Arqueóloga peruana, Ruth Shady, denuncia amenazas de muerte en su contra

La arqueóloga y guardiana de la ciudad de Caral, civilización de igual relevancia que la egipcia o de las primeras chinas, asentada en Perú, habla del riesgo que a diario vive ella y su equipo por preservar estos vestigios prehispánicos.

Ruth Shady, arqueóloga de 74 años, una de las 100 Mujeres más inspiradoras por la BBC, alzó la voz nuevamente por las amenazas de muerte que ha recibido. Tanto ella como su equipo han sido amedrentados para que dejen el cuidado y la protección de los 25 asentamientos descubiertos de la civilización del Caral, en Supe y Huaura, valles al norte de Lima que datan de hace más de 5,000 años.

Shady se ha encargado de resguardar los vestigios arqueológicos por más de 30 años. En 1070, debido a la Reforma Agraria peruana, se entregó a la población inmigrante parte de las tierras que colindan con estos asentamientos. Los pobladores aprovecharon el cauce de dos ríos que los bordean para comenzar con actividades agrícolas y de minería. Al inicio, estas personas no le veían el valor cultural a los vestigios, pero Shady junto con otros expertos, se encargaron de contratar e instruir a los habitantes sobre el cuidado y la investigación en los hallazgos. Ellos mismos se comenzaron a llamar caralinos.

Posterior a esta entrega, llegó gente de a zona de los valles, quienes también exigían tierras y veían, hasta la fecha, de forma despectiva a la zona arqueológica. Sólo les interesan las tierras para cultivar y trabajar en ellas, al igual que la industria inmobiliaria, quieren apropiarse de más espacio. Antes, el precio por hectárea era de 5,000 dólares, al día de hoy se paga en 38,000 dólares. La Unesco lo catalogó como patrimonio de la humanidad en el 2009.

Con la pandemia, la seguridad del recinto decayó, pues al no haber algún policía de los 50 que tienen designados, aprovechan para introducir maquinaria pesada. La también directora del sitio arqueológico más antiguo en América, abandono su cabaña solitaria ubicada en medio del valle donde se ubica este sitio, por motivo de la pandemia mundial. Antes de salirse de ella, tapió la cabaña, pues temía por tiradores que pudieran dispararle desde afuera.

Pidió protección personal a la Policía Nacional de Perú. El abogado del despacho arqueológico recibió una llamada en donde le advertían que si continuaba defendiendo los vestigios como Shady lo había estado haciendo, terminaría igual que ella, 5 metros bajo tierra. Los principales sospechosos de estas amenazas son 3 familias que llegaron en la segunda repartición y quieren las tierras para revenderlas, en específico una familia se ha mostrado muy hostil con el trabajo que realiza la arqueóloga.

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