¿Alianzas electorales o pactos al vapor?

Aparentemente, el PRI, el PAN y el PRD formarán una alianza en las próximas elecciones para presentar candidatos comunes en 158 distritos electorales.

Las alianzas han formado parte de la política mexicana contemporánea y facilitado procesos de alternancia partidista. Los partidos, por supuesto, están en su derecho de competir en las elecciones de la manera que ellos consideren mejor para sus intereses.

El problema, me parece, es que la única agenda común que podrían defender estas organizaciones es justo las instituciones y formas de gobierno que surgieron de las coaliciones PRI y PAN, a las que eventualmente se sumó el PRD, desde mediados de los 90s y hasta el 2018. Se trató de un arreglo institucional y de actores que evolucionó muy mal, con mucha tecnocracia y con pocas políticas públicas efectivas, negociaciones basadas en corrupción y en uso poco eficiente de recursos públicos, en instituciones autónomas que terminaron parcialmente capturadas y en proyectos de reforma poco realistas, que no tenían como fin fundamental redistribuir el ingreso del país.

Los partidos de pacto, que fueron incapaces de consolidar un sistema político democrático funcional, que garantizara estabilidad política y ganancias palpables para las grandes mayorías, no se sienten ahora con la capacidad de presentar un proyecto distinto al fallido del pasado, ni al que hoy es gobierno. Ni el PAN, ni el PRI, ni el PRD parecen tener mucho que decirle a la sociedad, salvo que quieren recuperar el poder a como dé lugar y que, desde luego, no están de acuerdo con el gobierno actual, cosa que sabemos porque son la oposición, y que, con tal de recuperar cargos, están dispuestos a ser liderados por lo que fue la dirección más radical de derecha de la COPARMEX.

La alianza es el resultado del enorme miedo a competir contra los partidos que apoyan a un presidente con una popularidad sin precedentes y que gobierna con una agenda que le hace sentido a la gente. La alianza ni siquiera era necesaria para buscar evitar una nueva mayoría de Morena, ya que, con nuestro sistema mixto de representación parlamentaria, bastaría con que el partido en el gobierno no alcanzara el 42% de los votos.

La verdad es que no tienen un proyecto que pueda competir con el actual, por lo que el único argumento es obstruir las políticas que se están llevando a cabo. El gran perdedor es el PAN, la contraparte histórica de la izquierda, el partido que naturalmente tendría que presentar una alternativa al actual gobierno. Los ganadores son el PRI, que no podrá disfrazar las malas cuentas de la gestión del gobierno de Peña y el PRD, a quien de la marginalidad se le ofrece un papel protagónico en la arena nacional.

El Movimiento Ciudadano, un partido más bien regional, que intenta, todavía de manera incipiente, ofrecer alternativas de política, decidió poner su proyecto a consideración de la ciudadanía. Ojalá que de verdad sea un espacio para nuevas voces y no para reciclar los cacicazgos de siempre.

No es claro el resultado electoral que van a obtener, pero sí que la ciudadanía podrá conocer sus posicionamientos e ideas. Los partidos del pacto, en cambio, no podrán defender su oferta, la mayoría de sus posiciones se contraponen, son rivales históricos y sólo los une su rechazo al popular presidente y el haber defendido juntos una agenda de malas reformas, por medio de mecanismos más que cuestionables, que ahora salen a la luz pública.

En realidad, es una buena oportunidad para que Morena ratifique el mandato que los electores le dieron en las urnas. Se podrá contrastar los grandes errores y excesos del pasado, frente a un gobierno honesto y republicano.

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