El invierno está llegando

Tabula Raza

Está por finalizar el que sin duda ha sido el más complicado, frustrante y triste año a nivel global. Como nunca en la historia, los países han tenido que lidiar con problemas y desafíos similares, si no es que idénticos y sin excepción. Un año que inició con la noticia de que algo estaba pasando en China, pero que pocos le prestamos mayor atención.

En un mundo donde se había visto desfilar al ébola, al sida, al virus de las vacas locas o la influenza aviar como enfermedades contagiosas, no extrañaba que se pensara que esta nueva enfermedad sería algo temporal y difícilmente nos podría amenazar a todos. Las palabras coronavirus y COVID-19 se instalaron en nuestro vocabulario como sinónimos de miedo y muerte.

Hagamos un breve recuento. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, el 31 de diciembre de 2019 se tuvo noticia de las primeras neumonías desconocidas. El 11 de enero, medios de comunicación chinos hablan de una primera víctima mortal del nuevo coronavirus. El 13 de enero se confirma en Tailandia el primer contagio fuera de China.

El 21 de enero se confirma el primer contagio en el continente americano, específicamente en Estados Unidos. El 24 de enero se confirman en Francia los primeros contagios en la Unión Europea. El 24 de febrero se recomiendan medidas de detección, aislamiento y cuarentena como medidas necesarias. El 27 de febrero se reporta el primer contagio en México.

Para el 4 de marzo ya se reportaban contagios en 77 países. El COVID-19 es declarado formalmente como pandemia el 11 de marzo. Desde la aparición de los primeros casos en China hasta el día de hoy, en el conteo global que lleva a diario la Universidad Johns Hopkins, se reportan 75,179,482 casos de contagios y 1,667,124 fallecimientos por la enfermedad.

En cuanto se dispararon los contagios, la estrategia global fue contener y encontrar la vacuna con una colaboración entre gobiernos e iniciativa privada. Por ejemplo, Estados Unidos destinó cerca de 2,500 millones de dólares en fondos federales a una empresa para agilizar las pruebas y fabricación de vacunas a cambio de tener derechos a las primeras producciones. Desde México, cuyo gobierno ha decidido hacer a un lado a la industria farmacéutica nacional, Carlos Slim ha destinado dinero (se calcula pudiera ser de alrededor de 600 millones de dólares) a un laboratorio para destinar vacunas a América Latina.

Sin embargo, la salida no es una amplia puerta sino una pequeña ventana porque no todas las vacunas estarán disponibles de inmediato ni para todos los países. El gobierno de Rusia anunció que ya ha iniciado la aplicación de la vacuna Sputnik V a 100 mil habitantes de ese país, vacuna que el presidente Vladimir Putin ha dicho que no es recomendable para mayores de 60 años. En el Reino Unido en una semana se han vacunado unas 140 mil personas, mientras que en Estados Unidos ya iniciaron la distribución de unas 3 millones de dosis. 

Los países de más altos ingresos no solo han garantizado las primeras vacunas, sino que también han acordado compras con diferentes empresas que superan a su población. Por ejemplo, de acuerdo con una nota del New York Times, Canadá tiene asegurado vacunas hasta por 5-6 veces el tamaño total de su población, Estados Unidos y Reino Unido unas 4 veces su tamaño y la Unión Europea unas dos veces y media. 

En comparación, las pre-compras de los países considerado de ingresos medios altos en América Latina son: en Chile abarcan unas dos veces su población, en Brasil y México alcanzan más del 90% y en Argentina el 50%. En números totales, los laboratorios tienen compromisos con los países de ingresos medios altos por unas 600 millones de vacunas, mientras que para los países con mayores ingresos se tienen comprometidas unas 2,000 millones de vacunas. En la distribución y aplicación de vacunas habrá clientes que viajarán en clase VIP y quienes viajen en segunda o tercera clase, o peor aún, quienes ni puedan abordar el viaje.

Una aplicación de vacunas diferenciada entre pobres y ricos acrecentará las disparidades entre los mismos y fomentará los odios hacia occidente. Al mundo no le conviene entrar en esa dinámica. En estas aguas revueltas quien podría resultar beneficiado es China. Para quitarse la mala imagen de ser el país donde se originó la pandemia, China ha anunciado que producirá y distribuirá de manera gratuita vacunas en Indonesia, Bangladés, Filipinas, Tailandia, Laos, Vietnam, Camboya. Hasta se habla de préstamos a los países del Caribe para el mismo fin. 

Por supuesto que no es mera filantropía, sino que China ve una oportunidad de expansión y consolidación geopolítica. Primero con el comercio, luego con el 5G y la inteligencia artificial y ahora con las vacunas, China trata de arrebatarle el lugar preponderante en el concierto mundial a los Estados Unidos.

