La lucha contra la depresión en medio de la pandemia

Este 13 de enero se celebró el Día Mundial de Lucha contra la Depresión, un trastorno emocional frecuente en millones de personas alrededor del mundo y que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), “contribuye de forma muy importante a la carga mundial general de morbilidad”.

La depresión es el resultado de la compleja interacción de factores sociales, psicológicos y biológicos, además puede generar estrés, disfunción y empeorar la situación vital de la persona afectada. Pero también, quienes sufren circunstancias adversas como desempleo, luto o traumatismos psicológicos, tienen más probabilidades de sufrir de depresión.

La OMS calcula que más de 300 millones de personas se han visto afectadas por esta enfermedad, misma que puede convertirse en un problema de salud serio para quien la padece si no es tratada correctamente, pues puede generar un gran sufrimiento, así como una alteración de las actividades cotidianas y, en el peor de los casos, puede llevar al suicidio.

Cada año se cometen alrededor de 800 mil suicidios a causa de la depresión y esta cifra aumenta anualmente a tal punto de que este acto se ha convertido en la segunda causa de muerte en jóvenes de 15 a 29 años.

A pesar de que existen tratamientos eficaces para combatir la depresión, tales como intervenciones positivas y terapias psicológicas, más de la mitad de quienes la padecen no son atendidos eficazmente, debido a la falta de recursos y de personal capacitado en varios países, pero también porque continúa existiendo una estigmatización de los trastornos mentales, además de una evaluación clínica errónea.

Dependiendo del número y la intensidad de los síntomas, los episodios depresivos se pueden clasificar como leves, moderados o graves. Las personas con episodios leves sólo presentan pequeñas dificultades para realizar sus actividades habituales, aunque no las suspende a causa de ello. En cambio, quienes presentan episodios graves tienen grandes problemas para mantener sus actividades.

De acuerdo con el tanatólogo Pablo Lorenzo García, hay dos maneras de en que la depresión se concibe: una es la “depresión endógena”, causada por una condición orgánica interna debido a la falta de litio, magnesio, de algún aminoácido o una proteína del cerebro, o bien por una hormona en término de condiciones endocrinas. Mientras tanto, el otro tipo de depresión, la “exógena”, se genera por situaciones externas, por ejemplo, el fallecimiento de un ser amado.

Aunado con todo esto, la pandemia actual por COVID-19 ha sopesado sobre la psique colectiva de diversos grupos sociales y ha provocado afectaciones que pudieran desembocar en depresión.

El aislamiento que generó esta enfermedad ha conducido a la soledad en personas de todas las edades. Asimismo, quienes se encuentran en la primera línea de atención médica, así como quienes presenciaron la muerte de personas contagiadas de este virus y los que quedaron confinados en cruceros, han experimentado agotamiento y estrés postraumático que les ha causado insomnio y pesadillas. Igualmente, la falta de separación entre el trabajo y el hogar a causa del home office ha generado patrones de sueño irregulares.

De igual forma, las personas que no han podido confinarse y trabajar desde sus hogares porque no pueden abastecerse de alimentos para ellos y sus familias, pueden estar sufriendo un impacto adicional en su estabilidad mental. Lo mismo le sucede a las minorías étnicas que tienen difícil acceso a los servicios de salud y a miembros de la comunidad LGBT que han continuado siendo discriminados durante esta pandemia.

Así también, quienes presentaban ansiedad y depresión antes de la pandemia, han duplicado sus niveles ante la incertidumbre, miedo y angustia, y las personas con trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), luchan con evitar volverse más obsesivas a causa del avado de manos excesivo y el miedo a la contaminación por este virus.

Por otra parte, las recaídas en el consumo de drogas se han disparado durante la pandemia y las cifras de trastornos por uso de estas sustancias podrían aumentar a medida que ésta continúe.

Pero no todo ha sido malo, pues la pandemia también ha facilitado una mayor atención a la salud mental, que es clave para desmantelar los estigmas que obstaculizan la búsqueda de ayuda. Esto, a través de la empatía y el apoyo hacia los demás por medio de donaciones, o del reconocimiento de quienes luchan contra este virus.

Además, las nuevas tecnologías han podido teletransportar los servicios de salud a quien lo necesite, pero también han permitido adquirir nuevas destrezas y pasatiempos en los cuales poder recrearse y así evitar la depresión. De acuerdo con un reciente estudio publicado en Perspectives on Psychological Science, esta enfermedad puede mermar la efectividad de la vacuna contra el COVID-19.

Finalmente, según Lisa Carlson, expresidenta de la Asociación Estadounidense de Salud Pública y administradora ejecutiva de la Facultad de Medicina de la Universidad Emory, en Atlanta: “No tenemos una vacuna para nuestra salud mental como la tenemos para nuestra salud física. Entonces, tomará más tiempo salir de esos desafíos”. También agrega: “cada vez que hablamos de salud pública, debemos hablar de salud mental. Y cada vez que hablamos de COVID-19, deberíamos hablar de salud mental”.

Back to top button