rompimiento constitucional”. Es decir, la clásica visión de quien sólo acepta los resultados democráticos cuando le favorecen.

Posteriormente, Correa intentó aplicar la misma receta de Cristina Kishner en Argentina, de que al no poder ser postulada para la presidencia se presentaría como candidata a la vicepresidencia. Sin embargo, un escándalo en torno a sobornos de la petrolera brasileña Odebrecht terminó con la destitución y cárcel para el vicepresidente Jorge Glass y otros ex ministros, y a que en el proceso también se acusara al propio Rafael Correa, por lo que éste quedó impedido de regresar a Ecuador (ya residía en Bélgica).

Como podemos ver, la influencia de Correa es muy grande y ha estado presente durante la elección, manteniendo vivo el discurso polarizante entre correístas (que apuestan por preservar su “Revolución Ciudadana”) y anticorreístas (que se oponen a dicha “revolución”). Sin embargo, sea cual sea el resultado, la presencia de Yaku Pérez ha venido a refrescar la política en Ecuador con sus posturas de una izquierda diferente que apuesta por la sustentabilidad ambiental, mientras que Arauz defiende el viejo esquema extractivo. Ojalá que el debate durante la segunda vuelta electoral se centre en buscar el crecimiento económico con desarrollo sustentable y no en las filias y fobias hacia el caudillo.

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