Hace unos 10 años, Henry Kissinger, en su libro China, resaltaba que las relaciones entre China y Estados Unidos son equiparables a las relaciones anglo-alemanas de principios del siglo pasado, temor que aún sigue vigente como recién lo acaban de publicar Michael Beckley y Hal Brands en el artículo Competition With China Could Be Short and Sharp.The Risk of War Is Greatest in the Next Decade, publicado en Foreign Affairs.

Mientras eso pasa con las grandes potencias, en México vamos varios pasos atrás. El gobierno informó que se han realizado diversos acuerdos de pre-compras con cuatro diferentes laboratorios para traer las vacunas al país. El acuerdo con Pfiezer es entre 15.5 y 34.4 millones de vacunas, las cuales se tendrían entre diciembre de 2020 y diciembre de 2021, mientras que con AstraZeneca se tienen pre-contratadas 77.4 millones de dosis que estarían disponibles entre marzo y agosto de 2021.

Ambas vacunas se aplican en dos dosis. Por otra parte, se tiene un acuerdo con CanSino Biologics, que se administra en una sola dosis, para tener 35 millones de dosis entre diciembre 2020 y septiembre 2021. Adicionalmente, mediante el mecanismo internacional COVAX, en el cual participan más de 100 países, se tienen aseguradas unas 51.5 millones de vacunas sin especificar el laboratorio ni fechas de entrega.

Las pre-compras son esperanzadoras, tanto como adquirir una casa en una preventa y con los mismos riesgos: primero pagas con la promesa de entrega en una fecha determinada para luego estar peleando porque no te dan tu casa.

Así tenemos que Estados Unidos ha anunciado que para fin de año se habrán aplicado 20 millones de vacunas en ese país. Por su parte, el gobierno casi hace fiesta porque se aplicarán durante diciembre 125 mil vacunas, para una primera población objetivo estimada de 2 millones de personas que laboran en el sector salud, y 9 millones de personas mayores a 65 años. Simplemente, los números no dan y el calendario propuesto no es más que un buen deseo igual que las pre-compras.

México, en esta lucha global contra el COVID-19, está sin duda dentro de los países. Llámenle como quieran: rezagados, pobres, perdedores, o simplemente, poco previsores. Nunca hubo una estrategia. Al subestimar lo que se avecinaba se perdió tiempo. Cuando reaccionó el gobierno y trató de comprar suministros, éstos ya estaban acaparados por las potencias occidentales. México compró tarde, insuficiente y caro todo: las pruebas, los equipos de protección, los ventiladores.

En el magnífico libro Estrategia, Lawrence Freedman señala que “contar con una estrategia significa tener la capacidad para observar el mundo y analizarlo a corto plazo y la habilidad para pre-ver las consecuencias a largo plazo y, lo más importante, para identificar las causas más que los síntomas, para ver el bosque en su totalidad y no solo los árboles”.

En México podemos distinguir cuatro objetivos: mantener una baja ocupación hospitalaria; acordar futuras compras de vacunas; y su adquisición, distribución y aplicación centralizada por el gobierno federal. El restante objetivo es la reactivación económica, tema de otro análisis.

El primer objetivo ha sido rebasado. Las imágenes de gente muriendo literalmente en los pasillos de hospitales ya circulan en redes sociales. El semáforo establecido para unir la parte epidemiológica con la actividad económica, ante la gravedad de los hechos, salen con que se volverá a aplicar después de decir olviden el semáforo, estamos en emergencia o alerta COVID-19.

Todavía falta el elemento de distribución y aplicación. El gobierno federal no confía en los gobiernos estatales, ni en la industria farmacéutica, ni en los hospitales privados. Toda la distribución está soportada por el apoyo que darán las fuerzas armadas, nuevamente sometidas a una extrema presión y a labores que no deberían realizar.

Mientras que el Rey de Suecia, publicó The guardian, donde critica lo hecho en su país porque considera demasiado alto el número de fallecimientos (7,800). Nosotros vivimos en donde los hospitales están a punto de ser rebasados, los contagios no bajan, las dolorosas muertes llegan a 116,487 de forma oficial, las vacunas llegarán en una ínfima cantidad y el gobierno dice que vamos bien.

Como la famosa frase de Game of Thrones, el invierno se está acercando y la falta de estrategia nos reventará en los próximos tres meses cuando se espera una mayor alza de contagios y muertes. Navegamos a oscuras y, como bien dice Lawrence Freedman, “sin una estrategia, afrontar cualquier problema o perseguir cualquier objetivo podría considerarse una insensatez”. 

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