Del COVID al calentamiento global

La crisis sanitaria por COVID que estamos viviendo no es más que el foco rojo de la situación que vivimos por el cambio climático, pues todos los sistemas, naturales y de salud, están conectados.

Si bien para muchos este año ha sido de desgracia y muy complicado, pero otros aplican la filosofía del vaso medio lleno, un año de conciencia y de aprendizaje. Este 2020 debe ser la antesala para mejorar tantas cosas, no pedir un regreso a la normalidad que traíamos acumulada a finales del 2019, sino el inicio de una década de mayor conciencia ambiental de mejores relaciones humanas y respeto a los demás seres vivos, incluyendo flora y fauna, pues esta pandemia que aqueja al mundo en general, no es más que la nuestras consecuencias solidificadas y tangibles de lo mal que nos hemos relacionado con nuestro entorno.

La ONU, por medio de Secretario General, ha insistido en todo este año a todos los gobernantes y gobernados que comencemos desde cero, que hagamos un consumo consciente de todo lo que adquirimos y que reduzcamos nuestras emisiones de dióxido de carbono. Ante tales patiquines, algunos escépticos aseguran que los mayores contaminantes son emitidos por organismos públicos y privados, lo cual es casi cierto, pues esas entidades operan debido a la demanda de los productos o servicios que ofrecen y, ¿quiénes son los que los consumimos? La población en general.

Además de que se les ha pedido a los gobernantes, la reconstrucción de las naciones poniendo especial atención en los sectores de la población económicamente vulnerables: comercio informal, empleados domésticos, mujeres, comunidades indígenas y todo aquel grupo que no tenga acceso a un ingreso recurrente, servicios de salud y alimentos.

Tenemos que hacer que el 2021 sea un parte aguas para el ambiente, pues están también en alerta máxima los hielos del Ártico y la Antártida, la selva del Amazonas ha sufrido una deforestación brutal, la temperatura de mares y océanos ha subido de manera alarmante y la biodiversidad mundial disminuye estrepitosamente. Ante tales pruebas, como tal, la pandemia por COVID-19, ya no debe haber duda alguna que todo lo que está sucediendo y pandemias fututas van de la mano con la forma en que hemos invadido los hábitats naturales y tomado los recursos naturales.

Desde este 2020 se han dado algunas pruebas de una nueva conciencia colectiva, pues el plan ecológico del presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, en el cual está la incorporación de su país a los Acuerdos de Paris, es signo de un compromiso latente a reducir los gases de efecto invernadero estadounidenses, pues son los generadores de dos terceras partes de ellos.

En México, pese a las políticas energéticas, se construirá el más grande parque fotovoltaico en Baja California, la incursión de los mexicanos en la creación de energía solar por medio de paneles de hechura nacional. Poco a poco llegan a presidencia las exigencias de la ciudadanía que pide se mire a las energías renovables y se respete la biodiversidad sureña.

Esto no será tarea fácil, pues la protesta encabezada por los hermanos de las comunidades indígenas mayas, piden el respeto a nuestro medio ambiente, a nuestros animales y especies vegetales, los amparos y pliegos petitorios han hecho que ese proyecto no sólo mire al crecimiento económico, es prioritario que también vea hacia el aspecto ecológico. Por lo tanto, no bajemos la guardia y sigamos defendiendo a la madre tierra ya que nuestra propia salud y existencia dependen de ella.

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